En el wrapped de spotify de Javier Carrasco, Betacam, aparece como una de las canciones más escuchadas del año ‘Un hombre solo’ de Julio Iglesias. Poca broma, que en Mondosonoro a Betacam le acaban de bautizar como “el Julio Iglesias del indie actual”. Que no se asuste nadie: no, Betacam no se ha convertido en Julio (por suerte). Pero sí que recoge el espíritu de ese Julio, del señor que ve escapar su juventud, se encuentra solo, le sobreviene la bajona y te la canta con una producción fenomenal. Así es como se siente Betacam: un hombre solo, en perpetua zozobra sentimental, en perpetuo autocuestionamiento. A la producción intenta acercarse a su modesta manera.
Confieso, por eso, que aún me siento lejos de reivindicar a Julio Iglesias. Demasiados traumas infantiles asociados (gracias, papá). Y, como mujer de mediana edad, no soy capaz de empatizar del todo con un imaginario tan de señor. Pues un poco lo que me ha pasado de entrada con ‘La noche interior’: me ha costado lo mío volver a conectar con Betacam, porque me es difícil simpatizar con ese universo sentimental de hombre hetero. Javier, no eres tú: soy yo.
Pero, una vez superados mis prejuicios iniciales, me he encontrado con un disco reconfortante y sanador, en cierta manera. Betacam abraza definitivamente el pop adulto, ochentero y elegante, de medios tiempos, baladones y confesiones a piano. Carrasco prolonga así dos de sus universos: el de ‘La discusión’ por un lado (desamor y rupturas) y ‘Lo único que tengo’ (enamoramiento y adoración). El techno pop más saltarín y bailable de ‘Chacal’ ha sido ligeramente aparcado, pero va reapareciendo gozosamente a lo largo del disco.
Abre ‘Mejor no hablar de amor’, poseedora de una épica sintética emotiva, muy New Order, donde Carrasco canta sobre reencuentros con chicas a la que has querido, pero ya no… aunque algo quede. En ‘Tan solo algo de ayuda’, sobre un perpetuo crescendo, Carrasco, se cuestiona como músico, editor (su otro oficio) y persona… hasta que llega Miren Iza, Tulsa, a poner los puntos sobre las íes, y le desmonta todo el discurso victimista de manera muy simpática y cariñosa. ‘XX’ es como una canción italiana de los ochenta, a dúo con Amaia Tirapu de Kokoshca e Isa Cea de Triángulo de Amor Bizarro, para relatar el auge y caída de una (o más de una) relación pasional.
‘Yo nací para quererte’ abandona el discurso más, ehem, llorón, para pasarse al del amante incondicional: la declaración rendida del tío majo que nació para eso, para quererte, con un estupendo estribillo que canta Marta España (Marta Movidas) y con bien de saxos sintéticos. Pero la mejor de las canciones de adoración es la que le roba el título a José Luis López Vázquez: ‘Un esclavo, un siervo’ que, entre tanto amor, no puede evitar las pinceladas de humor: “Sabes que haría cualquier cosa por ti, incluso ir de compras un viernes por Madrid”. La canción más «uptempo» y animada, con unos coros que repiten alegremente: “¡Soy! ¡Soy!”.
Javi Carrasco se va irónicamente al lado social del asunto en el tramo final del disco. Primero en la energética ‘El capitalismo ha hecho llorar a Merche’, con Lucas Bolaño (Estrella Fugaz). Aquí recupera el brillo más dance-pop, rezuma de momentos house de esos de subir los brazos, en una proclama anti capitalista tan naïve como certera. ‘BRB internacional’ es una referencia que los viejos del lugar (hola) captaremos a la primera, porque funciona como outro de serie de animación de los ochenta, llena de deseos de paz y amor universal, rimas consonantes, una melodía pegadiza y requiebros emocionantes.
‘La noche interior’ es un acto de confesión y sinceridad. Aquí el amor es la guerra, como cantaba una de las innumerables bandas de Betacam, Rusos blancos, en ‘Camas y trincheras’. Pero también anhelo, consuelo y… principio de muchos males. Todo esto cantado por Betacam, con su capacidad de restar algo de drama y de reírse de sí mismo, mientras va dando de lleno al corazón.