‘Culpa’ es una de esas canciones que dividen. A algunos les parece floja y a otros, como a mí, nos parece un ejemplo de la sofisticación pop, al menos, dentro de la carrera de Javiera Mena, que ya tiene unos cuantos singles, como mínimo, igual de buenos. El estribillo de ‘Culpa’, sutil pero adictivo, y su elegante pero machacona producción electrónica, conforman un hitazo que mereció más atención en Benidorm Fest. Y también en ‘Nocturna’, nuevo disco de Javiera, donde ‘Culpa’ aparece en último lugar cuando, por razones musicales, a destacar el bombardeo de sintetizadores sci-fi que emerge al final, claramente debería ser el epicentro del álbum.
No es la primera vez que Mena relega el mejor single de un disco a última posición. Ya sucedió con ‘Espada’ en ‘Otra era’ (2014). Sin embargo, la chilena sigue cuidando al máximo cada uno de sus lanzamientos y ‘Nocturna’ es otro trabajo donde realmente nada sobra.
Esta vez, Mena ha querido jugar con el concepto de “playa de noche”, hasta el punto que pensó titular el disco con esta frase, pero no le terminaba de convencer. Optó por ‘Nocturna’ porque es un trabajo efectivamente nocturno, playero, iluminado por la luz de la luna y movido por el deseo. Un deseo que surge del “estallido social” en Chile, pero que se transforma en apetencia romántica y carnal. En ‘Nocturna’ no existe la política y es mejor por ello: es un trabajo dedicado a la pasión, tanto como para bordear lo conceptual, aunque sin llegar a ese extremo.
Ese deseo, en ‘Nocturna’, se traduce en un sonido más “opaco”, en palabras de Javiera, más ochentero y “de cinta” y yo añadiría, también, que deliberadamente más pastiche. Es muy evidente en el dance-pop de ‘Peligrosa’, un single clarísimo que estuvo a punto de no entrar en el disco y que suena recién salido del año 2000; en el light-disco de ‘Me gustas tú’, co-escrito por Cupido
, o en la funky ‘Eclipse total’ que, entre suspiros y susurros, añade hasta un saxofón: es una pena que sea la canción más corta del disco.La nostalgia de ‘Nocturna’ funciona también en otros puntos, como en el himno lésbico de ‘La Isla de Lesbos’, el siguiente gran single de esta era. Es verdad que las referencias lésbicas ya pecan de cliché, pero el sonido balearic de la canción es exquisito. Por otro lado, el post-disco sofisticado de ‘Debilidad’ está bien, sin ser el más original que se puede escuchar a estas alturas, y lo mismo se puede decir del diálogo “de cactus a papaya” de ‘Corazón astral’.
Otros momentos de ‘Nocturna’ convencen menos. El house-pop de ‘Diva’ con Chico Blanco cumple demasiado el prototipo de “canción eurovisiva” sin ser tan excitante como ‘Culpa’, los rugidos de león de ‘Sombra’ apuntan a canción de Halloween hortera; y ‘Dunas’ con Myryam Hernandez recupera la EDM del disco anterior y hunde ligeramente la sección media del álbum. Sin embargo, la secuencia nunca decae demasiado, ya que Mena sigue siendo una compositora tremendamente dotada. Ella nunca se permitiría el lujo de hacer un disco que no estuviera mínimamente bien entero, y vuelve a ser el caso.