Un nuevo disco de Nina Nastasia en 2022 resulta algo totalmente extraordinario: sus fans seguramente habían perdido ya la esperanza de material nuevo después de doce años sin editar nada. Y ahora que conocemos la historia terrible que encerraba ese bloqueo creativo, parece milagroso que la artista haya podido siquiera volver a componer y grabar.
Y sin embargo dos años después de la decisión que sacó a Nastasia de una larguísima relación tóxica que desencadenaba también el suicidio de su expareja, nos encontramos con doce nuevas y excepcionales canciones. Con esos antecedentes espeluznantes daba para esperar un disco de puñal en el corazón y vestiduras rasgadas, pero ‘Riderless Horse’ es, esencialmente, un disco hermoso. De todo ese trauma, duelo y lucha contra la culpa, Nina Nastasia ha extraído una obra bellísima. Que no renuncia a nombrar hasta lo más escabroso, pero materializado en letras de enorme poesía. Que llora, clama y expresa rabia, pero encerrando esos sentimientos en melodías espectacularmente brillantes. Lo que su fan John Peel dijo sobre Nina hace veinte años se cumple como una profecía: “Sus canciones son muy directas pero sin pose, sin intentar ser forzadamente intelectuales. Tienen un aire de tristeza pero sin autocompasión.”
La producción es esencial también: si los anteriores discos de la artistas ya solían ser descritos como “austeros”, ‘Riderless Horse’ sublima el concepto: exclusivamente voz y guitarra, en un proceso que Nina ha descrito muy reveladoramente como “grabación de campo”, en alusión a los “field recordings” del primerísimo folk moderno de hace un siglo. Es decir, las canciones no se registraron en un estudio, sino en una remota casa del estado de Nueva York, con ayuda de su fiel Steve Albini. Con el objetivo de no estorbar lo que fue esencialmente una sesión de catarsis. Ese planteamiento, que Nina describe como unos días de “comer juntos, llorar, reír y contar historias” obviamente logró el sorprendente resultado de unas canciones que suenan palpitantes y sinceras, capturadas lejos de la asepsia de un estudio, con fallos y asperezas, suspiros, y una voz cambiante como un organismo vivo.
Porque para ser un disco de simple voz y guitarra, sorprende la variedad de voces que Nina adopta en este relato no cronológico, este puzle incompleto sobre su trauma. Desde la emoción enfurecida, atónita de ‘You Were So Mad’ a la voz ronca, quebradiza, depresiva de ‘This is Love’ o ‘Go Away’, pasando por la voz calmada y luminosa de ‘Just Stay in Bed’ o ‘Lazy Road’, para seguir en el tono seguro, reflexivo de ‘Nature’ o ‘The Two of Us’ y en la voz agotada y más sabia de la conclusiva ‘Afterwards’.
A lo largo de todos esos matices, los 34 minutos del disco se pasan como un suspiro. Sin adornos, estas misivas en forma de canción muchas veces no llegan a los 3 minutos. ‘Just Stay in Bed’ aporta un comienzo ligero, con optimistas acordes mayores y una letra de aparente felicidad cotidiana. Pero las menciones finales a sentirse muerta y a un veneno que gotea lentamente ejercen de sombra que anticipa el tono de buena parte del disco. Porque ‘You Were So Mad’ no puede ser más directa. Es una de las dos canciones dirigidas -en segunda persona- a Kennan Gudjonsson (cuya relación Nina describió como “de abuso, control y manipulación”), en la que le acusa de haber “hecho saltar por los aires nuestro cambio para siempre” y “prender un fuego dentro de nuestra casa / La quemaste entera y nos ahogaste en el humo. ¿Cómo puedo amarte a partir de ahora?” Nastasia encierra esas letras en una preciosa melodía y secuencia de acordes, algo que conforme avanza el disco se va desvelando como el gran logro del disco: es capaz de relatar una terrible historia a través de la belleza, que convierte la experiencia de escucharlo en, por extraño que parezca, muy placentera.
