En ‘Red’, la película de Pixar estrenada hace unas semanas en Disney +, cuatro amigas adolescentes se preparan para el momento más importante de sus vidas: el concierto de 4*Town, su grupo favorito. “Entraremos a ese concierto siendo niñas”, explica una de ellas, “y saldremos siendo mujeres”. Este no es el tipo de reflexión que haría una niña de 13 años, sino el que haría una guionista de 32 (Domee Shi), pero sí es una descripción pertinente del efecto que las boy bands tienen en su público: ofrecen fantasías eróticas inofensivas y representan una masculinidad ideal que no existe en el mundo real.
A nivel social y comercial, los Backstreet Boys son la apoteosis de la cultura boy band. En solo cinco años, entre 1996 y 2001, vendieron 100 millones de discos y hoy siguen siendo lo que la mayoría de la gente piensa al escuchar las palabras “boy band”. La catedrática en estudios culturales Diane Railton opina que este tipo de grupos ofrecen a las chicas “un descanso del mundo real” y les dan un espacio seguro en el que proyectar sus fantasías, deseos e inseguridades. “Esto implica que esas estrellas del pop deben centrarse en las necesidades de esas niñas en vez de en las suyas propias o en su credibilidad musical. Deben entender qué es lo que a las chicas les falta en su día a día y proporcionárselo en forma de fantasía”, analiza Railton.
Los Backstreet Boys le ofrecían a esas chicas atención, respeto, erotismo, humor, romance y sexualidad no agresiva. Y, por supuesto, le hacían sentir especial aunque fuese con letras genéricas (“Eres la única para mí, la única que necesito, mi éxtasis”, cantaban en ‘We Got It Going On’) o que incluso la anulaban como individuo (“No me importa quién seas, de dónde vengas, lo que hiciste, siempre y cuando me ames”, en ‘As Long As You Love Me’). Nada era tan importante en una canción de Backstreet Boys como la chica a la que se la cantaban. Ellos cinco, a diferencia de los chavales del colegio o del instituto, jamás se iban a reír de ella, a engañarla o a agredirla. La masculinidad de Backstreet Boys era sensible, etérea, pasiva, insegura, entregada, dependiente y sumisa. Era, en definitiva, una masculinidad femenina.
El videoclip de ‘Quit Playing Games’ (With My Heart) tiene lugar en una cancha de baloncesto, pero los chicos no la usan para jugar al baloncesto sino para posar semidesnudos, empapados por la lluvia y sufriendo por amor. Así, el espacio masculino (la cancha) se reescribe como espacio femenino: en 1996 mirar a cámara con la boca entreabierta y el torso mojado era algo que hacían a menudo las mujeres, pero bajo ningún concepto los hombres. Al adoptar ese imaginario, los Backstreet Boys se ofrecían voluntariamente como objetos sexuales.
Nick Carter, cuyo arquetipo era “el inocente” y solía vestir con ropa blanca, no mostraba su torso porque era menor de edad y su madre lo prohibió. Pero al ser el cantante principal de ‘Quit Playing Games’ la cámara se centraba en su cara y, con sus expresiones de placer echando la cabeza hacia atrás con los ojos cerrados, evoca la semiótica del sexo (femenino) en la cultura popular, cuyo código tradicional consiste en que durante el orgasmo los hombres echan la cabeza hacia adelante y las mujeres hacia atrás.
La académica Jennifer Moos, en su ensayo ‘Boy Bands, Drag Kings y la performance de las masculinidades queer’, destaca cómo la lluvia en este videoclip hace que los músculos de los cantantes brillen, pero también “los sumerge en un ambiente suave y líquido”. “A diferencia de los «cuerpos duros» o los «cuerpos armadura» que se caracterizan por ser impermeables al exterior (los ataques, la lluvia) y al interior (las emociones, las lágrimas), los cuerpos expuestos en ‘Quit Playing Games (With My Heart)’ se vuelven permeables en ambos flancos: apenas podemos distinguir entre la lluvia y las lágrimas, entre el agua que cae desde fuera y el que sale desde dentro. En un culto centrado en la dureza, una de las peores cosas que le puede pasar a un hombre (especialmente en un espacio público) es que le expongan como «blando». Y las lágrimas son uno de los marcadores más explícitos de ‘blandura’”, analiza Moos.
