En uno de los vídeos promocionales de ‘I Don’t Live Here Anymore’, en concreto en el de la canción que da título a este quinto trabajo de The War on Drugs, vemos a la banda de Adam Granduciel junto a Lucius entonando esta canción con la ciudad de Los Ángeles al fondo. Es una de esas imágenes -la de los rascacielos- que definen América, como, salvando las distancias, aquel vídeo que a Ryan Adams se le ocurrió grabar frente a las Torres Gemelas, exactamente 4 días antes de su caída. En esta canción, el mundo de la banda también se ha desmoronado («he tenido mucho miedo de todo / necesito una oportunidad para renacer»), por lo que tratan de salir del fango con el sonido que han ido creando a lo largo de su trayectoria, y que define América también.
Las canciones de los autores de ‘Lost in the Dream‘ nunca han ocultado sus raíces, en ocasiones resultando una recreación demasiado fidedigna. ‘I Don’t Live Here Anymore’ contiene no uno sino dos homenajes a Bob Dylan, pues por un lado hay un guiño a ‘Shelter from the Storm’ (la frase «A creature void of form») y por otro una mención expresa («Como cuando fuimos a ver a Bob Dylan / y bailamos ‘Desolation Row’ / Pero ya no vivo aquí / No tengo ningún sitio donde ir»). Adam Granduciel cuenta igualmente que ‘I’m on Fire’ del Boss ha sido la inspiración de ‘Change’. Estos dos grandes nombres empapan muchos otros momentos de este álbum, como antes otros anteriores de la banda; solo que por el camino The War on Drugs han sabido también marcar el curso de otras bandas amigas como The Killers, e incorporar detalles a un repertorio ya lleno de los mismos.
‘A Deeper Understanding‘ (2017) vio a The War on Drugs crecer por el camino de lo sintético. En ‘I Don’t Live Here Anymore’ se sigue esa línea: Adam, que reconoce lo importante que ha sido el guitarrista Anthony Lamarca para desarrollar el ritmo de ‘Change’, se nos muestra como un músico capaz de tocar la guitarra acústica, la eléctrica y el piano en la mayoría de los temas, así como un Hammond en tres de las canciones, un Wurlitzer en otras tres, un 808’s en ‘Victim’, un Prophet-6 en ‘I Don’t Wanna Wait’, un Korg K2 en el tema titular, y un Mellotron en las dos últimas pistas, entre otros.
Los teclados y sintetizadores llevan voluntariamente muchas de estas canciones hacia los años 80, sin que pierdan atemporalidad o contexto. ‘Harmonia’s Dream’ recibe su nombre de la banda alemana de los años 70 , con esos teclados acariciando de derecha a izquierda y viceversa en tu par de auriculares favoritos; ‘Victim’ está duchada de efectos, mientras en ‘I Don’t Wanna Wait’ la voz está procesada al modo de las voces en bandas de sonido tan distinguido como Radiohead.
Es esta última una composición en la que Adam Granduciel lucha, como siempre, por salir del laberinto eterno que parece su cabeza, siempre sin perder la esperanza de llegar a buen puerto. A cada «me perdí en la oscuridad» sucede un «pensé que llegaría a algún lado»; a cada «¿te estoy hiriendo por nada?» sucede un «tengamos un poco de fe». Es por eso que las melodías y las producciones de The War on Drugs han de resultar tan constructivas, incluso aunque visiten viejos hogares que ya no son tales (‘Living Proof’), se quejen de haber «nacido mal y en el día equivocado» (‘Change’), ser «víctima de nuestro propio deseo» (‘Victim’) o plantear «qué sería de mí sin ti» (‘Occasional Rain’). Siguiendo por el camino hacia la luz, ‘Wasted’ no puede sonar más pop.
Granduciel, que ha sido padre recientemente, como manifiesta en ‘Rings Around My Father’s Eyes’, un tema en el que trata de cerrar cuentas con sus propios ancestros, otorga a sus creaciones un carácter poético y también revitalizante más por sus arreglos que por sus sencillos textos. Así se siente ya en los primeros 60 segundos del álbum, bellísimos, y por el modo en que va situando esos pilares. Los desarrollos instrumentales siempre han sido un fuerte para The War on Drags y aquí eso se mantiene, por ejemplo, en los dos últimos minutos de ‘Change’, la vitalidad que aportan cosas como ‘Wasted’, el ritmo y la percusión de la desaforada ‘Victim’ y la construcción mediante clímax armónico de ‘Old Skin’.