El siguiente tema lo confirma: ‘This Is Love’ es una de las piezas centrales, una de la más directas y sinceras, con un título que ejerce casi de eslogan, y una melodía super instantánea que pasa inmediatamente a la lista de canciones del año. Su comienzo es devastador y cada verso da en la diana: “¿Es esto amor? Porque la sensación es horrible / Purgando sangre hasta que los dos vemos todo negro / Nos vaciamos pero seguimos adelante / Supongo que me quedaré en el infierno contigo si esto es el amor”. La conclusión es desarmante, y poéticamente bellísima: “Pronto lo convertiremos en una danza / Haciendo turnos para guiar y seguir la música de la disonancia”. Los últimos versos, que titulan la canción, plasman esa claudicación. Tras preguntarse durante toda ella “¿es esto el amor?” Nina canta, con la voz más grave de toda la canción, en un agotada conclusión, repitiendo cinco terribles veces “El amor es esto”.
‘Nature’ es como la conversación que -según ha contado- no pudo tener con nadie, ni las amistades más íntimas, durante su relación, explicando cómo es él: “A veces parece un poco extraño, y ha hecho cosas malas / El tipo de cosas que son impensables / Nació en el abuso y la violencia le excita / Su cabeza funciona así.” Muchas de las composiciones del álbum están construidas sobre el patrón simple de canción folk, pero es fascinante cómo la geografía de ‘Nature’ sigue su propio esquema particular. El tema contiene un estribillo con una melodía increíble de grunge melódico (“I’ve seen such rage…”) que, sin embargo, es abandonada y suena una única vez.
‘Lazy Road’ cambia el tono y ejerce de respiro… es también el caso, más adelante, de la deliciosa ‘Blind as Batsies’, que sigue el manual de ‘Blood on the Tracks’ (en canciones como ‘You’re Gonna Make Me Lonesome When You Go’) para aportar pasajes más ligeros, en este caso una reminiscencia de momentos bonitos en la fase de enamoramiento. Aunque, inevitablemente, la canción acaba mencionando “el veneno de nuestra fosa séptica”.
‘Ask Me’ vuelve a dirigirse a su expareja pero con matices más complejos: parece situarse en un momento justo antes de la ruptura (“te quiero, pero cada día estamos más cerca de morir”). Una vez más, simplicidad musical y una preciosa melodía de claroscuros. Y es otra de las letras claves del disco, en su expresión de la desesperación pero también de la sensación de culpa: “pero seré yo quien elija la vida frente a la enfermedad / renacer de esta muerte e irme / y quizá me lo piense mejor cuando el daño ya esté hecho / oh, vaya precio pagaré.”
La parte final del disco no decae: tras esa canción de lucidez a base de tres rotundos acordes, titulada ‘The Two of Us’ (“me veo a mí misma, veo mi vida / Y ahora ya veo a dónde me dirijo… y si me hundo, me hundo”), llega la espectacular ‘Go Away’, una de las canciones con la emoción más evidente, que va pasdoa de la tristeza a la aceptación, y a la rabia. Su “vete” no es un flashback a antes de la ruptura, sino que va dirigido a él ahora, a su fantasma: “Vete, me avergüenzas / Te quise una vez, durante todo el duelo / Ahora, escóndete, no me pisotees / Estoy cansada y débil”. En un raro y delicado toque de producción (el único), en los versos “bury me, quiet and free, go away” aparece una inesperada y sutil reverb en la voz, en dos momentos totalmente mágicos.
‘Roundabout’ también suena a clásico, y pronto llega ‘Afterwards’, un cierre final, a modo de poderoso epílogo, y otra de las piezas clave del disco (fue tercer single recientemente). Como resumen del poderoso equilibrio entre belleza musical y poesía del dolor que hace a ‘Riderless Horse’ tan magnífico, es simplemente perfecta: “Ahora que estás muerto y te has ido / No siento soledad estando sola (…) A veces te siento entrar en mi habitación / y vagar por ella hasta que me duermo / El amor es agotador cuando eres más mayor / El duelo y la locura te vuelven más fría”.