Y a un nivel más costumbrista, lo que ese videoclip transmitía era un concurso de Miss Camiseta Mojada pero con chicos. Incluso aparecen torsos desnudos, mojados y arqueados sin que se vea la cabeza de sus dueños, en una cosificación explícita entonces generalizada entre las mujeres pero casi inédita entre los hombres.
Los Backstreet Boys, por tanto, ofrecían una manera de consumir erotismo sin consecuencias y socialmente aceptada bajo la coartada de la música. Las boy bands no eran referentes masculinos. Ningún chico aspiraba a ser Nick Carter o Kevin Richardson, sino que estaban hechos a la medida de lo que excitaba a una chica adolescente. Ellos abrazaban este rol con sentido del humor: en su primera portada para Rolling Stone, una revista de rock seria, aparecían vestidos de traje pero con los pantalones bajados. (Los NSYNC llevaron mucho más lejos la autoconsciencia respecto a su cosificación: en el vídeo de ‘Bye Bye Bye‘ eran marionetas y en el de ‘It’s Gonna Be Me‘ eran directamente muñecos metidos en cajas en el inmenso pasillo de un centro comercial)
Las coreografías también eran un rasgo típicamente femenino en el pop. Como cualquier persona que fuese a discotecas recordará, en los 90 los hombres sencillamente no bailaban. Las pistas de baile se distribuían en grupos de chicas bailando en el centro rodeadas de grupos de chicos completamente rígidos. De vez en cuando, uno de los chicos se atrevía a meterse en el centro para ligar con una chica, molestarla o las dos cosas a la vez. Pero ellos nunca bailaban, bajo ningún concepto. (A menos que botar durante ‘Chiquilla’, ‘20 de abril‘ o ‘La fiesta pagana’ se considere bailar).
En el vídeo de ‘As Long As You Love Me’ esta sumisión a la mirada femenina se vuelve más explícita. Los cinco chicos posan, sonríen y bailan para un grupo de ejecutivas que les están haciendo un casting. Hay algunos elementos típicamente masculinos en el vídeo, pero están descontextualizados: una pelota de baloncesto sin canasta, un taco de billar sin mesa de billar o un coche descapotable en medio de un salón, pero la situación en la que aparecen los BSB es esencialmente femenina. Al principio, Brian incluso le coloca la camisa a Nick en un gesto de intimidad.
Las letras de sus canciones exultaban un sentido melodramático del amor: “Prefiero morir a vivir sin ti” (‘I’ll Never Break Your Heart’), “Me gustaría darte el mundo” (‘All I Have To Give)’, “Dejo mi vida en tus manos” (‘As Long As You Love Me’). Una vulnerabilidad masoquista y sumisa que estaba en sintonía con los estereotipos femeninos de la época: ellos no vivían el amor como chicos veinteañeros, que era lo que realmente eran, ellos vivían el amor como niñas adolescentes.
Por último, ser un producto de marketing también era un rasgo femenino. Tomar clases de baile, presentarse a un casting y dejarse moldear por un manager (que a menudo tenía intereses sexuales) era un proceso aceptable para una chica, pero no para un chico. La sola idea de desear ser una estrella del pop ya resultaba indigna para un hombre. Ellos debían dedicarse a la música casi por accidente o haber formado una banda en su garaje, que es un espacio tradicional de credibilidad masculina. En el caso de Backstreet Boys su creador fue Lou Pearlman, un hombre de 40 años que invirtió 3 millones de dólares en su campaña de lanzamiento.
En los 2000, varios hombres acusaron a Lou Pearlman de tocamientos inapropiados. Describieron cómo el manager les daba masajes no solicitados, les acariciaba los abdominales e incluso les agarraba la entrepierna durante los ensayos. “Básicamente todo era una excusa para que Lou pasase tiempo con cinco chicos guapos”, aseguró su socia Sybil Hall, “Lo que a él le gustaba era sacarlos a cenar”. O como resumió Rich Cronin, “Os juro por Dios que ahora sé lo que se siente al ser una piva”.
