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Iggy Pop / Lust for Life

Lo mejor: ‘Lust for Life’, ‘The Passenger’, ‘Tonight’, ‘Some Weird Sin’
Te gustará si te gusta: David Bowie, el glam, el rock 70s, The Strokes
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Lo primero que choca de ‘Lust for Life’ es el propio título (“hambre de vivir”), pero también que fuera la primera portada de Iggy en la que aparecía con sonrisa de oreja a oreja, después de una carrera orientada al lado más bestia de la vida, que diría Albert Pla. Esto -más allá de la increíble coincidencia transtemporal con Lana del Rey (mismo título, misma portada por primera vez sonriente)- parecía presagiar el álbum en el que iba a poder hacer realidad sus pretensiones más pop del momento, alejándose de algunas de las instrospecciones más bien experimentales de su debut ‘The Idiot’, su primera colaboración en solitario con David Bowie.

Pero para entender esas pretensiones -y la propia génesis de la carrera en solitario de Iggy- hay que mirar a la fascinante relación entre estos dos músicos. Se conocieron en 1971, en 1973 Bowie mezcló ‘Raw Power’ de The Stooges, pero fue en el 76 cuando estrecharon sus lazos de amistad: tras dos años muy enganchado a la heroína, Iggy estaba en rehabilitación y según él “David fue el único amigo que vino a verme”. Le invitó a su gira del disco ‘Station to Station’ e Iggy quedó muy impactado al ver la disciplina con la que su amigo enfocaba sus días y noches: se levantaba temprano, y mientras viajaba al siguiente concierto leía sobre arte y música. Al llegar a la ciudad concedía entrevistas, hacía el concierto, luego se interesaba por ir a ver bandas locales para estar al tanto de lo nuevo, y por la noche no era raro encontrarle trabajando en futuras canciones. Iggy pensó: “no me extraña que le vaya tan bien y a mí tan mal”.

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Pero en realidad a Bowie los estupefacientes también le empezaban a pasar factura, así que para escapar del ambiente nocivo de Los Angeles los Zipi y Zape del rock underground se mudaron a Europa para trabajar en ‘The Idiot’, primera obra de esa secuencia europea tan interesante que daría también como fruto ‘Low’, ‘Heroes’ y el disco que nos ocupa. Es muy interesante que ‘Low’ se sitúe cronológicamente entre ‘The Idiot’ y ‘Lust for Life’, porque su tensión entre lo experimental y lo pop ejerce de alguna forma de doble polo magnético entre ‘The Idiot’ y ‘Lust for Life’, siendo este último el que más claramente pop resultaría, e iniciaría esa carrera “profesional” que Iggy ansiaba, y que le ha conducido lenta pero sólidamente tras varias décadas hasta el momento actual.

Es indiscutible que ‘Lust for Life’ es el gran disco de la primera época en solitario de Iggy Pop. Y no sólo por contener esos dos pepinazos que son ‘The Passenger’ y ‘Lust for Life’: aquí hay magia por todas partes. Curiosamente, una magia invocada con rapidez, porque éste es un álbum gestado en muy poco tiempo: ocho días para grabarlo y mezclarlo en los legendarios estudios Hansa de Berlín Occidental. A pesar de que parte del material de Bowie llegó al estudio ya compuesto, a Iggy le gustaba trabajar de un modo improvisatorio e intuitivo, de modo que a menudo partían de una premisa esquemática, con Iggy pensando y escribiendo la letra ya en el estudio, a menudo improvisando buena parte de ella mientras la grababa (algo que impresionó mucho a Bowie, que usaría ese método poco después en ‘Heroes’). Esto propiciaría una de las tensiones artísticas más interesantes de ‘Lust for Life’, porque a pesar de la amistad entre ellos, las hubo. Iggy saldría triunfador en su lucha contra algunos de los arreglos de Bowie, ya que parte de los músicos en el estudio eran de su banda, y harían de contrapeso en las decisiones, frente a David y Carlos Alomar. En última instancia, el equilibrio entre la espontaneidad y lo estudiado dio como resultado estas 9 fabulosas canciones.

