Margo Price era una de esas artistas que iban a cambiar la música country y aportar una visión femenina a un género falto de perspectivas nuevas. Después sacó un disco de rock ‘n roll y declaró que el country ya no iba con ella. ‘Strays’, su nuevo trabajo, no abandona las guitarras de rock ni tampoco el country por mucho que Price no quiera identificarse con ningún género musical, pero añade ahora matices psicodélicos. Menos de lo que esperas, eso sí, cuando lees que Price y su marido lo compusieron durante un largo viaje en el que no pararon de consumir setas alucinógenas.
Hay matices psicodélicos en la pista inicial, ‘Been to the Mountain’, que abre el álbum rebosante de energía, y también en la siguiente, ‘Light Me Up’, que arranca como si fuera una nana pero después se anima y evoluciona hacia los terrenos de Led Zeppelin. Sin embargo, el disco no es especialmente aventurero, más bien es clásico en forma y fondo, lo cual no es malo en sí, pero quizá no apetezca demasiado escuchar por enésima vez una canción llamada ‘Radio’ que rima «radio» con «stereo», por mucho que la melodía sea más o menos pegadiza y que Sharon van Etten pase por ahí.
Si algo tiene ‘Strays’ es que todas sus canciones están muy bien definidas. ‘Been to the Mountain’ es una lección de sabiduría típica del country, que Price se ha ganado a pulso después de perder a un hijo recién nacido («conozco el aroma de la muerte como si fuera perfume», canta) y de darse a la bebida durante años (lleva dos sobria). ‘Change of Heart’ es el single redondo que deja el álbum, clásico en su descripción de un «niño no deseado por una madre ausente» que busca la «protección de un hermano mayor»; y ‘County Road’ el corte más emotivo, dedicado al que fuera batería de la banda de Price, Ben Eyestone, fallecido a consecuencia de un cáncer.
El disco transcurre correctamente, sin grandes altibajos, ni para bien ni para mal, hasta llegar a los 42 minutos de duración. Hay alguna sorpresa, como la alegre ‘Time Machine’, que aporta luz con la ayuda de unos ufanos xilófonos, y siempre es un gusto escuchar las armonías de Lucius, que cantan en la, por otro lado, genérica ‘Anytime You Call’. Después, ‘Lydia’ es un emotivo lamento que retrata con buen hacer la crisis de los opiáceos, a través de una letra que representa bien la lírica de Price, que no necesita poetizarse demasiado para emocionar; y con la compañía de unas plañideras cuerdas.
En este disco producido por Jonathan Wilson, el carácter áspero del sonido favorece a las canciones, y también a la voz de Price, tan parecida a la de Stevie Nicks o a la cantante de los infravalorados HAERTS. La musicalidad de ‘Strays’ es innegable, tanto que puede llegar a provocar algún bostezo, sobre todo en la segunda mitad, porque las canciones son buenas, pero no excitantes. ‘Strays’ es un álbum musical, técnico, pero no visceral o que derroche una gran imaginación. Digamos que, para contar a Jack White entre sus socios y haber recibido una nominación a Artista revelación en los Grammy, Margo Price no es exactamente la artista asociada a la Americana que más está revitalizando el género. Quizá le faltó aumentar la dosis de setas.