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Zahara revisita todos sus «nombres» en las más de 2 horas de ‘Gracias, Puta’

El fin de gira de ‘PUTA‘ en Madrid coincide con una dramática escalada de la violencia de género este mes de diciembre: 13 asesinadas en 28 días solo en España. La noticia abre hoy El País, El Mundo y El Diario, entre otras cabeceras. El disco de Zahara que denuncia de manera descarnada la violencia machista, los abusos reiterados, físicos y psicológicos, se despedía anoche de los escenarios a falta tan solo ya alguna presentación en festivales el año que viene en formato «rave».

Podemos ser pesimistas y pensar que su reflexión no ha servido para nada. Que el mundo sigue igual o peor. También podemos quedarnos con lo bueno y recordar lo que sí hemos avanzado. Hace unos años no hubiéramos imaginado a una sala abarrotada coreando el nombre de la psicóloga de un artista, en una normalización creo que divertida y necesaria sobre la salud mental. Zahara dedicó a su terapeuta ‘Negronis y martinis’, especificando que se llama «Paula», y el público tuvo a bien ponerse a vitorear su nombre. Hasta el último día de todo esto, la cantante nos enseñó cosas, recordando que si una mujer baila en una tarima o en un escenario no tiene por qué ser para que la mire ningún tío.

«Tengo tantos nombres escritos dentro / que he olvidado cómo son todos sus cuerpos» es una de mis frases favoritas de este disco, y ciertamente ese momento acústico a la guitarra tanto de ‘Negronis y martinis’ como de la durísima ‘SANSA’ (¿volveremos a oírla en vivo o será la nueva ‘Con las ganas‘?) son lo mejor del show. La gracia de Zahara es lo que ha evolucionado hacia territorios muy diferentes, pero cada vez quedan menos artistas que puedan callar a 2.000 personas con solo su voz y una guitarra acústica.

Ella gusta de ir a territorios distintos, eso sí, introduciendo el show como «esquizofrénico». «Si os aburrís, no os preocupéis, porque a los 20 minutos, es otro rollo completamente diferente», bromeó. Sin dividir el set en bloques tan estrictos como los de esas divas del pop a las que rindió homenaje al final -salvo la parte «rave» que sí está muy diferenciada-, el show comenzó en plan rockero, entregándose en diferentes momentos a la experimentación menos amable, e incorporando de vez en cuando hits.

José Señorán
El concierto comenzó con una versión de ‘Flotante’ con banda, que incorpora fragmentos de ‘Summertime Sadness’ de Lana del Rey. Esa primera parte rockera fue estridente y poco clara, merced al sonido que ofrece el desconocido Teatro Príncipe Pío, un lugar sin barras ni baños a mano que, de no ser por las puertas de emergencia laterales que solo se abren al final, admitiría el calificativo de «ratonera». El asunto mejoró sensiblemente en la tercera canción, con una interpretación eléctrica sublime, de menos a más, de ‘El diluvio universal’, con Zahara gritando a pleno pulmón. Pelos como escarpias. Mucho menos audible fue la colaboración con Shego en ‘MERICHANE’. Lo mejor, el abrazo que se dieron al terminar en plan sororidad, que repetirían más adelante.

El concierto se extiende hasta los 135 minutos, ya cerca de los territorios de The Cure y Bruce Springsteen, curiosamente dejando fuera muchos de los mayores éxitos de Zahara. Aparte de ‘Con las ganas’, no suenan ‘El frío’, ni ‘Tú me llevas’, ni ‘Caída libre’, cuyo carácter festivo no encajaría tanto en un repertorio lúgubre. Es decir, los imperativos artísticos -la coherencia, la cohesividad- priman sobre el «greatest hits» que podría ser la gira. ‘Canción de muerte y salvación’ y ‘La hostia de Dios’ representan mejor el show, sin ser tan famosas, recreándose en la oscuridad por la nueva deriva electrónica de Perarnau IV. ‘El deshielo’, ‘Guerra y paz’ y ‘Médula’ están entre las canciones que sirven para aligerar.

En la última parte, la “RAVE”, la banda de rock deja paso a la coreografía con bailarinas extras, también Shego, y tras un popurrí de ‘Music’ de Madonna y ‘Gimme More’ de Britney, atendemos al remix de ‘TAYLOR’ con la propia Taylor incorporada al final, y versiones “techno” de cosas como ‘Crash’ o ‘Camino a L.A.’.

Como siempre, el trío de ases ‘MERICHANE’, ‘Hoy la bestia cena en casa’ y ‘berlin U5’ cierra el concierto. Más o menos, porque después Zahara se queda para bailar ‘Good Ones’, la canción de Charli XCX cuyo estribillo dice «siempre dejo a los buenos marchar». Más relaciones tóxicas. Por suerte, esto es un pepinaco electropop y hace con ello un momento lúdico en el que la gente continúa muy arriba, incluso con las luces dadas. Hemos atendido a la presentación íntegra de las 11 canciones de un disco sobre el #MeToo y parece que acabamos de salir de un concierto de los Chemical Brothers. Interpretémoslo como nuestra pequeña victoria en este mundo de mierda.

José Señorán
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Publicado por
Sebas E. Alonso
Tags: zahara