Hay dos maneras de aproximarse al nuevo disco de Coeur de Pirate, el sobrenombre con el que la artista canadiense Béatrice Martin viene publicando música más o menos desde el año 2008. Si nunca has oído hablar de ella, ‘Impossible à aimer’ suena como un disco atemporal inspirado en la chanson de artistas como Françoise Hardy o más recientemente Vincent Delerm. Uno de esos álbumes que artistas amantes de lo retro como Bernard Butler y Danger Mouse han coproducido para artistas de pop como Duffy y Adele. Un conjunto de letras románticas en que el/la artista se desangra hablando de un tipo de amor que creíamos olvidado. Coeur de Pirate es esa artista capaz de «esperar en un banco, congelada hasta la muerte», como asegura en ‘Le Pacifique’, por su amor. Esa artista que habla sobre «un lamento en el viento, un amor perdido» como en ‘Une complainte dans le vent’.
La otra es que ya sepas quién es Coeur de Pirate. En ese sentido, ‘Impossible à aimer’ tiene una nueva lectura, pues el álbum es una respuesta al tratamiento que la opinión pública ha dado a su vida personal, de la que rara vez ha hablado, pero que en ocasiones ha copado titulares. Especialmente cuando se reconoció como queer, rompió con su marido, se supo de su relación con la cantante Laura Jane Grace, después volvió con su ex esposo, después volvieron a romper. Durante la promoción de este álbum ha indicado que la prensa insinuó sobre ella que «su vida amorosa era tan tumultuosa que debe de ser una persona complicada. Debe ser duro estar con ella». De ahí el nombre del álbum y de ahí muchas de estas letras que hablan del dolor y de la soledad.
La balada que abre el álbum se llama ‘Une chanson brisée’ y se define como “una canción de heridas a medio abrir”. Lleva un piano que lo mismo podría ser de Adele que de Yann Tiersen, y nos habla sobre estar con alguien que mantiene otra relación (“mis amigos se preocupaban al vernos volver juntos / porque sabían que tu ex te estaba esperando en su habitación”). ‘Le monopole de la douleur’ es una canción de despedida tras tanto «dolor, aburrimiento y pasión por los demás» y el disco se despide con ‘Hélas’. Entre aquella canción a capella que cerraba el disco más grande de Alanis Morissette y los filtros de voz tipo Bon Iver, Coeur de Pirate asiste desesperada al renacer del amor cuando ya lo daba por perdido: «No sé qué hacer / ¿de las cenizas podemos renacer? / No soy más que un ser solitario / con miedo a ser abandonado».
La inseguridad a flor de piel deja en la primera parte las mejores composiciones del disco, especialmente el single ‘On s’aimera toujours’, una gran grabación de pop orquestado que debería estar sonando en todas las playlists de hits. A continuación, remite a Fleetwood Mac el country-folk de la mencionada ‘Une complainte dans le vent’ y brillan también ‘Le Pacifique’ y ‘Tu ne seras jamais là’ pese a su título pseudoparódico. La cara B es algo inferior, pero se agradece que sea mucho más ligera tras tanta trascendencia, con números abiertamente pop como ‘Dans l’obscurité’ y el electro ‘Crépuscule’.
Es esta una canción de letra más sexual, aunque incluso ahí irrumpe cierto deseo de volver a la inocencia («aún espero que la niña que era reencuentre la paz, las risas, la libertad sin fin»). Han sido tiempos tumultuosos para Coeur de Pirate, pues además de todo lo relatado ha perdido la voz -este año sacaba también un álbum a piano-, ha tenido que someterse a una operación y ahora mismo no puede tomar la medicación que otros cantantes pues está embarazada de su segundo bebé. Ha logrado captarlo, al menos: hay un momento en ‘On s’aimera toujours’ en que apostilla en su pre-estribillo «nos amaremos siempre, creo», resumiendo la incertidumbre que destila todo el álbum.