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Verdad y corazón en la deslumbrante ‘Una bonita mañana’

El cine de la francesa Mia Hansen-Løve ocupa un espacio luminoso, tratando siempre los conflictos personales bajo una sosegada y cristalina mirada. Sus películas funcionan como mirillas a universos femeninos cotidianos que se ven alterados por los inevitables apuros del día a día. ‘Una bonita mañana’, presentada en la Quincena de Realizadores del pasado Festival de Cannes, sigue a Sandra, una madre viuda, en un momento difícil de su vida: su padre padece una enfermedad neurodegenerativa llamada síndrome de Benson y necesita atención permanente. En mitad de su vorágine personal y con una hija pequeña de la que hacerse cargo, se reencuentra con Clément, un amigo casado con el que comienza una aventura amorosa.

Hansen-Løve se basa en su propia vivencia cuando su padre fue diagnosticado con el mencionado síndrome en 2020. Su cine tiende a ser autobiográfico o a retratar experiencias de sus familiares cercanos; y de esta manera, ‘Una bonita mañana’ forma un estimulante díptico con ‘El porvenir’, donde Isabelle Huppert interpretaba a una profesora de filosofía, inspirada en su madre. Ambas son lo mejor que ha filmado su autora, que aquí vuelve a proclamarse como una cronista superlativa de las relaciones interfamiliares. Abandonando la complejidad meta-narrativa de su anterior película, ‘La isla de Bergman’, la cineasta vuelve a la aparente sencillez de sus primeros trabajos.

En ‘Una bonita mañana’ se exponen temas de peso (la muerte acechante, la pérdida, las relaciones de pareja, etc.) bajo una visión delicada. Hansen-Løve nunca se excede en las desgracias a las que se enfrentan sus personajes, sino que consigue algo realmente complicado: tratarlas con ligereza y que esta no sea trivial, sino una reivindicación como la única forma posible de salir adelante. Es una obra vitalista pero no particularmente efusiva, triste pero no afectada.

Este complejo balance entre su profundidad temática y su contención emocional en el que se mueve continuamente la cineasta no sería posible sin Léa Seydoux. La actriz realiza uno de sus más bellos trabajos encarnando a Sandra, en el que muestra una habilidad expresiva asombrosa para cambiar de un registro dramático a otro en cuestión de segundos. Particularmente maravillosos son esos pequeños gestos que esconden un mundo entero y que definen una interpretación formidable: una sonrisa y el brillo en los ojos al llegar un mensaje del hombre al que ama, la infinita tristeza tras sus lágrimas recogiendo las cosas de su padre.

La deslumbrante belleza de ‘Una bonita mañana’ reside, sobre todo, en esos detalles -además de en la espléndida fotografía en 35mm de Denis Lenoir- componiendo una película cuya honestidad conmueve. El cine de Mia Hansen-Løve, al contrario que muchos cineastas europeos contemporáneos, continúa buscando la belleza del mundo en el que vivimos, incluso en las circunstancias más adversas. Sin artificios, con verdad y corazón, la cineasta transforma ágilmente lágrimas en sonrisas, y viceversa, ofreciendo nuevamente una ventana a otras vidas y poniéndonos un espejo delante para reflejarnos en ellas.

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Publicado por
Fernando García