‘Line of Duty’ llegó tarde a España. Fue en 2016, cuando la serie ya tenía tres temporadas y Movistar se llamaba Canal+. En Gran Bretaña había sido un enorme éxito, un “sleeper” que alcanzó audiencias millonarias (la emitió la BBC en abierto) y un porrón de nominaciones a los Bafta. Paradójicamente, su reconocimiento internacional le llegó a través de otra serie. El éxito de ‘Bodyguard’ (Netflix) hizo que muchos repasáramos el currículum de su creador, Jed Mercurio. Y encontramos esta joya.
Finalizadas grandes series policiacas como ‘Homeland’ (8 temporadas), ‘Bosch’ (7 temporadas) o ‘Mindhunter’ (2 temporadas), ‘Line of Duty’ (Netflix, Movistar) es la mejor de este género que sigue en antena (la séptima temporada no está confirmada pero se da por hecho). La sexta temporada, estrenada este año, ha seguido manteniendo el nivelazo. ¿Qué es lo que hace a este serie tan especial?
1. Su premisa argumental. ‘Line of Duty’ es una serie de policías que persiguen a otros policías. Sigue las andanzas del AC-12, la unidad anticorrupción (“asuntos internos” en otros países) de la policía británica. Esta particularidad hace que las tramas sean intrincadas, complejas y con múltiples sospechosos. Ya lo dice el superintendente Hastings: “Si ya es difícil atrapar criminales, más aún cuando estos son policías”.
2. Su estructura narrativa. La serie combina de forma ejemplar las secuencias de acción (hay un par de tiroteos, en la tercera y sexta, impresionantes), con las de investigación, muy meticulosas y no aptas para espectadores con déficit de atención. De hecho, las escenas culminantes son los interrogatorios. Tras el pitido del aparato de grabación -convertido en una de las señas de identidad de la serie-, comienzan una serie de tiroteos verbales tan intensos que dan ganas de ponerse a cubierto.
3. Los personajes. El trío protagonista es fabuloso. No son los típicos héroes. Tienen flaquezas, son vulnerables y muy poco simpáticos. Pero da gusto verlos trabajar juntos. Además, cada temporada incorpora a un antagonista extraordinario, todos ellos interpretados por grandes nombres de la escena británica: Kelly Macdonald (‘Trainspotting’, ‘Boardwalk Empire’), Stephen Graham (‘Snatch. Cerdos y diamantes’, ‘The Virtues’), Keeley Hawes (‘Bodyguard’, ‘Los Durrell’)… Esta última interpreta al que quizás sea el personaje más inolvidable de la serie: la inspectora Lindsay Denton.
4. Los giros de guión. Jed Mercurio manipula al espectador como un trilero en la Gran Vía de los 80. Aunque hay algunas elipsis algo tramposas, donde se nos escamotea información de forma poco sutil, en general las piruetas narrativas y los golpes de efecto dramático están muy bien integrados en la trama. De hecho, hay algunos antológicos. El final del primer episodio de la segunda temporada es de los que te deja la mandíbula en el suelo.
5. Su elogio del papeleo. Es el rasgo más insólito de esta serie. Allí donde otros guionistas prefieren meter tijera por temor a aburrir/abrumar al espectador con datos y más datos, Mercurio se recrea en describir los procedimientos de las investigaciones y en explicar cómo se van uniendo poco a poco las piezas del rompecabezas. De hecho, la mayor parte de las interacciones entre los personajes suceden en la oficina, y tienen que ver con documentos, informes y resultados de análisis. No es fácil que algo así funcione, pero lo consigue. La burocracia elevada a categoría de espectáculo televisivo.