‘Air‘ fue compuesto y grabado entre giras. Para ‘The River and the Stone’ Morgan se juntaron en una casa en Francia, cerca de Biarritz, con el productor Campi Campón. No sé hasta qué punto la pandemia les afectó. En diferentes entrevistas ellos explican que salieron relativamente indemnes: su último concierto fue el 25 de febrero de 2020 y ya tenían planeado parar una temporada para preparar este disco. Pero algo sí que les debió afectar, porque ‘The River and the Stone’ es su disco más reconcentrado.
También el mejor grabado. El sonido de ‘The River and the Stone’ es exquisito. Los temas parecen reducir un poco el horizonte estilístico y se concentran entre la balada folk-rock un punto épica, un punto grandilocuente, pero contenida, y el blues rock. Ciertamente, el disco no puede arrancar mejor. ‘Hopeless Prayer’ es tensa y solemne, y lo suficientemente sentida. Apenas está sostenida en un piano algo nervioso, sobre el que reina Nina de Juan. En poco más de dos minutos y medio, Nina es capaz de compensar lo tétrico de la melodía con su voz luminosa; sin duda, es uno de sus grandes triunfos compositivos. Y luego está el hit del disco, ‘River’, un pegadizo tema de blues rock de lo más redondo, con amenazantes coros góspel, pianos cabareteros y palmas, en la onda de los Black Keys; los buenos, los de ‘Brothers’ y ‘El Camino’. También subyuga ‘WDYTYA?’, con su inicio tan Dire Straits. Es una pizca AOR quizás, pero sale triunfante gracias a la melancolía que emana y a las filigranas vocales de Nina, que apabulla y emociona pero sin alardear. O el cruce improbable entre Alabama Shakes y Sufjan Stevens que es la optimista ‘On and On (Wake Me Up)’.
Pero en la segunda mitad del disco algo se tuerce. Morgan siguen ofreciendo temas bien pertrechados, muy bien producidos y tocados… Pero todo va resbalando inexorablemente hacia terrenos anodinos. ‘Alone’ a priori se presenta como la canción principal del álbum; es la más larga (supera los siete minutos), contiene un desarrollo ambicioso y sinuoso: coros, órganos, líneas de sintetizadores vintage, varía progresivamente de la balada sinfónica al folk-rock poderoso. Y aun así, no acaba de despegar. Si no fuera por la fuerte personalidad de Nina, que brilla contra viento y marea, sería difícil de digerir. ‘Paranoid Fall’ puede resultar simpática o desfasada, según te coja; es la pieza más hard-rockera de todo el disco, repleta de guitarras cabalgantes y riffs jevirulos. ‘A Kind of Love’, con toda su fanfarria a la Queen, no acaba de cuajar, y eso que su atmosférico prólogo es muy prometedor. Pero le pierde su desvarío medio country medio glam.
El baladón del disco es ‘Un recuerdo y su rey’. La canción-en-castellano de este disco no alcanza los niveles de ‘El sargento de hierro’, suena demasiado tópica. Pero aun así funciona: lo más bonito es cómo la voz de Nina se quiebra y sus preciosos arreglos de voces del final. Sin embargo, no logra quitar el gusto de boca regular que provoca el tramo final del disco. Su escucha puede resultar algo frustrante, porque deseas que te gusten todas las canciones. Porque están creadas con mimo. Porque sientes que Morgan ponen todo su empeño en sonar mejor que nunca. Porque están cerca de resultar memorables, pero esta vez se quedan en la orilla.