Música

Bill Callahan / YTI⅃AƎЯ

Bill Callahan vuelve a mostrarse muy productivo. ‘Gold Record’ (2020) era un disco puede que menor, pero delicioso. Sin embargo, ‘Blind Date Party’ (2021), su álbum de versiones junto a Bonnie ‘Prince’ Billy daban ganas de, ehem, salir corriendo.

‘YTI⅃AƎЯ’ retoma la senda de ‘Shepherd In A Sheepskin Vest’ (2019)… relativamente. Es mucho más fácil encuadrarlo con ‘Dream River’. La intención de crear una obra adusta-mas-la-recompensa-está-ahí de ‘Shepherd’ se ha suavizado: es menos adusto y la recompensa llega rápidamente. Es igual de largo, por eso, pero con la mitad de temas (de veinte pasamos a doce). Las canciones son, aunque largas, más inmediatas, más melódicas. Te atrapan. Bill las dota de desarrollos extensos, nos da la oportunidad de sumergirnos en ellas. Igual que ‘Gold Record’, ‘YTI⅃AƎЯ’ es muy paisajístico, lleno de aire. Pero lo que allí era minimalismo, aquí se convierte en barroquismo acústico. Y por eso nos retrotrae a sus obras de finales de los dosmiles-principios de los años diez.

El título, ‘YTI⅃AƎЯ’, es una pista: Callahan coge la realidad que le rodea y la presenta desde una óptica surrealista, tierna, diferente. Canta sobre ella de manera poética, a veces críptico, a veces naturalista. Y aunque Bill sigue salmodiando (como en él es natural), aquí exprime aún más la posibilidades dramáticas de maravillosa su voz. Sea ejemplo (y puerta) el fulgor que se dispara apenas arranca la hermosa ‘First Bird’, aliteraciones incluidas: “sh-sh shadow”, silabea Callahan, rodeado de vientos, menos monocorde, más sentido, rodeado de vientos. En ‘Everyway’, los bonitos dejes country se van encendiendo gracias a una guitarra que dibuja paisajes y crea una quieta emoción que desborda y se desborda. Una rara sensualidad hindú recorre ‘Partition’, con la guitarra marcando un ritmo sincopado y un clarinete omnipresente persiguiendo a Callahan, que clava de manera obsesiva los versos: “Meditate, ventilate, do what you gotta do”.

El Bill rapsoda e histrión brilla especialmente en ‘Lily’: apenas su voz sobre la guitarra de doce cuerdas de Matt Kinsey. Bill baja, susurra, sube, hasta que el tema se convierte en un conato de góspel que planea bajito, con miedo a subir a los cielos. En ‘Naked Souls’, el piano nocturno y elegantísimo le da brillo y un pequeño guiño a lo Randy Newman, hasta que vira hacia un himno de jazz marcial, enmarañado, con trompetas estridentes y los instrumentos sepultando la voz de Bill que, por primera vez, deja de estar en el habitual primer plano, para dejarse arrastrar gozoso por el marasmo. Se refrena en la dulzura que desprende ‘Coyotes’, con esos requiebros y, ay, esas cuatro notas del piano mientras oyes a Bill entonar sensualmente: “Yes, I am your loverman”.

‘Natural Information’ se erige como la pieza más country, más pizpireta y que más rápido engancha, en que canta sobre pasear a su bebé y los pensamientos inspirados por esta actividad tan cotidiana. Una oda a ser más despreocupados, a no obviar nuestra sabiduría innata y natural. Y mientras hacia el final se desparrama en la etérea ‘Planets’, con derivas de free jazz y un algo de Sufjan Stevens, sabes que ‘YTI⅃AƎЯ’ es un premio: el regreso de Bill Callahan a sus territorios brillantes y ensoñadores. Esos adonde que sus fans siempre anhelamos que nos lleve.

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Publicado por
Jordi Bardají