Cine

‘Mantícora’, la película más incómoda de Carlos Vermut

El estreno, un 9 de diciembre, de su película más grotesca, ha sido el particular «Feliz Navidad» de Carlos Vermut. El director underground por excelencia del cine español tras lo exhibido en ‘Diamond Flash‘, ‘Magical Girl‘ y ‘Quién te cantará‘ rehuye de toda fórmula mainstream en ‘Mantícora’, su cinta más arriesgada. Y mira que en una de las viejas, un personaje bromeaba sobre lanzar un bebé por una ventana.

El lado más oscuro de nosotros mismos, el límite de las fantasías sexuales, el trastorno de nuestra sociedad… continúan siendo los temas favoritos de Vermut. Aparentemente, su nueva pareja protagonista es totalmente normal. Pasea por el Retiro, visita el Museo del Prado, merodea la Filmoteca… Si acaso son algo alternativos: sus cuadros favoritos son las pinturas negras de Goya, salen por el Wurlitzer y el Café Berlín, bailan canciones de Joe Crepúsculo y Linda Mirada, toman latas de cerveza a las puertas de las discotecas al amanecer. Pero ahí, el director también está lanzando guiños empáticos a su público, el que suele ver sus películas. Por eso, el espectador abandona la sala tan abrumado. Porque, al final, ni de coña quiere ser como ellos.

La mantícora es una criatura mitológica con cabeza humana, cuerpo de león y una cola de escorpión venenosa con la que mata a sus presas. Su nombre es una de las muchas genialidades de una película rica en detalles que se captan en un segundo visionado, si es que a alguien le queda cuerpo para realizarlo.

Otra sería la distancia con unos personajes retratados con una sobriedad brutal. Julián (Nacho Sánchez está en la carrera del Goya al Mejor Actor) tiene solo una ceja y es diseñador de videojuegos. En concreto, de monstruos, claro. Al principio de la película, es un héroe que salva al hijo de su vecina de morir quemado. Después, ofrecerá otras caras.

Diana (Zoe Stein) es una chica con look de niño pequeño, que devanea entre las protagonistas indies de Jonás Trueba y las mujeres-roble de Pedro Almodóvar. Cuida de su padre enfermo, no trabaja, su sentido de la moral es complejo. Y ese es otro de los tantos que se anota ‘Mantícora’. En pleno debate sobre la cultura de la cancelación, el guión nos lleva al límite de lo que podemos tolerar ver en una gran pantalla (por algo se estrenó en Sitges), reflexionando también sobre el perdón y la compasión, en un montaje en el que tanto lo que vemos como la elipsis resultan igual de importantes. De manera significativa, Vermut sostiene un plano fijo sobre un personaje que no puede parar de llorar de espaldas a la cámara. Está llorando de espaldas a la sociedad, porque la sociedad será incapaz de comprenderlo.

Con la banda sonora de Damián Schwarz (y la maravillosa recuperación de Emerald Web), frases sencillas pero imprescindibles para entender la película («morir no es tan fácil», «nunca he hecho daño a nadie») y escenas singulares (no es tan habitual ver a alguien comerse un culo en el cine), ‘Mantícora’ es una película compleja que ni siquiera versa tanto sobre la salud mental, como sobre derribar tabúes. En las entrevistas promocionales, Vermut ha dicho que «si la gente hablase más de sus problemas, si mostrase más su oscuridad, habría un mundo mejor». Así que quizá sea un error afirmar que la película es incómoda. Simplemente es. Trata temas que existen en esta vida. El cine, los retrata.

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Publicado por
Sebas E. Alonso