A duras penas recordábamos algo sobre el fenómeno Locomia cuando el documental sobre la errática trayectoria de la banda ha terminado en boca de todos. Fundado en Ibiza por su miembro principal Xavier Font y fichado por una gran discográfica por el capo José Luis Gil, Locomia realmente nunca vendió muchísimos discos. Lo que sí lograron a finales de los 80 fue convertirse en un fenómeno conocido por todos los españoles, dado su vistoso paso por todos los platós de televisión de la época, además dando el salto a lo grande a Latinoamérica, donde aun a día de hoy se encuentran sus principales seguidores. Unas fans muy locas, en su momento capaces de arriesgar su vida por perseguir a sus ídolos -sacando sus cuerpos de coches en marcha a 100 km/hora- y de destrozar teatros enteros por devoción absoluta hacia sus cuestionables coreografías.
De alguna manera nos olvidamos de todo esto, por lo que el director Jorge Laplace se ha dedicado en cuerpo y alma a poner en valor la trayectoria de Locomia, su lugar en la historia del pop, por diferentes vías. La más interesante es el enfrentamiento entre artista e industria. Incluso en su retrato autoparódico de absoluta marica mala, Xavier Font sobrevive a las entrevistas del documental como ideólogo del grupo. Representa el concepto, la originalidad, la artisticidad, el carácter y el carisma. «Soy un manipulador, pero manipulo con amor», proclama en el primero de los tres capítulos con más cara que espalda.
Casi tanta como la de José Luis Gil, que no se corta un pelo en representar la peor cara de la industria discográfica en la era más agresiva de la misma: aquellos tiempos en que la gente se gastaba la pasta en comprar muchos discos. Con mucho olfato, es Gil quien provoca el giro musical del grupo con la asistencia del productor Pedro Vidal, al que se llama «inventor del bakalao«, quien graba el fraseado estrella del tema ‘Locomia’ porque los chicos no sabían cantar ni lo que era rapear, y sobre todo registra el nombre de la formación.
De manera absolutamente grandiosa, estos dos grandes villanos se han prestado a rodar planos de sí mismos como traídos del mismísimo averno, sobre fondos rojos y verdes, turbios como ellos, en medio de una línea gráfica completamente delirante que es pura fantasía. Explica Jorge Laplace que este documental es sobre una «guerra» y solo han faltado efectos de misiles y bombas. Sí hay referencias a cañonazos.
Por si fuera poco aliciente, la docuserie se ha subido al completo un 22 de junio, a tiempo para el verano, la ola de calor y sobre todo el Orgullo LGTB+. Los diferentes miembros del grupo cuentan que fueron obligados a firmar un contrato que les obligaba a mantener oculta su homosexualidad. Se les prohibía «asistir a locales que por su reputación pudiera perjudicar al grupo», y se mencionan como tales clubs gays o saunas, y se explicitaba que su maquillaje “nunca podría exceder lo considerado lógico, dentro de una estética masculina”. Cuenta José Luis Gil, sin rodeos: «¿por qué te vas a dirigir al 15% del mercado, en lugar de al 100%? Una presión que llevaría a Juan Antonio a abandonar, siendo sustituido, de manera humillante, por un chaval rubio de rasgos parecidos a él (uno de los componentes fallecidos en 2018, Santos Blanco
El documental presenta así a Locomia como pioneros LGTB+, pues aunque no pudieran salir del armario, sufrieron la homofobia de la época en una España que se presumía moderna entre los Juegos Olímpicos y la Expo, pero estaba muy lejos de serlo. «Pierdes más aceite que la furgoneta de Locomia» y «Locomia maricón» fueron algunos de los chascarrillos más imaginativos, convirtiéndolos en una referencia de lo diferente, como después lo sería, por ejemplo, Lady Gaga. «Con ellos aprendí que ser diferente molaba», explica una fan que sabe Dios dónde han localizado. «Sin salir del armario se puede ayudar a la gente, abrir un camino», explica otro que ídem.
Entre entrevistas a diferentes miembros del grupo, en su momento muy populares, al icónico Capi y a Valeria Vegas, entre otros, ‘Locomia’ no elude la Operación Abanico que llevó a Xavier Font a prisión por tráfico de popper y éxtasis, ni los turbulentos cambios de formación desde antes incluso que la guerra entre Xavier y José Luis explotara. Más superficial es la aproximación musical que se hace a la banda, probando que la composición y la producción eran realmente lo de menos en un grupo cuyos razón de ser y emblemas fueron los abanicos, las hombreras, los colores tipo Parchís y los zapatos puntiagudos.
Nadie aquí se pone a hablar de la moda house, del revival de estos beats en manos de artistas como Charli XCX o Beyoncé, ni de cultura ball o vogue, ni tampoco del limitado éxito discográfico de Locomia. Su primer disco, el más popular, jamás pasó del puesto 35 de ventas en España. ¿Alguien recordaba que aquello se llamó ‘Taiyo’? ¿Que incluía un tema dedicado a ‘Gorbachov’ al que supuestamente este dio el visto bueno? De manera un poco pérfida y malvada, a la altura de sus protagonistas, el director Jorge Laplace ha contrapuesto la declarada «madurez» del grupo en su tercer disco con letras extraídas del mismo absolutamente ridículas. O a Xavier Font criticando la época de mayor éxito del grupo: «no era el tipo de música que yo hubiese hecho». Un constante «para mear y no echar gota»; un documental en el que no puedes parar de frotarte los ojos.