Música

Gran reconciliación con los Strokes en Primavera Sound

Primavera Sound llegó anoche a su penúltima jornada temiendo nuevas masificaciones, sobre todo tras la suma de aquellas personas con entrada de día para ver a los Strokes la semana pasada. En mi experiencia personal, sin grandes dramas ni esperas significativas en barras y baños excepto el momento en que actuaba el cabeza de cartel.

La de anoche fue toda una reconciliación con los Strokes. Estoy seguro de que su sonido no logró inundar hasta a la última de las decenas y decenas y decenas de miles de personas congregadas en el Estrella Damm y el escenario contiguo; la visibilidad en demasiadas zonas, es reducida. Pero el grupo se entregó como pocas veces se le ha visto en festivales.

A lo largo de las dos últimas décadas, hemos visto conciertos mejores y peores de los Strokes, con un Julian Casablancas a menudo oculto tras unas gafas de sol y medio ido, con dificultades para conectar con el público. No fue el caso de lo de anoche: lo que nos encontramos fue un Julian con muchas ganas de cháchara, con muchas ganas de excusar su cancelación por covid-19 de la semana pasada, con muchas ganas de bromear sobre quién era el enfermo (“¡fui yo!”) y con muchas ganas de entregarse.

Hubo momentos erráticos: su micrófono en la primera canción, ‘Bad Decisions’, comenzó apagado. Hubo un momento en ‘New York City Cops’ en que cada Stroke parecía ir a su bola, como si de repente hubieran dejado de oírse por el pinganillo. Pero el concierto relució gracias a un repertorio excelente: se metieron enseguida a la gente en el bolsillo con ‘Hard to Explain’, que sonó en segundo lugar; ‘Juicebox’, que sonó la cuarta y ‘Someday’, que sonó la quinta. Cuando llegó ‘Reptilia’, la mayor fiesta de la noche, la gente estaba totalmente dentro. ‘You Only Live Once’ y ‘Take It Or Leave It’ mantuvieron arriba los ánimos con exactamente todo lo que esperamos de un cabeza de cartel.

Tras la última ‘Under Cover of Darkness’, Julian lucía contento en las pantallas, tan feliz que hasta se le olvidó la cazadora. Volvió a por ella por alguna razón, pese a que aguardaba un bis sorpresa con ‘Threat of Joy’.

Menos satisfactoria fue la experiencia de ver a The Smile en este marco incomparable junto al mar. La nueva banda de los principales miembros de Radiohead junto al batería de Sons of Kemet actuaba en el anfiteatro ahora llamado Cupra. En mi cabeza, me disponía a atender a su concierto concentrado y sentadico, consciente de que ahí obviamente no iba a sonar absolutamente nada de Radiohead, preparado para uno de esos shows «de texturas».

Allí no cabía ni un alfiler, en cambio, era imposible sentarse en el graderío ni en ningún lado con un mínimo de visibilidad, y sin pantallas a los lados del escenario (sí había alguna en exteriores), me llevó un rato identificar desde dónde sonaba la voz de Thom Yorke o dónde estaba Thom Yorke en absoluto. Seguro que la culpa es mía por llevar las lentillas más de 8 horas puestas. Poniendo mucho de tu parte -todo lo que puedas poner un viernes después de haberte levantado a las 6 de la mañana en otro punto del país para hacer Ready for the Weekend, el pan de la panadería de moda o aquella labor que implique tu oficio, lo cierto es que musicalmente el show de The Smile resultaba exquisito.

Primavera Sound

Desestructurado y sin una línea artística definida, entre los momentos más electrónicos, como ‘Waving a White Flag’, los más acústicos como ‘Skrting on the Surface’ y los más rockeros como hacia el final ‘You Will Never Work in Television Again’; el concierto de The Smile era de aquellos de los de recrearse en lo bien que suenan punteos cosquilleantes, sintetizadores, percusión y sobre todo la preciosa voz de Thom Yorke, que estoy seguro de que fue la clave para que de allí, pese a los altibajos de ritmo y un repertorio aún demasiado joven y bastante desconocido

, nadie desertara. Un concierto bonito, aunque hay cierto tipo de cosas que no funcionan programadas más allá de la medianoche. Lo aprendí en un FIB viendo a Beth Gibbons a las 3 de la madrugada, en concreto observando a la gente desmayada en el suelo.

Mucho más animado fue el show de Run the Jewels, que tuvo el humor de comenzar con una emisión de ‘We Are the World’. Una horterada que quizá El-P y Killer Mike pincharon en serio, pues por supuesto su concierto fue un llamamiento a la paz, una celebración de que un festival de música tiene que ser «un lugar seguro». Killer Mike estuvo entregadísimo en sus bromas sobre la masturbación («¡damos asco!», gritó), en su llamada a la lucha de clases o en su presentación de temas como ‘Stay Gold’. Especialmente celebrada fue ‘Nobody Speak’, su colaboración con DJ Shadow, y el show se despidió con la estupenda «a few words» y después con un bis con ‘Run the Jewels’. Ya quedaba mucha menos gente, pero muy entregada y Killer Mike prometió volver pronto.

Creía que mis compañeros catalanes habían exagerado con la distancia a la que se encuentra el llamado «Escenario Mordor». A la gente le cuesta andar lo equivalente a 2 paradas de metro. Pero no. Lo del Escenario Mordor es realmente harina de otro costal, en un festival que ya había admitido bromas sobre una parada de AVE propia, mucho antes de esto. Un festival paralelo al Primavera Sound solo que también llamado Primavera Sound aguarda al otro lado de un puente y apuesto a que más de uno se va del Fòrum sin averiguar que tal cosa existe. Los escenarios Tous y Dice están más enfocados al technazo, con gente como SPFDJ, creando un universo aparte de fiesta, brazos en el aire y gafas de sol, ya aparte de la creación de la Boiler Room Cupra, que ya es otro universo en sí mismo a su vez, con su cola interminable para acceder, solo que mejor situada. Realmente fascinante. Me tuvieron que echar de Mordor con agua caliente.

Danny L Harle era el responsable de cerrar el Escenario Cupra entre 4 y 6 de la mañana con una celebración del sonido PC Music que tanto está entusiasmando a la muchachada. Llenazo de nuevo para su sesión, tras el fiestón del otro día en Razzmatazz, recordando regularmente estar recreando el club ‘Harlecore’ al que apela su excelente disco del año pasado. Sonaron canciones como ‘Take My Heart Away’ mientras atendíamos a proyecciones no sé si futuristas o vintage, del tipo CD, y la única pega es que el escenario cerró antes de lo indicado. Nunca entenderé por qué cierran accesos a diferentes baños antes de tiempo mientras en las barras se continúa vendiendo cerveza. Una reflexión profunda: todo lo que entra tiene que salir por algún lado.

Cerraba así una variadísima jornada en la que también destacaba el gran concierto de Lorde, y que había comenzado a la tarde con un muy buen concierto de pop-rock, crepuscular de Courtney Barnett. Había algo poético en atender a letras de temas como ‘Rae Street’, mientras observabas todo. «Hay una cosa que sé, que el sol saldrá hoy y mañana, nos queda un largo, largo camino por recorrer», cantaba Barnett mientras veías a gente llegar para verla, gente irse a Lorde, a Rigoberta, a bailar tecno, a ver a artistas de los que jamás habías oído hablar… Miles y miles de personas yendo a sitios, por todas partes.

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Publicado por
Sebas E. Alonso