La relación de los artistas con sus fans ha hecho historia de varias maneras. En su forma más siniestra, se llevó por delante la vida de John Lennon, amenazó la de Björk o más recientemente la de Lana del Rey, en cuyas propiedades se han colado varios intrusos. Más hilarantes son los episodios de las fans de Take That en el aeropuerto de Barajas o esa seguidora ilustre llamada Julia que solía ir a todos y cada uno de los conciertos de Morrissey.
La editorial Contra ha recuperado este año el libro ‘Starlust: Las fantasías secretas de los fans’, publicado originalmente a mediados de los 80 por Fred Vermorel, un estudioso de las celebrities y la cultura de fan, que ha escrito libros sobre Sex Pistols, Gary Numan, Adam & the Ants y Kate Moss, entre otros. En esta obra de 1985 ahora traducida al castellano por Ibon Errazkin (Single, Le Mans), recopila una serie de cartas de fans hacia sus ídolos, entrevistas, extractos de diarios y confesiones, en los que estos se dejan ver su alma hasta el fondo. Para él, estos testimonios tienen la misma o más imaginación que las canciones, y son obras de arte igual. Otra cosa es la percepción que nos dejan a día de hoy.
Si MARINA cambió recientemente su nombre por la toxicidad de sus seguidores, antes conocidos como los Diamonds, este libro llega ahora a España para hacernos ver que estas personas no han inventado nada. Ni las fans de BTS, tampoco. Esta serie de cartas dirigidas a David Bowie, Barry Manilow, Blondie, largo etcétera, saca a la luz el grado de locura que se puede llegar a alcanzar cuando una persona se obsesiona por un músico, normalmente un/a cantante, aunque hay para todos. En general, los fans masculinos que escriben cartas son más básicos, y normalmente buscan follar con su ídolo o en su defecto hacerse una paja; pero las posibilidades de las fans femeninas que aquí encontramos se antojan infinitas: las hay por supuesto que quieren acostarse con sus ídolos también; pero después las hay dispuestas a ningunear a sus propias parejas, sacrificar su vida laboral, y entregar su vida hasta la muerte. El culmen del libro es una mujer de 52 años que se cree el alma gemela de Bowie, que ha creado a Bowie y que es Bowie, todo ello a la vez.
Las historias que cuenta el libro, divididas entre decenas de capítulos, devanean entre la fascinación total y la vergüenza ajena. Por un lado, ‘Starlust’ contiene testimonios de primera mano sobre acontecimientos que forman parte de la historia del pop: al parecer, la noche que David Bowie mató a Ziggy Stardust, allí se pajeó en vivo todo el mundo. Por otro, algunos protagonistas bordean y superan lo enfermizo hasta generar la incomodidad de una sitcom al límite. Escribe el prólogo Pete Townshend (The Who), y tiene unas palabras muy curiosas, pues es a su vez ídolo y loser pajillero: «ni siquiera abría la correspondencia que me enviaban los fans. Después de todo, vivía solo y me masturbaba mucho más de lo que disfrutaba con el sexo real (…) ‘Starlust’ ha sido toda una revelación: nunca sentí que los fans fueran tan reales, tan tangibles, tan parecidos a mí mismo».
A unas primeras páginas que realmente atrapan por lo que tienen de chocantes, suceden otras que cada vez se parecen más y más entre sí. Estamos ante un libro de 1985, y casi todos los artistas tratados han perdido algo de vigencia. Entre una cantidad impensable de fans y más fans y más fans de Barry Manilow, leer ‘Starlust’ hoy es sobre todo desear, en lugar de una colección de cartas, un ensayo más analítico sobre las características sociales del público tipo que llega a sentir esta dependencia tan tóxica por su ídolo, sobre la responsabilidad de la industria musical, o sobre cómo ha sobrevivido este fenómeno que continúa 100% vigente en la actualidad en la era de las redes sociales. Como mínimo, uno se queda con ganas de leer el tipo de DM’s que debe de recibir Harry Styles.