Cálida pero inquietante, íntima pero profundamente extraña, reconfortante pero capaz de desorientar, la música de Tirzah se mueve en dicotomías que parecen imposibles pero no lo son en su mundo. ‘Devotion‘, su primer disco, huía de los beats medio bailables de sus primeros epés para asentarse en un extraño cruce de R&B lo-fi, pop y electrónica casera que evocaba la serenidad de la vida doméstica. La voz de Tirzah sonaba desganada, como recién levantada de una siesta, pero las producciones de Mica Levi no podían resultar más mimadas y exquisitas. El disco fue un éxito de crítica.
Tres años después, el segundo disco de Tirzah ha llegado al mercado bajo el título de ‘Colourgrade’, que en español se traduce como «etalonaje». La palabra describe una técnica parecida a la corrección de color que se utiliza en el mundo del cine para «crear un ambiente ideal para cierto tipo de situación mediante la modificación de los colores y su temperatura en un video o escena». En ‘Colourgrade’, el ambiente es incómodo e impuro: Tirzah y su grupo de músicos formado por Coby Sey y la mencionada Mica Levi apuestan por la crudeza de las maquetas en lugar de por pulir las canciones lo máximo posible, y lo que resalta es la atmósfera extraña de la música, pero también el realismo de la voz de Tirzah -siempre tan cercana- y la corporeidad de los instrumentos.
En ‘Colourgrade’, las canciones viran más hacia lo experimental que en el álbum anterior. En la intro de la canción titular, que luego forma la base de dicha composición, la voz de Tirzah suena ralentizada y robotizada, como proveniente de una cloaca. ‘Hive Mind’ y ‘Recipe’ hacen uso de bajos graves y profundos y de otros efectos que enrarecen la producción, como ecos, atmósferas asfixiantes o tempos descompasados. ‘Crepuscular Rays’, que Tirzah considera la pieza clave de ‘Colourgrade’, no es más que un balbuceo de seis minutos que la artista y sus músicos acompañan con un drone de guitarra eléctrica y otros efectos. Si ‘Sleeping’ es una nana solo sonaría en el mundo de ‘Salad Fingers‘: el ambiente es gris, frío y grotesco más que tierno, pero la voz de Tirzah y sus letras se encargan de poner las cosas en su lugar.
Principalmente, ‘Colourgrade’ es un disco sobre la maternidad. Tirzah ha sido madre de dos criaturas entre los años 2018 y 2020 y su vida se ha tornado «cómica y mundana» porque «te pasas el día lavando botellas y poniendo lavadoras». En el downtempo de ‘Beating’, en el que los sintetizadores suenan como olas que rompen en las rocas, Tirzah celebra haber «creado vida», en el denso ‘Recipe’ promete a sus criaturas que les entregará «cada recuerdo, cada sueño, cada receta y seguridad» y ‘Sleeping’ es efectivamente una nana creada durante el sueño de uno de sus hijos que describe dicha actividad. El modo en que ‘Colourgrade’ investiga la maternidad es de todo menos azucarado y sentimental. Más bien apuesta por una intimidad casi secreta, en la que manda la ambigüedad más que la narración de historias.
La música de ‘Colourgrade’ suena íntima también en el sentido de que no puede desprender menos intención de ser apreciada por todo el mundo, lo cual no es malo de por sí, pues el disco suena desprovisto de todo estrés por el qué dirán. Y los singles son una muestra de ello: ‘Send Me‘, que apela a la calidez y a la curación, es completamente cautivador en su extremo minimalismo R&B; apenas ‘Sink In’ parece una balada clásica convencional -en su caso post-punk- y ‘Hive Mind’ es espeluznante hasta lo indecible. En otro de los cortes destacados, ‘Tectonic’, la base se compone de pequeños movimientos sísmicos sobre los cuales Tirzah canta que «cuando me tocas salgo de mi cuerpo» y «sabes que eres mío y yo soy tuya». ‘Hips’, el tema final, busca el calor… pero la música suena espacial, líquida y alienígena. Todo ‘Colourgrade’ es extrañamente acogedor, un paseo por el Londres lluvioso en el que el gris de la ciudad lo empapa todo, incluido el amor, pero por el que siempre terminan asomando destellos de «color».