JENESAISPOP asistió a la pasada edición del Festival de Málaga, que arrancaba con la expectación por ‘Alcarràs‘, apenas días después del histórico Oso de Oro a Carla Simón en la Berlinale. En un gesto que a algunos les pareció generoso y a otros condescendiente, la productora de ‘Alcarràs’ decidió renunciar a competir en la Sección Oficial, para dar oportunidad a otras películas. Pero tras la proyección de ‘Cinco lobitos’ -que curiosamente se había estrenado en la Berlinale también, en la sección Panorama-, y a medida que pasaban los días, se iba haciendo más unánime entre la prensa la idea de que, en caso de haber competido la película de Simón, ‘Cinco lobitos’ no se lo habría puesto nada fácil. De hecho, acabó llevándose no solo la Biznaga de Oro (máxima distinción del Festival), sino también los premios a Mejor Guión, Mejor Actriz (ex-aequo para sus dos protagonistas, Susi Sánchez y Laia Costa), el Premio ASECAN a Ópera Prima, el Premio del Jurado Joven y el Premio Feroz Puerta Oscura. Nada mal para una película que supone el debut de su directora, y cuya premisa es bastante sencilla: Amaia, una madre primeriza, afronta el primer año de su bebé. Pero la verdad es que ninguna de las dos cosas es 100% cierta.
Desde que se licenció en Filología Inglesa por la Universidad de Deusto y tras su paso por la ECAM, Alaúda Ruiz de Azúa ha acumulado una importante experiencia en distintos cortos y, sobre todo, en publicidad, aunque ‘Cinco lobitos’ suponga su debut en el largo. Y la película no va -o no solo va- de “una madre primeriza que afronta el primer año de su bebé”. De hecho, aunque rápidamente se ha colocado a Ruiz de Azúa junto a Carla Simón, Arantxa Echevarría, Belén Funes, Pilar Palomero y Clara Roquet por aquello de que son todo mujeres quienes se han llevado el Goya a Mejor Dirección Novel desde 2017 (este año todo apunta a ella o a Carlota Pereda), hay algo que ‘Cinco Lobitos’ comparte con todos estos debuts -con la excepción de ‘Carmen y Lola’-, y no es solo la alegría porque se esté reconociendo y abriendo la puerta a más mujeres en la industria española. Es que todas estas son películas en las que parece que no pasa nada… y realmente “pasa” mucho más que en otras películas donde no dejan de suceder cosas.
Sin ir más lejos, lo que en otras hubiese sido el final aquí es prácticamente el punto de partida: la protagonista, desbordada, pide ayuda a sus padres, y se muda al pueblo con ellos. Eso, lejos de funcionar aquí como un deus ex machina que solucione el conflicto de Amaia, acaba creando unos cuantos más, a la vez que mitiga otros… como la vida misma. Y es que uno de los puntos fuertes de ‘Cinco lobitos’ es la naturalidad de sus personajes, sus situaciones e interacciones, colocando al espectador casi como voyeur de una familia en la que te pueden caer todos mal, y al rato querer darles un abrazo. Ruiz de Azúa reconoció
a Daniel Mantilla de El Español la influencia de Hirokazu Kore-eda y Yasujiro Ozu: revisó su cine antes de rodar “no tanto por copiar algo, sino porque quería hacer una película que resultara muy emocional desde un sitio muy cotidiano”.Además de por la labor de su directora, a esto ayudan las fantásticas interpretaciones de su reparto: Laia Costa y Susi Sánchez están sencillamente maravillosas, mimetizándose e invirtiendo sus roles por momentos a medida que avanza el metraje, y tanto Mikel Bustamante como Ramón Barea cumplen con creces en un segundo plano que viene tanto por el foco narrativo como por sus dos tipos de ausencias. Existe una ausencia física regalito de nuestro sistema, y otra ausencia más emocional, la del personaje de Barea: “no es un villano, es un hombre de su época que no ha tenido las herramientas, ni una educación emocional que no se construye de la noche a la mañana”, comenta la directora, haciéndolo extensible también a esa generación: “entendían los cariños desde otro sitio. Para ellos, el afecto es cuidar a las personas, ser fuerte y, cuando pasa algo, enfrentarlo con mucha entereza. Esa manera de no hablar las cosas choca con mi generación, que ha sido más infantil, ha crecido más tarde”. Esto se expresa con maestría tanto en escenas sin diálogo (las miradas entre marido y mujer mientras él canta el ‘Txoria txori’ comunican más de lo que se dicen en prácticamente todo el filme) como en conversaciones (ese “tu aita ha sido un marido pésimo, pero un buen padre”).
Ruiz de Azúa destaca especialmente en su tratamiento del día a día y los sentimiento de esta familia entre ellos, mostrándolo sin maquillaje y sin edulcorar nada, pero a la vez comprendiéndolos, tanto en la visión de la maternidad (no hace falta que la peli sea un dramón con madre drogadicta para que en una escena se le caiga el bebé -ni mucho menos para que no le apetezca dar el pecho) como en la que ya hemos comentado de la familia, la experiencia y el legado. Es muy interesante el viaje de Amaia, que poco a poco irá entendiendo a su madre, y que pasa de pedir ayuda a sus aitas para que la cuiden como cuando era pequeña, a descubrirse cuidándolos y continuando el “ciclo sin fin” de Simba.
Hay un diálogo indirecto entre dos de las mejores frases de la película: “mañana será otro día de mierda, y luego otro, y otro”, y “todas esas vidas que no vives son siempre perfectas”. Se pronuncian en momentos distintos del metraje y, sobre todo, con un tono y una intención muy distintos. Una se dice fruto de la desesperación y la rabia, sin pararte a pensar en que lo que estás diciendo puede hacer daño, y otra desde el afecto y el cuidado, eligiendo las palabras con cariño para que consigan ayudar y sanar aunque sea un poquito a quien las está escuchando. Y lo cierto es que las dos representan muy bien el espíritu de ‘Cinco lobitos’.