«El amor nunca deja de ser; pero las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará (…) Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor». La lectura de las consideraciones sobre el amor del Libro de los Corintios de la Biblia ha fascinado a Fever Ray, propiciando una reflexión al respecto en su tercer disco en solitario. El proyecto de Karin Dreijer no enardece tanto el amor, como lo cuestiona. Según la nota de prensa de su equipo, aquí habla de la «lucha con el amor, o para ser preciso, del mito del amor».
Con un título tan irónico como ‘Radical Romantics’, esta obra nos recuerda que el amor es algo que nos hace «caer» -aprovechando la polisemia del término inglés- en el single ‘Carbon Dioxide’, uno de los mayores rompepistas que jamás haya publicado Fever Ray. ‘Shiver’ se recrea en el recuerdo de un primer contacto físico; el sexo es igualmente el objetivo del medio tiempo ‘North’, no sé si voluptuoso o todo lo contrario; y el amor es algo que no existe en ‘Looking for a Ghost’, en la que se busca «una persona con una sonrisa especial, dientes como navajas y dedos como especias». El amor como mito, sí. ¿De eso se reirá en la portada?
Puede ser: Fever Ray no solo osa citar a Henry Mancini y «la melodía más bonita del mundo» como nueva referencia, sino que esa perturbadora sonrisa está inspirada en un autorretrato del artista noruego Odd Nerdrum con el pene en erección. El autor es contemporáneo pero se inspira en Rembrandt. En Jezebel habla de la necesidad de que el humor esté presente en la música y en el arte en general, incluso en entornos oscuros o tristes. «No te lo tomes tan en serio», parece querer decirnos.
En lo musical, el tercer álbum de Fever Ray no termina de dejar atrás el legado de The Knife. La filosofía de una de las bandas más importantes e influyentes del synth-pop internacional de nuestro siglo, tanto por su característico sonido, como por su implicación tan primigenia en la lucha LGTB+ y feminista, continúa muy presente por aquí, hasta el punto de que su otro integrante, Olof Dreijer, hermano de Fever Ray, coproduce 4 de estos 10 temas, algunos sonando realmente a The Knife. Por ejemplo ‘Kandy’, para el que, después de atascarse durante el proceso creativo, terminaron rescatando el mismo sintetizador que habían utilizado en ‘The Captain’ de ‘Silent Shout
‘ (2006).Pero incluso cuando no es Olof quien coproduce los temas junto a Karin, las reminiscencias de The Knife son palpables. Siempre hubo en su música cierto gusto por las sonoridades orientales y africanas, y eso es algo que se mantiene en ‘Looking for a Ghost’, que en verdad es un trabajo junto a la productora portuguesa Nídia. La canción nos lleva a África, porque esta se ha especializado en ritmos como la batida, la kizomba, el funaná y la tarraxinha.
Otra cosa que se mantiene es la importancia de la familia, en este caso retratada a través de una crítica al bullying. Si ‘Even It Out’ suena a canción de patio de colegio, a broma tonta de rock’n’roll, es por motivos justificados. La letra dice «esta canción es para Zacarías, que acosó a mi hijx en el colegio / no hay espacio para ti y sabemos dónde vives». Se trata de una historia real de fondo «sexista y tránsfobo» en la que Fever Ray reflexiona sobre el 20% de Suecia que vota a un partido «fascista» de tendencias «neo-nazis». Además, Trent Reznor y Atticus Ross de Nine Inch Nails son los productores de esta composición, muy acertada en su incorporación de guitarras eléctricas. Podría haber un divertido featuring de Karen O, si a Fever Ray le interesaran las colaboraciones en absoluto.
Después de un tema de bajo tan marcado como ‘Tapping Fingers’, una producción con varias transiciones y letra ácida («todo es mejor que dormir» es la gran conclusión del álbum), ‘Radical Romantics’ se cierra con un tema que en principio se había creado para una adaptación de ‘La hora del lobo’ de Ingmar Bergman. Se llama ‘Bottom of the Ocean’ y son 7 minutos de Fever Ray repitiendo «oh-oh-oh», entre efectos ambient hipnotizantes, los más inquietantes quizá creados con cuerdas. Fever Ray es para entonces no alguien que necesite evolucionar, sino alguien que ha de volver cíclica y puntualmente -cada 4 o 5 años- para recordarnos que tiene un sonido único.