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Trabajar así es como caminar por la cuerda floja, porque dependes mucho de la inspiración del momento, pero por suerte esa primavera de 1977 pilló a todos los participantes en un momento mágico de composición: de un código morse que oyeron en la televisión le salió a Bowie, ukelele en mano, el ritmo y la música de esa maravilla absoluta que es ‘Lust for Life’, a la que Iggy supo buscarle su legendaria melodía y letras con referencias a una novela de William Burroughs (las menciones a Johnny Yen o los pollos hipnotizados), en una ensalada de imágenes desordenadas que aluden en realidad a su gusto por las drogas. Sumado a esa dinamo rítmica que formaban los hermanos Hunt y Tony Sales al bajo y batería 100% Motown, tenemos como resultado un clásico instantáneo. También ayudaría el planteamiento bastante similar al de ‘Fun House’, que fue grabar las canciones lo más en directo posible, una energía que claramente se percibe a lo largo y ancho del disco. Y sería otro de los triunfos creativos de Iggy, que deseaba hacer algo diferente a ‘The Idiot’, que se gestó de forma más lenta y artificial, y con más control de Bowie.

Debido a este modo de trabajo, pocas canciones tienen realmente una estructura muy compleja, algunas incluso, como ‘Sixteen’ (composición exclusivamente de Iggy), no son mucho más que un riff y una simple conclusión a modo de estribillo. Sin embargo son riffs que suenan fabulosos y le dejan un espacio ideal para hacer ese contrapunto vocal a canciones simples que prácticamente inventó en los Stooges. La continuación con ‘Some Weird Sin’ retoma un ritmo soul con guitarras muy glam y rock 70s; al oírla no cuesta adivinar que música y letra son de Bowie, y sin embargo es una de las mejores interpretaciones vocales de Iggy, cantando sobre cómo “cuando las cosas se vuelven demasiado normales… me siento atrapado, necesito algún pecado raro”. Otra cosa que parece evidente al oírla (o al oír ‘Fall In Love With Me’) es que este sonido (guitarras, efecto de voz distorsionado, batería) es claramente de donde salió la fórmula de los Strokes.

El hecho de que la cara A prosiga con ‘The Passenger’ y ‘Tonight’ convierte la primera mitad de ‘Lust for Life’ en obra maestra: escuchas ‘The Passenger’ 45 años después y parece imposible pensar que nació de la nada en el estudio, con el guitarrista Ricky Gardiner tocando unos acordes random a los que rápidamente dieron forma con el piano de Bowie, y la letra hecha allí mismo por Iggy, inspirada en parte por sus recuerdos de aquellos largos viajes en coche en la gira del 76, como metáfora de la vida. Porque como clásico intocable que es, parece una canción que estuvo ahí siempre, no una afortunada conjunción de factores en una semana de creatividad a borbotones. Con un estribillo que no es más que un “la la la la” sobre los mismos cuatro acordes inmutables de todo el tema. “El pasajero viaja y viaja / ve el cielo vacío, las estrellas salir por la noche / las agrietadas calles traseras de la ciudad y la serpenteante carretera de la costa / Y todo ello fue hecho para ti y para mí”.

En cuanto a ‘Tonight’, es una de las grandes canciones de Bowie, la que casi asesinó en su disco del mismo nombre de 1984 con un intolerable arreglo de reggae, pero que aquí en su encarnación original rebosa magia por los cuatro costados. Iggy hace una convincente interpretación de la melodía (muy mimética de David, eso sí) con armonías a cargo del propio Bowie. Cierre de lujo de la cara A pues, con esta canción que siempre me pareció hermana de ‘Sound and Vision’: parecido patrón rítmico, similar sonido de batería -tan particular de ‘Low’- e incorporación del mismo sintetizador Solina con delicioso y evocador efecto phaser.

