¿Qué pasó con Beth Orton? La cantante que a finales de los 90 se convirtiera en una musa de la modernización del folk por la vía de la electrónica llevaba unos años un poco perdida. Tras lograr con los seminales ‘Trailer Park’ (1996) y ‘Central Reservation’ (1999) sendos discos de oro en Reino Unido y un top 10 con ‘Daybreaker’ (2002), cada uno de sus lanzamientos posteriores entraba en listas más y más abajo. Pasaba más desapercibido.
6 años después de ‘Kidsticks’, ‘Weather Alive’ puede revertir esa tendencia. En un momento en que el folk no vive precisamente su mejor momento de popularidad, Beth Orton se diferencia dejando atrás la electrónica que en el disco anterior reinó en temas como ‘1973’ para concentrarse alrededor de su piano. En concreto de uno que se compró de segunda mano por 300 libras en el popular mercadillo de Camden, Londres.
Pero la música que nos ofrece en este álbum producido por ella misma, no se ciñe a la guitarra o al piano. Este nos ofrece riffs fundamentales en pistas como ‘Lonely’ o ‘Forever Young’, pero la voluntad del disco se mueve hacia el soul o incluso hacia el jazz gracias a los músicos colaboradores. Están Tom Skinner de Sons of Kemet y últimamente The Smile a la batería, Alabaster dePlume a un saxo que se queda momentos esenciales de por ejemplo ‘Fractals’ o Tom Herbert de The Invisible al bajo.
De esta manera, ‘Weather Alive’ logra rehuir de ser el típico disco de folk con un ritmo de batería que realza la calidad compositiva de ‘Friday Night’. O que sitúa la sección rítmica de ‘Fractals’ hasta cerca del funky. ¿No hay una sensualidad casi soul en esa ‘Haunted Satellite’ que nos habla de una tormenta a punto de estallar? «La naturaleza posee un arma más grande que nadie», asegura al final.
Que líricamente ‘Weather Alive’ busca imágenes poéticas por encima de las emociones viscerales es algo que queda patente desde la canción titular, que nos habla sobre «la belleza del buen tiempo ahí fuera». En su momento más descarnado, en ‘Lonely’, Beth Orton se dirige primero a su difunto padre en un pre-estribillo y luego a su difunta madre en el siguiente, para cuestionarse qué es bueno para ella, como si aún fuera poco más que un bebé. En este tema deja uno de los versos más hermosos, el que arranca con «¿serás tú la nostalgia en el otoño? / ¿serás tú el infierno que he conocido del cielo? / ¿serás tú la sonrisa bajo mi nariz? / ¿serás tú el desnudo que no puedo vestir?».
Con más intención de redondear un disco cohesivo y majestuoso que de escribir canciones que por su cuenta hagan historia, pues para eso quizá ya teníamos ‘Stars All Seem to Weep‘ y ‘Concrete Sky‘, Beth Orton canta al amor y a la poesía (‘Forever Young’), a la magdalena de Proust en un tema sobre el alcoholismo (‘Friday Night’), al recuerdo de una relación pasada (‘Arms Around a Memory’) o a una carta de amor que un hombre jamás escribió a otro hombre (‘Unwritten’).
Y deja por el camino momentos preciosos tanto en lo lírico, como ese pasaje de ‘Friday Night’: «Habíamos estado esperando a que cambiara la luz / habíamos estado esperando a un amigo / Y la única opción que nos quedó fue sangrar u oxidarnos bajo la lluvia / Ahora la medida de tu ausencia es la presencia que dejas / Y ahí es donde ponemos todo el amor / que todavía tenemos que dar»… como en lo musical. Ahí quedan los 2 minutos finales del álbum, los coros crepusculares de ‘Friday Night’ o los más agónicos de ‘Arms Around a Memory’.