El séptimo álbum de Víctor Algora encierra cierta voluntad conceptual. ‘Pódium’ es, en palabras del propio artista, «la historia de alguien que nació perdiendo», el relato de una persona que ha sufrido un «sistema que maltrata, invisibiliza y humilla al diferente». El arte del disco -y su propio nombre- es lauro, victoria, belleza; el trasfondo más bien heridas, traumas y moretones.
Los temas del álbum son oficialmente «la homofobia, la soledad, la frustración, la falta de referentes y la violencia sistémica», algo muy perceptible en unas letras explícitas pero no demasiado obvias, bastante poéticas, que apelan al bullying en repetidas ocasiones. El single ‘Días de nieve’, construido en torno a un piano un tanto Keane o primeros Coldplay, habla de un niño que desea que el autobús nunca llegue, que aguanta desnudo en «la terraza para que suba la fiebre» y así poder quedarse en casa, a salvo de sus acosadores. «Ensayaré frente al espejo el gesto perfecto, el amor correcto», indica, en sintonía con ‘Liebre’, una huida de la violencia llena de miedo: «Dime, niño, dime, cuánto aguantará la flor en el bolsillo de tu chándal / Dime, niño, dime cuánto puedes aguantar debajo del agua sin respirar».
En la línea, ‘Los amantes de Magritte’, que toma su nombre de la famosa pintura surrealista en la que vemos a dos amantes cubiertos por una tela, confiesa: “temo besarte confundido en impaciencia por si alguno levanta la tela”, “qué puedo inventarme, perdóname por vivir”, y su estribillo repite secamente las palabras «maricón, maricón». Una historia de aceptación similar a aquella escena en que el protagonista de ‘Los juncos salvajes’ (André Techiné) repetía este insulto frente al espejo, como para reconocerse a sí mismo.
Esta voluntad convierte a ‘Pódium’ en el ‘PUTA’ de la comunidad LGTB+, pues además comparte con la obra maestra de Zahara la renuncia a una parte de nuestro ser por el camino. ‘Marina’ puede recordar a una persona que hemos perdido (“cuántas veces pensé en llamarte, ahora sé que no respondería nadie”) pero sobre todo pone en relieve lo triste que es cómo nos perdimos a nosotros mismos entretanto: “ahora me miro de reojo en los cristales, y no veo la persona que soñaba ser / Cómo se ha apagado el fuego de mis ojos, es la única pregunta que debería hacerme”. Para cuando llega la canción final ‘Pódium’, de manera significativa el corte titular, Víctor Algora nos está hablando de lo amarga que resulta, tras las llagas, la victoria que supone haber sobrevivido, al menos. «Desde lo alto veo al fin la ciudad que destruí», concluye tras haber anticipado que «es gélido el metal en el cuello de los triunfadores».
Son puntuales las colaboraciones en el álbum, pero ambas muy relevantes en tanto que llaman la atención sobre el poder del último pop español: Megane Mercury (‘Ritmo asesino’) aparece en ‘Liebre’, mientras que Valdivia, de carrera claramente en alza, aporta unos coros de lo más evocadores en esa pista final. Algora apuesta en este álbum de nuevo por una producción muy sobria, que a veces apunta a alguna gloria de los años 80 como Giorgio Moroder (el baladesco, presente en ‘Polvo’), pero más bien pasada por el filtro del siglo XXI. Es Joe Goddard quien podría haber producido ‘Luna de cazador’, el último single ‘Medalla de oro’ o introducido la trompeta en ‘Los amantes de Magritte’.
El aroma tristón de todo en ‘Pódium’ salpica también las historias de amor y ‘Kreuzberg Blues’ nos habla de «cómo suena Berlín sin mí» y «Madrid sin ti». SPOILER: no es muy alegre. Algora contrarresta ese sabor a derrota con algunos números más uptempo, como la guitarrera ‘La destrucción del mundo’ y una ‘Cornamentas’ en la que las bestias tratan de lamerse las heridas entre sí. Y es que toda esta mochila no impide que Víctor continúe desarrollando su erotismo. Aunque incluso en su propio atractivo se adivina cierto trauma. ‘Medalla de oro’ es uno de sus típicos números de electrónica minimalista, bastante sexy (“me mordías la nuca como cuando follan los gatos, y me quemaba la espalda tu medalla de oro”), pero sobre todo agridulce (“comenzó la cacería, yo era tu premio”). ¿Alguien buscando aprobación ajena, acaso?