Columna

The B-52’s anuncian su gira final: por qué siempre molaron mil

The B-52’s han anunciado su gira de despedida. Será, en sus palabras, su «última gira en el planeta Tierra» y tendrá lugar exclusivamente en Estados Unidos. En nota de prensa, Fred Schneider ha declarado que «después de medio siglo en carretera, es hora de reventarlo por última vez junto a nuestros amigos y nuestros fans». Por su parte, Cindy Wilson ha señalado que se siente «bendecida» por «haber tenido una carrera increíble en la que hemos animado a la gente a bailar, a cantar nuestras canciones y a ser quienes quienes realmente quieran ser».

Que la nueva gira de The B-52’s vaya a ser la última parece significar el fin definitivo de la banda, que no publica álbum nuevo desde 2008. En todo este tiempo, sus integrantes han publicado material en solitario, pero ‘Funplex’ parece que será para siempre también su álbum definitivo.

The B-52’s es, en pocas palabras, una de las bandas más guays de la historia. También una de las más infravaloradas, a tenor de lo poco que está en boca de las nuevas generaciones. Ciertamente su carrera ha dado tumbos, pero cuentan con varios álbumes excelentes, un sonido y estilo únicos que influyó a gente tan dispar como Madonna o Kurt Cobain, y una generosa ristra de hitazos que aún hoy suenan frescos. Además, The B-52’s protagonizaron uno de los mejores «comebacks» de todos los tiempos.

El grupo se formó en 1976 en Atenas, Georgia, estado del que es oriundo su colega Michael Stipe. Empezaron dando conciertos caseros, que ganaron fama de ser realmente divertidos, y en 1979 publicaron su primer disco. Armados con una estética retro-futurista, cómica y medio infantiloide que les hacía parecer personajes de una serie animada, The B-52’s asimilaron el sonido post-punk de la época, pero le aplicaron colores chillones y lo hicieron divertido. A menudo sus canciones, como ‘Planet Claire’, llena de sonidos de código morse y melodías de película de serie Z, eran tan absurdas como suena, y podían nacer de ese mismo sentido del absurdo. Cuando Ricky Wilson le enseñó a Kate Pierson por primera vez ‘Rock Lobster’, le dijo que había escrito «el riff más estúpido que jamás has escuchado». Se convirtió en un éxito y hoy es uno de sus temas señera.

Ese aroma a peli de ciencia ficción de bajo presupuesto impregnaba todo el debut de The B-52’s, pero también había algo decididamente pop en su propuesta. No solo en su estética ultra-60s o en su mismo nombre (el b-52 es un tipo de peinado que asemeja una colmena y que fue muy popular en los 60) sino también en su música. Había algo crudo en las melodías de guitarra de Ricky Wilson, que inventó su propia técnica, y cuando querían, Cindy Wilson y Kate Pierson se desgañitaban cantando, como en la parte de ‘Dance This Mess Around’ -probablemente su mejor canción- en la que Wilson invita al oyente a bailar con ella porque ella «no es un queso Limburguer». Sin embargo, cuando armonizaban juntas, sus melodías eran dulces como una nube de azúcar.

Desde su debut, The B-52’s dejaron clara su propuesta de «party band», y durante años ellos mismos se han proclamado la «mejor banda de fiesta del mundo». Sus canciones eran divertidas y absurdas, pero además eran muy buenas, por los que era imposible no tomarse al grupo en serio, como hizo ya entonces uno de sus fans más célebres, John Lennon, quien decía que con el éxito de los B-52’s sentía que, por fin, el pop le había pillado el ritmo a Yoko Ono. Aquel disco sentó las bases de su sonido de art-punk chalado, sonido que para muchos el grupo mejoró en ‘Wild Planet’, un segundo disco más refinado, pero en el que el espíritu del debut persistía. ‘Private Idaho’ era otra fiesta (curiosamente, el grupo no tocó en Idaho hasta 2011), ‘Give Me Back My Man’ era irresistible (Facebook me recuerda que tal día como hoy en 2010 compartí la letra del estribillo de esta canción en mi muro) y ‘Strobe Light’ un rockabilly perfectamente tallado en su estilo.

Tras lanzar dos álbumes más electrónicos que no lograron igualar la aceptación de los primeros pese a la calidad de singles como ‘Legal Tender’ o ‘Summer of Love’, y tras el fiasco de su disco con David Byrne que terminó convirtiéndose en un extraño EP llamado ‘Mesopotamia’, la fiesta de The B-52’s vivió un parón en los 80 cuando Ricky Wilson murió a consecuencia del sida. Sus compañeros de banda (solo Shcneider) no sabían que padecía la enfermedad, ni siquiera su propia hermana. No quería preocuparlos. Sus incomparables tonos guitarreros ya no iban a sonar en las canciones de la banda nunca más, y The B-52’s pensaron que no podrían continuar. Sin embargo, el destino les deparaba buenas noticias, y en 1989 publicaron ‘Cosmic Thing’, el disco más vendido de su carrera.

Aupado por el single ‘Love Shack’, que se convertiría en la canción insignia de The B-52’s por delante de ‘Rock Lobtser’, 10 años después, y que hoy suma 150 millones de reproducciones en Spotify, ‘Cosmic Thing’ equilibraba el sonido fiestero clásico de la banda con otro más maduro y adulto inspirado en el sonido de las radios rock universitarias de la época. Así, incluso los singles más festivos, como el maravilloso ‘Roam’ o ‘Channel Z’, transmitían un inequívoco poso melancólico a la vez que invitaban a mover las caderas «de un lado a otro». Por su parte, ‘Deadbeat Club’ capturaba perfectamente la nostalgia que provoca recordar aquellos dulces años de juventud que pasamos en la universidad con los amigos, pero se abría con una intro abiertamente cómica.

Desde ‘Cosmic Thing’, es decir, en 30 años, The B-52’s solo han publicado dos álbumes más. El político ‘Good Stuff’ (1992) era igual de reivindicable: su single homónimo era otro hit delirante de The B-52’s que representaba perfectamente a la banda en ese momento de su carrera, y ‘Revolution Earth’, de temática ecológica, era otro single espléndido que hoy toca escuchar más que nunca. Por su parte ‘Funplex’ actualizaba el sonido de The B-52’s en la era del bloghouse, con resultados más o menos acertados, mientras las voces de sus integrantes lograban sonar exactamente igual que 20 años atrás, de manera que solo Iker Jiménez puede entender.

El grupo, que en 1994 vivió otro éxito cuando cantó la canción principal de la película de ‘Los Picapiedra’, sí se ha hartado a tocar en directo en todo este tiempo, pero parece que su carrera terminará para siempre el próximo mes de noviembre. A falta de sorpresa de última hora, solo queda exclamar: «¡no soy una Limburger!» Quiero decir: ¡larga vida a los B-52’s!

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Publicado por
Jordi Bardají
Tags: the b-52's