(Lou Pearlman falleció de un ataque al corazón en 2016, a los 62 años, mientras cumplía condena por haber creado una de las mayores estafas piramidales de la historia de Estados Unidos. Para entonces, tanto Backstreet Boys como su otra banda de éxito, NSYNC, le habían demandado por quedarse con su dinero)
Las boy bands calan entre los adolescentes gays porque, además de ofrecer una fantasía erótica, ofrecen una masculinidad alternativa a la hegemónica que, por lo general, les resulta opresiva
Los Backstreet Boys representaban ideales de masculinidad tan artificiales que ni siquiera sus propios integrantes estaban a la altura. En el documental de 2013 ‘Show ‘Em What You’re Made Of’ Kevin Richardson contaba que todavía se acordaba de cómo se dice en alemán “¿Quieres hacerme una mamada?” (willst du mir einen blasen?), porque se aprendía esa frase en el idioma de cada país que visitaba. AJ McLean reveló en 2000 que días antes había discutido con su novia y, al escuchar una canción de la banda en la radio, cogió un bate y destrozó el aparato mientras gritaba “¡Que le jodan al grupo!”. Brian Littrell, el más conservador y religioso de los cinco, criticaba que la sociedad girase tanto en torno al sexo pero luego aclaraba que de vez en cuando iba a clubs de striptease: “Soy un tío, hago cosas de tíos”. Howie Dorough presumía de que les encantaba tirarse pedos: “Somos hombres, nos los tiramos con orgullo”. Y Nick Carter, a quien sus compañeros definían como “un masturbador crónico”, contaba que un día
le gastaron a Howie una broma: en una canción del concierto cada cantante subía a una fan al escenario y a Howie le pusieron “una que no era muy guapa, una de las gordas”. Por supuesto, este tipo de anécdotas nunca se publicaban en la revista Super Pop.Para muchas chicas adolescentes, los Backstreet Boys fueron a la vez su porno, su ‘Star Wars’ y su fútbol. Su porno porque los BSB representaban un vehículo para su expresión sexual y una coartada para gritar obscenidades que la sociedad no les permitía decir en otros contextos; su ‘Star Wars’ porque despertaban un culto que solo podía saciarse mediante el coleccionismo de fotografías, el aprendizaje de datos y el consumismo; y su fútbol porque asistir a un concierto suyo significaba gritar dando rienda suelta a sus emociones más primarias rodeadas de otras chicas que sienten lo mismo.
AJ McLean incluso contaba, con visible incomodidad, que algunas chicas que se le acercaban tenían orgasmos mientras él les firmaba el autógrafo. En 2017, la periodista Carly Lewis recordaba en un artículo de Vulture su fanatismo infantil por los Backstreet Boys. “Yo no me daba cuenta, en la cima de mi devoción, de lo desviado que debía resultar que unas niñas, no unas chicas adolescentes, sino unas niñas, deseasen con tanto ardor a cinco hombres adultos. El espectáculo de suspirar por mi Backstreet Boy elegido [Kevin, el más mayor, con 28 años] está íntimamente ligado al momento en el que sonó una campanita en mi cabeza indicándome que mi sexualidad estaba lista”, escribió Lewis.
Parte del proceso madurativo de cualquier chica también implica descubrir que sus gustos serán sistemáticamente despreciados por la cultura hegemónica. De hecho, la crítica musical especializada a menudo utilizaba a las “niñas histéricas” del público para desacreditar musicalmente a los Backstreet Boys. En 1999 el crítico Dan DeLuca describió un concierto de Backstreet Boys en Philadelphia como “horrible, horriblemente anodino para cualquiera que no esté motivado por sus impulsos hormonales”. El crítico de The New York Times, Jon Pareles, presentó a esas hordas de niñas como una amenaza contra la autoridad del crítico de rock, el árbitro tradicional del valor de la música popular. “Esta temporada pertenece a las brigadas del pop infantil. El aplauso está pasado de moda, la reacción más ansiada por la cultural popular ahora mismo es el chillido de una turba de niñas. Cuando se dirige hacia hombres, ese chillido significa una fantasía romántica que está testando unas respuestas hormonales recién descubiertas. Y desde hace unos años, su volumen ha ido creciendo hasta el punto de amenazar con acallar cualquier cosa que aspire a atraer al público adulto”, sentenció en un artículo titulado «Cuando el pop se convierte en un juguete» que, además, ignoraba deliberadamente que algunos de los mayores mitos del rock (Elvis Presley, los Beatles) despegaron gracias al apoyo de esos chillidos adolescentes.
