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‘Cry Macho’: un fútil viaje al pasado de Clint Eastwood

Durante décadas las películas de Clint Eastwood parecían servir para cualquier tiempo y para cualquier generación. Veíamos las que protagonizó en los 70 cuando las ponían nuestros padres (‘El bueno, el feo, el malo’, ‘Harry El Sucio’), nos enamorábamos con las que dirigía en los 90 (‘Los puentes de Madison’), definitivamente se convertía en un artista completo que mostrar a nuestros hijos y sobrinos (‘Million Dollar Baby’).

De un tiempo a esta parte, en cambio, está siendo más difícil conectar con él, y no voy a caer en hablar de sus 91 años, aunque sólo sea porque el personaje al que interpreta en ‘Cry Macho’ soporta comentarios edadistas prácticamente a cada escena. En algún lugar de esta cinta había material para derribar el estereotipo del «macho» al mismo tiempo que se contentaba al público de la tercera y cuarta edad con unos cuantos gags al respecto, pero la película renuncia a mirar hacia el futuro para hablarnos estrictamente del pasado. Quizá por eso es necesario explicar en la primera escena que estamos en 1979 y que de ahí no nos vamos a mover demasiado.

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Clint Eastwood interpreta a Mike Milo, una vieja gloria del rodeo que viaja a México para buscar a un chaval de 13 años, hijo de un amigo al que debe unos cuantos favores. El encuentro entre ambos pulula entre la lección de vida, la «road movie» y la comedia, si bien con muy poco lustre. La vis cómica se la queda casi en exclusiva «Macho», que no es otro que el gallo que viaja con el joven, un animal con un protagonismo en el clímax final más predecible que el chiste que se hace sobre él y una cazuela. La lección de vida se reserva a una interesante escena en la que, contra todo pronóstico, Clint Eastwood habla de lo «sobrevalorado» que está ser un «macho» («hay que ser idiota para escoger una vida así»), solo que en desconexión total con lo que vemos en el resto de la película, antes y después, casi metido con calzador para tratar de llegar a una generación Z que jamás se pondrá nada de esto. Están demasiado ocupados pensando que country es Lil Nas X.

Y como «road movie» se ha quedado anticuada, por un lado dividiendo a los protagonistas mexicanos escrupulosamente entre muy buenos y muy malos, sin excepciones; y después con una serie de mujeres que caen rendidas en los brazos de Eastwood allá por donde va, de la manera más inverosímil. Que los personajes femeninos son meros adornos incluye a la madre del muchacho (Fernanda Urrejola), que parece recién salida de una telenovela de los años 90 (es bastante más ‘Kassandra’ que ‘Los Ricos también lloran’), a Marta (Natalia Traven) y a sus nietas, todas estas un complemento decorativo para Eastwood, con las que pasar el rato. ¿Tendrá claro cuántas son, siquiera?

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Con ciertos problemas de ritmo, puesto que el pobre Eduardo Minett se pasa media película ejerciendo de traductor para desesperación de la audiencia que hable un mínimo de inglés y castellano al mismo tiempo, esto es, un porcentaje escandaloso de la población actual de nuestro país, México y ciertas áreas de Estados Unidos, entre otros lugares; ‘Cry Macho’ no nos devuelve tampoco al Clint Eastwood tierno capaz de sacarnos una lagrimita. Su guión proviene de un texto que N Richard Nash escribió en los 70 y fue rechazado por el propio Eastwood, por Roy Scheider, por Pierce Brosnan, por Burt Lancaster y hasta por Arnold Schwarzenegger. Quizá debió quedarse en aquellos cajones o en las librerías. Para sorpresa de nadie, han sido 11 gallos necesarios para interpretar a Macho: por aquí ya sabíamos que los «machos» a la antigua usanza eran pura fanfarronería.

Durante décadas las películas de Clint Eastwood parecían servir para cualquier tiempo y para cualquier generación. Veíamos las que protagonizó en los 70 cuando las ponían nuestros padres ('El bueno, el feo, el malo', 'Harry El Sucio'), nos enamorábamos con las que dirigía en...'Cry Macho': un fútil viaje al pasado de Clint Eastwood