Cine

‘Bones and All’: Guadagnino enamora con su romance caníbal

El despertar al deseo y el autodescubrimiento son dos temas recurrentes en la filmografía de Luca Guadagnino. En ‘Call Me By Your Name’, Elio se enamoraba profundamente de Oliver en un idílico pueblo del norte de Italia en los años 80; en ‘We Are Who We Are’, sus protagonistas exploraban su identidad y sexualidad en una base militar estadounidense; y, en ‘Bones and All’, el director emprende un viaje iniciático al placer de la carne a través de un romance entre dos jóvenes caníbales bajo la inmensidad del paisaje norteamericano.

La vida de Maren (una excelente Taylor Russell), una adolescente que vive con su padre en una zona marginal de Virginia, cambia cuando nada más cumplir 18 años, este desaparece dejándole solo una cinta y un certificado de nacimiento. Desde que era pequeña, siempre tuvo impulsos caníbales, pero había conseguido, la mayoría del tiempo, mantenerlos dormidos. Una vez abandonada a su suerte y queriendo encontrar respuestas sobre su identidad, decide buscar a su madre, de la que su padre jamás le dio ningún detalle. En su viaje descubre que su naturaleza antropófaga no es exclusiva, sino que hay más gente como ella viviendo en los márgenes de la sociedad, ocultos entre la humanidad. Su camino se termina cruzando con Lee (un magnético Timothée Chalamet), un joven con la misma necesidad carnívora que ella. Ambos se embarcan en un viaje a ninguna parte, anhelando una conexión íntima, aceptando su condición y sobreviviendo como pueden a una sociedad en la que no tienen cabida.

Basándose en la novela homónima de Camille DeAngelis, Guadagnino sigue la tradición del cine independiente estadounidense de los años 70 y 80, y traza una alegoría queer mediante un emocionante drama romántico. Las influencias de la road movie de ‘Malas Tierras’ de Terrence Malick, o la representación más cruda de la América olvidada de ‘Wanda’ de Barbara Loden, conviven con un retrato de los marginados con tintes fantásticos similar al de ‘Los viajeros de la noche’, el western vampírico de Katrhyn Bigelow.

‘Bones and All’ abarca distintos géneros y temas, pero esta ambición mutante, lejos de emborronar su foco consigue una película sabia y observadora, que detrás de su sangriento disfraz, funciona como un espejo en el que vernos reflejados. El amor entre Maren y Lee surge como una necesidad: solo se tienen el uno al otro. Es ahí donde se encuentra el alma de la cinta, en su reivindicación del amor –no meramente romántico- como única forma de supervivencia, en la necesidad de crear comunidad, de tener gente que te haga sentir en casa.

Guadagnino retrata la otredad de sus personajes sin emitir juicios morales, empatizando y entendiendo sus conflictos, y consigue, además, interpretaciones poderosas de su reparto. Más allá de la espléndida pareja protagonista, Mark Rylance es una presencia hipnótica como un caníbal solitario y siniestro. Y, en tan solo una terrorífica y grandiosa escena, Michael Stuhlbarg, quien interpretó al padre de Elio en ‘Call Me By Your Name’, vuelve a sentarse cara a cara frente a Timothée Chalamet y se come la pantalla a bocados encarnando a un sádico antropófago.

La atmosférica música de Trent Reznor y Atticus Ross, capaz de sonar tan bucólica como amenazante, adorna esta travesía por la América profunda, realzando con inteligencia la intensidad dramática de la cinta. Guadagnino se mueve con soltura entre los diferentes tonos que exige la narración, mostrando tanto su habilidad para crear una tensión aterradora como para plasmar con ternura la intimidad del romance. Así, ‘Bones and All’ logra ser un cóctel explosivo y muy romántico, mezclando los códigos del cine de terror con una relevante metáfora sobre la auto-aceptación. Bajo las vísceras y la sangre, también se halla una conmovedora celebración sobre la preciosa temeridad que supone amar a alguien y entregarse hasta los huesos.

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Publicado por
Fernando García