Música

No solo Chemical Brothers o Morad, también Nu Genea triunfan en el Sónar

El Sónar celebró su tercera y última jornada más aireado: la ola de calor remitió ligeramente y por fin se podía estar a gusto al sol. Finalizado el Sónar, el festival ha confirmado la asistencia de 122.000 personas a lo largo de tres días: es el segundo mejor dato de su historia, solo por detrás de la edición 25 aniversario, que cerró con 128.000. Foto: Clara Orozco

Sentada frente su piano se encontraba La Chica en uno de los primeros conciertos de la jornada. La cantante franco-venezolana llenó el SonarPark con su aura mística y su espiritualidad, y también con sus aullidos imposibles y aporreos de piano. También interpeló a la audiencia de diversas maneras y por diferentes razones. Dedicó un tema a «todas las mujeres del planeta porque somos brujas y venceremos», cantó «para los muertos» y, después de explicar que ha lidiado con la pérdida de su hermano, invitó al público a sanar sus heridas emocionales con el poder de la música,. En la final ‘Agua’ animó a la audiencia a corear la melodía «del cielo cae agua, lluvia poderosa» y se creó un momento mágico de unión, mientras ella cantaba por encima acompañada por una leve percusión de cumbia.

Poco después a Morad se le quedó pequeño el mismo recinto. No esperaba menos ya que el cantante del Hospitalet está situado en el Olimpo del mainstream, pero aún así me impactó la cantidad de gente que había congregada para verle, de todos los estilos y todas las edades. Para que se entienda, los artistas que han actuado en el SonarPark han solido atraer a pequeñas masas de gente en las primeras filas. Sin embargo, las masas en el concierto de Morad ocuparon todo el largo y ancho del recinto.

El artista salió al escenario con intención de reivindicar la calle. Salió vestido con chándal, indumentaria a la que ha llegado a dedicar una canción, que cantó en directo, e incluso afirmó que «en todos sitios de Barcelona donde me veáis llevaré chándal». Durante el show de Morad quedó claro que es importante para él reafirmar su origen humilde desde su posición privilegiada en la industria porque su vida no ha sido precisamente un camino de rosas. De hecho, el cantante que, en todo momento, se mostró simpático y majo, no dudó en arremeter contra la policía, y con su comentario se ganó más aplausos.

En los momentos previos a que empezase el show de Maria Arnal i Marcel Bagès se palpaba un ambiente de intriga, el que suele generarse cuando el público está a punto de presenciar un espectáculo nuevo. ‘Hiperutopia’ representa la reinvención de las canciones de ‘Clamor‘ en un contexto más electrónico (‘Fiera de mí’ sonó remezclada) pero, sobre todo, supone un show mágico con la presencia del Coro de Chicas del Orfeón Catalán, compuesto por más de una veintena de personas. Sus voces atravesaron todas las canciones, de las más litúrgicas a las más bailables y viscerales, pues incluso la tralla trance del final quedó iluminada por sus voces. Eran un rayo de luz que perforaba la oscuridad.

Ataviada con un vestido blanco formado por harapos (o algo así), Maria Arnal pareció la líder de una comunidad pagana, lo cual se acrecentó a medida que avanzaba el concierto, cuando hasta las coristas salían a bailar el tecno como poseídas por el espíritu de ‘Midsommar‘. Las bases tectónicas de Marcel sonaron crespas y afiladas mientras el productor se bebía una cerveza, como consciente de que nadie le iba a prestar demasiada atención frente al espectáculo que montaban Maria y sus coristas.

‘Hiperutopia’ dejó un momento curioso cuando Maria «invitó» al escenario a Holly+, el alter ego digital de Holly Herndon. De la nada apareció en el escenario un extraño instrumento que parecía un órgano que se tocaba solo. No se entendió el funcionamiento del instrumento, ni su relación con Holly, ni siquiera quién era Holly+, y si se puede reprochar algo a Maria Arnal y Marcel Bagès es que no explicaran mejor esta parte del concierto. Por lo demás, ‘Hiperutopia’ fue un show mágico y emocionante. Foto: Roncca

El descubrimiento de Sónar de Día llegó claramente con Nu Genea. La banda napolitana montó una auténtica fiesta de ritmos funk y disco clásicos que no dio tregua y que podría haber durado una hora más sin problema. La gracia de Nu Genea es que su música contiene un claro poso mediterráneo o veraniego, y si algunas de sus melodías vocales suenan inspiradas en la bossa nova, las de sintetizador acarician el aire con una sensibilidad arábiga. Sin ir más lejos, su disco se llama ‘Bar Mediterraneo’ y sus canciones están hechas para sonar durante una puesta de sol en verano. A la hora que tocaron, a eso de las 8 de la tarde, no podía apetecer más un concierto suyo. Y qué concierto: la banda de músicos demostró una musicalidad apabullante, y la vocalista cantó con suma fuerza y expresividad. A veces incluso buscaba las notas operísticas de una Yma Sumac. Fue una gozada presenciar la sinergia de la banda cuando armonizaba la misma melodía con diferentes instrumentos (incluida la voz). El momento álgido llegó con un solo de saxofón que atravesó la atmósfera. Y la vivacidad de canciones como ‘Tienaté’ o ‘Merechià’ contagió al público.

Que Dios me perdone por dedicar a una jam band napolitana más palabras que a los Chemical Brothers pero poco nuevo (por no decir nada) se puede decir de su show, el mismo que hemos presenciado varias veces en otros festivales. Yo he estado en presencia de sus robots gigantes tanto en el Low Festival como en el Bilbao BBK Live, y en ambos casos el de los Chemical Brothers me ha parecido uno de los mejores shows musicales que he visto en mi vida. También es verdad que el factor sorpresa ayuda y que, sin él, se convierte en un show más predecible, aunque no por ello menos impactante. Los espectaculares visuales, llenos de color y de personajes desquiciados, que huyen desesperadamente hacia algún lado o caen al abismo; los disparos lumínicos que amenazan con fusilar a los presentes, los mencionados robots y otros humanoides gigantes que dan el mismo terror… refuerzan el impacto de los pepinazos de los Chemical Brothers, que por poco hicieron colapsar el recinto de La Fira, ya en Sónar de Noche. ¿Alguien en las primeras filas sobrevivió acaso? Foto: Nerea Coll

El siguiente reclamo del sábado era Arca, que ofreció un espectáculo decadente centrado en los ritmos del reggaetón y otros más electrónicos. La venezolana o bien pinchaba detrás de la mesa, o bien cantaba delante de la misma. Bailaba un poco, pero no mucho, que diría Amaia, y se la veía bastante estática en el escenario, quizá porque iba embutida en un corpiño metálico que le descubría las tetas, y no le permitía moverse demasiado. El momento en que más se movió, la productora se agachó, enseñó su culo cubierto por un tanga, y a continuación descubrió el ano, proyectado en primerísimo plano a través de las pantallas. Foto: Clara Orozco

La energía en el show de Arca fue extraña. A la productora le faltó recibir más energía de su público, al que se percibió cansado después de varios días de festival. Sin embargo, su set avivó el ambiente con sus ritmos reggaetoneros y los beats destructores que la caracterizan. Nadie entendió por qué decidió acabar el show con un solo de piano distorsionado y desafinado que a nadie le apetecía escuchar. Nada que no pudieran solver las siguientes sesiones de electrónica que se avecinaban, como la de Eric Prydz, con las que el público del Sónar descendió definitivamente a lo más hondo de la noche. Y con los ritmos de The Blessed Madonna amaneció un nuevo día.

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Publicado por
Jordi Bardají
Tags: sonar