Las críticas contra Backstreet Boys estaban teñidas de desprecios misóginos y homófobos
Esta corriente de pensamiento estaba tan asentada que la revista Bravo, en su sección “Tablón BSB” en la que las fans enviaban poemas, dibujos y opiniones, había un espacio para que las fans se desahogasen, hartas de que la gente (novios, compañeros, hermanos mayores) se rieran de ellas y de los Backstreet Boys. Esto, claro, no ocurría con productos culturales consumidos por niños como ‘Bola de dragón’, ‘Los Goonies’ o las pegatinas de motos.
Por todos estos motivos, las críticas contra Backstreet Boys estaban teñidas de desprecios misóginos y homófobos. Y los propios BSB estaban al corriente de este prejuicio. Nick Carter señaló la sensibilidad romántica del grupo como la causa de su fracaso inicial en Estados Unidos: “Cuando sacamos nuestro primer álbum lo que se llevaba era Snoop Dog y Nirvana, nosotros estábamos en el lado equivocado de la rueda”. Brian Littrell contaba que en el colegio le llamaban “mariquita” por ir por los pasillos canturreando estribillos de New Kids On The Block. Tras ver el videoclip de ‘Quit Playing Games (With My Heart)’, Kevin Richardson le rogó a la discográfica que eliminasen sus planos con el torso húmedo (no le hicieron caso). “Mucha gente nos desprecia porque no empezamos actuando en bares”, lamentaba Richardson, “Pero donde sí actuamos fue en los institutos de toda América y, tío, los adolescentes son un público muy duro”. Especialmente los chicos, que como explicaba hace poco Nick Carter acudían a sus shows solo para llamarles maricas y tirarles objetos.
Chris Cole, autor del podcast Waking Up Bipolar, recordaba en su autobiografía lo difícil que le resultó crecer oprimido por la masculinidad normativa: “A veces un chico era marica porque lloraba. Otras, porque escuchaba a los Backstreet Boys”. Un reportaje de portada de la revista musical Spin en 1998, titulado “En la cama con los Backstreet Boys”, entrevistaba a varias fans y una de ellas decía que su novio le hacía rabiar diciéndole que no eran más que “unos maricones que no saben cantar”. Chris Martin confesó que cuando era adolescente sus grupos favoritos eran U2 y Take That, lo cual le llevó a replantearse su orientación sexual porque cómo podía ser hetero si le gustaba tanto una boy band.
Uno de los primeros vídeos virales de internet fue una parodia de ‘I Want It That Way’ titulada ‘Which Backstreet Boy is gay?’, con referencias a llevar ropa de mujer, jugar al croquet, escuchar a los Village People o tener el culo dolorido. En una de sus giras, Offspring sacaba cinco muñecos hinchables vestidos como los Backstreet Boys y los destrozaban con bates. Los líderes de la banda de Brit Pop Oasis, Liam y Noel Gallagher, declararon que alguien “debería disparar” a los BSB. (La réplica de los Boys no pudo ser más recatada: “Que se vuelvan a Londres”, dijo AJ; “Su opinión no significa nada para nosotros”, añadió Kevin). Y, por supuesto, Eminem se declaró “anti-Backstreet” en su canción ‘Marshall Matters’, en la que rapeaba sobre sus ganas de matar a todas las boy bands: “Estos putos niñatos no saben cantar y Britney es basura, menuda puta más retrasada; veo a todos los mariquitas sonriendo en las revistas, ¿qué fue de perder la cabeza y ponerse violento? New Kids On The Block chupaban pollas, las boy bands me ponen enfermo. Estoy deseando pillaros en público, maricones”.
Del mismo modo, el grupo de punk-pop Blink 182 hizo una parodia del videoclip de ‘I Want It That Way’ con ‘All The Small Things’. Los tres integrantes iban apareciendo en situaciones afeminadas (correr por la playa, lamer un telescopio, posar semidesnudos) intercaladas con muestras de su verdadera personalidad, que por supuesto era marcadamente masculina (no saber bailar, tocar instrumentos, hacer caca). El humor debía neutralizar cualquier atisbo de homoerotismo accidental. Pero en un giro perverso de los acontecimientos ‘All The Small Things’ fue número 1 en MTV y gracias a que los chicos de Blink 182 eran, en realidad, igual de normativamente atractivos que los Backstreet Boys, el grupo se convirtió en un fenómeno de fans adolescentes como el que pretendían ridiculizar.
