Música

«Ninguno como el BBK»: razones y recomendaciones

Más de media vida yendo a festivales y últimamente parece que lo único que repito es esta frase. ¿Me he quedado tonta? ¿Me está afectando el txacolí? ¿Quiero ser vasca? ¿O es que el Bilbao BBK Live es una de las propuestas más interesantes de los festivales nacionales de estos tiempos?

El BBK, festival del que JENESAISPOP es medio oficial, no es solo ese cabeza de cartel que puede que lleves años (o toda una vida) queriendo ver en directo, tampoco sus siete escenarios o el fresquito de la noche bilbaína. Lo que se vive en Kobetamendi (parque natural que acoge el evento) y lo que rodea al propio festival vale la pena una y cien veces incluso cuando algún año el cartel haya flojeado. También cuando llueve y acabas embarrado ante el escenario principal. Allí está Bilbao que te acoge, te alimenta y te agota lo justo para que año tras año quieras volver.

No es el festival que cuente con más veteranía (arrancó en 2006) pero ha evolucionado adaptándose a una demanda real de música en directo en la que se mezclan estilos actuales y el pop-rock de siempre, bandas internacionales y nacionales, artistas con solera y noveles, además de una propuesta de música electrónica que lo convierte en puro caramelo. Se han ido añadiendo espacios que completan la oferta como Lasai (música tranquila con vistas increíbles a la ciudad) o Basoa (el bosque de la electrónica) donde lo mismo puedes bailar dubstep al caer la tarde o desfogarte con tecno hasta el cierre.

En realidad el BBK no ha cambiado tanto como algunos creen. ¿Sabíais que en su primera edición actuaron The Cardigans? Y también Placebo (que vuelven este año, por cierto). Y en todo este tiempo han sabido cuidar su marca, sus instalaciones y la decoración (que quien quiera fotos cuquis las tendrá también), sin parecer una franquicia festivalera más, integrando todos estos elementos en el parque natural y manteniendo su identidad. Los escenarios principales jamás se solapan y eso ayuda a no volverse muy loco con eso de “me pierdo la mitad de lo que quiero ver”. Los escenarios pequeños nos acercan a grupos más modestos o a propuestas más íntimas y la carpa siempre se convierte en una fiesta (o en resguardo cuando acecha el xirimiri). Además durante el día hay conciertos en varios puntos de Bilbao que amenizan la hora del vermú y al ser abiertos para todo el público hacen que cualquiera pueda formar parte del ambiente festivo que toma esos días la ciudad.

Tom Hagen

Mucha gente elige alojarse en el camping, del que he oído historias divertidísimas y que “no es tan chungo como los de otros festivales”. Aunque el alojamiento en la ciudad puede ser un problema. La alta demanda de apartamentos y hoteles eleva los precios sobremanera y de un tiempo a esta parte hay que estar preparado para este desembolso. Aunque lo más importante para elegir alojamiento tras el precio sería la zona. Si tiene metro cerca, aunque esté alejado de los puntos de llegada de las lanzaderas (San Mamés y BEC) puede ser un punto a favor, ya que Bilbao dispone de metro nocturno los fines de semana (tras la pandemia se ha ido restaurando este servicio para viernes, sábados y vísperas de festivos). Además, el servicio de taxis en la ciudad funciona bastante bien y aunque a ciertas horas toque hacer cola suele ser bastante fluido.

Sea donde sea que tengas tu lecho esos días, si se tiene tiempo, no dejéis de pasear por Bilbao y la Ría. Visitar el mercado de la Ribera y recrearse en sus puestos de gildas. La vermutería Promenade en Abando viene muy a mano tras los conciertos de Gran Vía (Sala BBK), vermús variados que te preparan al gusto. Y de ahí lo suyo es hacer una visita a la tienda de vinilos Power Records

en el mismo Abando, y si nos quedamos con ganas de más tenemos Flamingo Records, cruzando la Ría, en la calle Esperanza.

Se puede visitar el Guggenheim o el museo de Bellas Artes, ir de pintxos por el Casco Viejo o perderte por otros barrios y descubrir comercios y restaurantes increíbles, con suerte no tan concurridos como en el centro. Comer bien es fácil en Bilbao y fundamental para aguantar el festival. También para subir con decencia la cuesta de Kobetamendi hasta el acceso. Las lanzaderas no pueden llegar hasta ahí y cuando ves el trecho que aún te queda solo consuela pensar que a las 4 o 6 am se hará mucho más ligera al bajar. Además puedes unirte a la gente que monta su fiesta fuera y hacer la subida más llevadera. Y tampoco hace falta lloriquear tanto, chica (esto va para mí, pero bienvenidos aludidos). Hay un truqui para no tener que subir la cuesta, se llama “transporte público” (aunque yo lo llamo “el festibús”) y hasta aquí puedo leer, que ya bastante concurrida va esa línea a media tarde #sorrynotsorry.

En cuanto al avituallamiento dentro del recinto, se dispone de un montón de opciones y muchas zonas de descanso donde poder comer a gusto tu comida favorita. Hay puestos de comida para todos los gustos más allá de la porción de pizza 4 quesos. Solo hay que tener en cuenta las largas colas que pueden darse, especialmente en hora punta. Pero te organizas y listo, ¿vosotros no incluís en vuestro planning conciertil “a esta hora se cena”?

Las barras, sin embargo, rara vez están saturadas y, en el caso de que toque esperar un poco más, siempre hay alguna no muy lejos que dispensa bebida al instante. Lo bueno de Bilbao es que nadie te mirará raro si pides un kalimotxo, ni querrán venderte el vino por un lado y el refresco por otro (esto me ha pasado demasiadas veces en otros festivales, pfff). Y si lo tuyo es el vino con limón o naranja tampoco tendrás problema; si das con camareros de la zona memoriza las palabras pitilingorri o txurrumuski que te facilitarán bastante la comanda.

Punto importante: los baños. Podría decir que el BBK es el festival en el que de media menos he esperado en mi vida para orinar. No pretendamos llegar y besar el santo en los baños de al lado del escenario donde acaba de actuar Rosalía. Pero hay tropecientas cabinas donde no se espera casi nada, búscalas. Otro punto importante: las pulseras no se canjean en el recinto del festival sino en puntos específicos en Barakaldo y Bilbao. Para algunos puede ser un fastidio, pero evita colas y aglomeraciones en la entrada y se agradece. Y sí, alguna vez han fallado las pulseras contactless de acceso y pago, pero desde mi experiencia siempre ha sido algo aislado, sin demasiado perjuicio.

Y sumando un punto y otro… y otro a favor, ¿cómo no vas a querer volver todos los años? Llegó la pandemia y en ningún momento me planteé solicitar el reembolso del abono comprado meses antes, porque sabía que iba a volver, aun con la certeza de que pasaría bastante tiempo (una pandemia es una pandemia, por mucho siglo XXI que nos acontezca). Lo tenía claro, mi abono del BBK 2020 se quedaba conmigo. Con las ganas contenidas de estos dos últimos años volveré al monte Cobetas con energía suficiente como para subir cada escalón que atraviesa el barrio Altamira en la ladera de Kobetamendi (negaré haber escrito esto, ¡claro está!). Y quizá este sea buen foro para agradecer la paciencia que tienen esos vecinos al aguantarnos cada año. ¡Larga vida al BBK!

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Publicado por
Angèle Leciel