La segunda mitad se inicia con otra maravilla: ‘Success’, con Iggy cantando a ese éxito que “está tras la siguiente colina”, y que le traerá coches, una flamante alfombra (que sí se compró para su apartamento de Berlín), y todo tipo de lujos mientras “en la última cuneta pensaré en ti”. Como había dicho en el comienzo del disco, “estoy harto de dormir en la acera”. Por muy Bowiesca que pueda sonar la canción, realmente es una deconstrucción radical de la original de David: Iggy rechazó la melodía tipo crooner, descartó estrofas y acordes y la redujo a esta minimal maravilla, con los hermanos Sales dándole la réplica en los coros, añadiendo humor a esta fantasía bastante irónica sobre su éxito (que realmente no le llegaría hasta finales de los 80).

‘Turn to Blue’ era la canción más antigua: gestada en 1975 en un primer intento fallido de grabar algo juntos, David e Iggy la recuperaron para la gira de ‘The Idiot’ (en la que Bowie iba de teclista), así que los aparentes ad libs de Iggy en esta canción venían en realidad bien ensayados y testados. En este caso, las hechuras de balada soul se mantuvieron como en la idea original de Bowie, con un sonido muy Thin White Duke, pero que Iggy lleva en las letras a territorios juguetones y surreales.

Tras la estupenda ‘Neighbourhood Threat’ -otra brillante pieza de Bowie de pop en acordes menores, aunque la letra sea bastante intrascendente- el final se sella con los seis minutos de ‘Fall In Love With Me’. Vuelve el excelente sinte Solina, la voz distorsionada a través de un ampli por obra del ingeniero de sonido Eduard Meyer, y los riffs repetitivos con los que tan a gusto se encuentra siempre Iggy, en modo callejero absoluto. Su estructura extremadamente simple de dos acordes tiene explicación: en un juego de cambio de instrumentos el guitarrista Gardiner se puso a la batería, los hermanos Sales se encargaron de guitarra y bajo, y juntos hallaron ese ‘groove’ sencillo pero con muchísimo encanto que es básicamente ‘Fall In Love With Me’. Bowie espolvoreó un poco de su clásica línea descendente de notas al órgano, e Iggy se encargó de sus ad libs vocales, cantando alternativamente a “mesas hechas de madera”, “vino blanco y cigarrillos” y alguien que “es más joven de lo que parece” (quizá su novia por entonces, Esther Friedman). Triunfalmente, el edit final de seis minutos no suena a una jam session para rellenar, sino a otra declaración artística de Iggy Pop y sus acólitos perfectamente trazada según la premisa del disco, y supone un final excitante y delicioso.

A pesar de tanta inspiración ‘Lust for Life’ sería un fracaso. Es otra de esas historias de mala suerte histórica: que tu sello sea la omnipotente RCA pero que semanas después del lanzamiento de tu disco se muera Elvis Presley (la joya de la corona de RCA) es para tirarse de los pelos, y es justo lo que le pasó a Iggy. De repente toda la atención promocional se volcó en la fiambre leyenda, y a pesar de que el disco fue por un momento Top 30 en el Reino Unido, cuando la primera edición se agotó no se pudo volver prensar a tiempo para mantenerlo en el candelero, con las fábricas centradas a todo trapo en reediciones del Rey. El disco acabaría muriendo prematuramente, y Pop se encerraría en el Schlosshotel Gerhus con una montaña de cocaína, odiando el disco, la portada, y su mala fortuna. No mucho después terminaría abruptamente su contrato con la compañía y para 1978 estaba de nuevo en la casilla cero, de la que comenzaría a andar de nuevo al año siguiente ya en el sello Arista.

Por supuesto, como es sabido ‘Lust for Life’ conocería una nueva vida en los 90 -coincidiendo además con un muy buen momento de popularidad de Iggy- gracias a la inclusión en 1996 de su tema principal en la película ‘Trainspotting’, que revitalizó la canción, relanzada con éxito como single, al que seguiría en 1998 una reedición en disco sencillo de ‘The Passenger’ y finalmente una justa revisión histórica de los méritos de este disco. Fue el comienzo de ese Iggy Pop actual entendido como patrimonio de la humanidad, momento a partir del cual podría cantar por fin ‘Success’ sin desencanto irónico.

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