Si algo tienen en común la mayoría de integrantes de boy bands es el complejo y la vergüenza que sienten por serlo. Tras una gira mundial con Backstreet Boys, McLean se embarcó en una gira de bares bajo el nombre artístico Johnny No Name cantando versiones de Stone Temple Pilots o Rage Against The Machine. Y, aunque al principio los BSB se mostraron orgullosos de su espíritu sensible y “afeminado”, lo cierto es que en cuanto rompieron lazos con sus managers originales en 1998 su imagen giró hacia una masculinidad más tradicional.
El vídeo de ‘I Want It That Way’ no trataba sobre el amor o sobre “la chica”, sino sobre el poder que los Backstreet Boys habían adquirido: tenían un jet privado, aterrizaban en un aeropuerto cerrado para ellos y actuaban rodeados de fans. Pero ahora ya no se ofrecían a ellas, sino que les daban la espalda en una actitud más de estrella del rock arrogante que de estrella del pop ofrecida. En el vídeo de ‘Larger Than Life’, una canción que literalmente trataba sobre el amor de sus fans, decidieron presentarse a sí mismos en las antípodas de aquellos semidesnudos mojados de ‘Quit Playing Games’: aparecían enfundados en armaduras robóticas y libraban una guerra intergalática. Dos referentes, el militarismo que marcaría a Estados Unidos en los primeros años 2000 y los blockbusters de Hollywood, mucho más masculinos que los de sus videoclips anteriores.
Después de Eminem (el Backstreet Boy del rap) y de Chris Martin (el Backstreet Boy del rock), llegaron muchos más. Nick, Kevin, Brian, Howie y AJ corrieron para que Justin Bieber, Adam Levine, Zac Efron, Ryan Philipe, Josh Hartnett, Chris O’Donnell, Fredie Prinze Jr u Orlando Bloom pudieran volar. Los tatuajes dejaron de sugerir peligro para erigirse como el mínimo común denominador de la estética masculina (hasta el punto de que, en 2014, un presidiario literal se convirtió en un sex symbol cuando la policía publicó su foto de arresto en Facebook y al salir de la cárcel hizo carrera como modelo). En 2012 los protagonistas de Magic Mike liderados por Chaning Tatum, que es más Backstreet Boy que varios de los auténticos integrantes de los Backstreet Boys, no solo bailaban ‘I Want It That Way’ en su espectáculo de striptease para mujeres enfervorecidas sino que en su tiempo libre debatían sobre los datos de la trayectoria musical de BSB como si estuvieran hablando de rugby o de la NBA. En 2018, el fundador de Facebook Mark Zuckerberg publicó un vídeo cantando ‘I Want It That Way’ en un karaoke junto a Kanye West.
Hoy el término “boy” tiene mucho más valor social que “man”, que durante siglos fue la palabra más valiosa de la cultura occidental. Muchos chavales en Tik Tok se someten voluntariamente a la mirada lasciva de sus espectadores y la buscan mediante el exhibicionismo físico, la sensibilidad o incluso el baile. La masculinidad es hoy artificial y mediatizada y su valor no se mide tanto en coches, violencia o posición profesional como ocurría antes. Ni siquiera en potencia sexual. Hoy el valor de la virilidad se mide en cuántas miradas de deseo eres capaz de atraer. Hoy, todos los chicos son un poco Backstreet Boys.
Los verdaderos Backstreet Boys, por su parte, siguen en activo y bailando con el mismo entusiasmo que el primer día. Esta semana han anunciado su gira DNA 2022, que parará el 4 de octubre en Madrid y el 6 en Barcelona. Hace tres años dieron un concierto en Madrid y, hacia la mitad del show, Brian y Kevin se metieron detrás de un biombo para desnudarse y arrojar al público su ropa interior. “A lo largo de los años”, iba explicando Brian, “Nos tirasteis montones de bragas y sujetadores. Hoy ha llegado el momento de devolveros el regalo”. Esta vez, nadie se rió de ellos.