Decidí aparcar durante unos días la crítica de este ‘Fever Dreams’. El disco no me estaba gustando demasiado. Me daba la sensación de que Conor O’Brien había puesto demasiado empeño en destacar dos temas (‘So Simpatico’ y ‘Circles in the Firing Line’) y que el resto estaban ahí como mera comparsa, que pasaban desapercibidos. Incluso que eran, glups, aburridos. Compararlo con la efervescencia de ‘Pretending to Swim‘ (2018) o la quasi perfección de ‘Darling Arithmetic’ (2015) tampoco ayudaba.
Pero los días en barbecho han servido para valorar el disco en su justa medida. De hecho, abandoné una obra no muy destacable y, de sopetón, recuperé otra deslumbrante. Era simple cuestión de tiempo dejarse atrapar por el álbum escapista pre-pandémico de Villagers. Funciona perfecto en su misión: ser una versión soleada, psicodélica y soulera de la “americana” dulce que practica O’Brien. Y que la certeza de que esa fantasía de sol, viajes y alegría ahora sea casi una quimera le otorga el justo puntito amargo a ‘Fever Dreams’. Como ese gigantesco oso, no se sabe si amenazante o protector, que vigila el sueño estival de Conor en su preciosa portada.
El preciosismo pop de Conor O’Brien esta vez viaja metafóricamente hasta California, para conseguir una atmósfera alegre, pero ligeramente febril y ensoñadora. Construye canciones morosas y exquisitas que se toman su tiempo en desperezarse y mostrarse en todo su esplendor. Si el soul-pop a la Sade ya decía «hola» desde ‘Sweet Saviour’ en «Pretending…», aquí Conor explora más a fondo esa vena sofisticada. Tras una extraña introducción, emerge ‘The First Day’, con la voz de Conor ligeramente filtrada, acompañada de la viveza de una instrumentación exuberante: pianos, vientos, percusiones, que crean una orgía de pop alternativo barroco y soleado, entre Grizzly Bear y Beirut y rompen en una fanfarria de coros desatados y un maravilloso estribillo. La fiesta prosigue en ‘Song in Seven’, menos fastuosa, pero aun así, arrebatadora y misteriosa: destaca la manera en que Conor degusta las palabras, las arrastra, hasta que abandona su propia canción para dejar a un coro casi fantasmagórico entonando el verso principal: «And it cut me so deep…»
La deriva californiana continúa en ‘So Simpatico’, una declaración de amor tan bobalicona como irresistible: «Oh, tan Simpatico / eres el único para mí». Hay aquí angelicales juegos de voces, un humor alegre, una melodía irreprochable, que culminan en un estupendo solo de saxo que acompaña el recitado de O’Brien y alarga el tema hasta los siete minutos, en un viaje de pop-soul que haría palidecer de envidia a Dan Bejar. La otra gran joya es ‘Circles in the Firing Line’, divertida y pegadiza, con sus coros la-la-la, su ritmo trotón y la voz de O’Brien entonando con sorna una letra que, paradójicamente, no es graciosa, sino que amaga desesperación: “I’m doing circles in the firing line, no comfort in this heart of mine / It’s been a while since that smile graced this face” (“Estoy dando vueltas en esta línea de fuego, no hay reposo en mi corazón / Ha pasado tiempo desde la última vez que una sonrisa iluminó esta cara”). Parece que va a acabar con un final instrumental bastante progresivo, cuando de repente rompe en una graciosa y espídica coda punk.
Pero temas destacadísimos aparte, es que canciones aparentemente menores como ’Momentarily’ o ‘Restless Endeavor’ son una pequeña maravilla, aunque de entrada parezcan que están ahí agazapadas, mansas, flotando en una balsa de soul y ecos lejanos de trip-hop. Y como en las vacaciones también nos puede inundar la melancolía, Conor nos anega con una emotivísima balada, ‘Full Faith In Providence’, que tiembla sobre un piano aparentemente desafinado y derivas sufjanescas, para cerrar en un crescendo final estupendo. ‘Fever Dreams’, la canción, es la más ambiciosa; la más extraña, la más psicodélica… pero también es la menos lograda del conjunto. No hay problema; Conor lo arregla con la arrebatadoramente clásica ‘Deep In My Heart’. “Tenía la urgencia de escribir algo que fuera tan generoso para el oyente como lo estaba siendo para mí”, explica O’Brien en el bandcamp de Villagers. Y lo es. Vaya si lo es.