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Ari Aster salta al vacío en la irregular ‘Beau tiene miedo’

Tras ‘Hereditary’ y ‘Midsommar’, Ari Aster se ha consagrado como una de las voces más mediáticas e importantes del terror contemporáneo. Aquellas películas eran exploraciones psicológicas de los traumas derivados de la opresión de los entornos cerrados. En la primera era la familia; en la segunda, una suerte de secta pagana. En su tercer largometraje, el director encierra a su protagonista en su propia mente -un no-lugar abstracto y claustrofóbico- y lo arrastra hacia el precipicio de la locura. En ‘Beau tiene miedo’, Aster cambia el tono para acercarse a la comedia negra, aunque sin renunciar a sus habituales atmósferas siniestras.

Beau (un comprometido Joaquin Phoenix) es un hombre cuarentón lleno de traumas que vive soltero en un piso cochambroso situado en un barrio lleno de caos y delincuencia. Tras una visita al psicólogo en la víspera de un viaje para ver a su madre, sus planes se tuercen y desembocan en una épica odisea psicológica.

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La propuesta de Aster es un despliegue apabullante de ideas y tonos que el cineasta arroja a la pantalla con descaro y con una voluntad férrea por desencajar las expectativas del espectador. Un salto al vacío sin red donde hay espacio para grandes hallazgos y también para grandes tropiezos. En ‘Beau tiene miedo’ conviven lo mejor y lo peor del cine de Ari Aster, un director con personalidad y mundo propio. A veces sus ideas deberían haberse quedado en borradores en lugar de haber llegado a la versión final del guion, en cambio, otras son sorprendentemente lúcidas. A esa brillantez intermitente termina interponiéndose cierto desgaste narrativo en su tercer acto. Las tres horas que componen el filme son una montaña rusa en términos de calidad narrativa, pero Aster asume el riesgo con total consciencia de su osadía. Arranca con un ritmo frenético, tanto que parece que estemos asistiendo al clímax de la historia en sus primeros minutos, y avanza intentando mantenerse siempre ahí arriba.

Bajo el disfraz de la comedia -extrañísima, por supuesto- o del no-terror, en realidad, el director vuelve a recurrir a uno de sus temas preferidos: las relaciones maternofiliales autoritarias, problemáticas. Y tampoco se aleja tanto del terror, aunque su incursión en el género sea menos evidente que en sus anteriores obras. ‘Beau tiene miedo’ es una película de género híbrida, cuya mejor baza es su desbordante originalidad. De lo que el cineasta sigue sin poder escapar en su ya tercera película es de un final que no cumple con las expectativas que su intrigante atmósfera había ido cultivando. Lo hemos visto en todos sus trabajos: Aster es mucho mejor creando enigmas que resolviéndolos. Cuando la película quiere justificar su sentido, es cuando todo se desmorona e invade la sensación de que lo visto hasta el momento, en realidad, no es más que, simple y llanamente, una tontería.

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‘Beau tiene miedo’ sufre mucho por culpa de esto pese a lo fascinante de varios de sus tramos, pese a su absoluta y admirable irreverencia. Podría haber sido una película mucho mejor con un foco más preciso, con un propósito más claro y si no dejase que el caos más absoluto siempre reinase por encima de todo. Aun así, es un ejercicio de cine tan temerario y valiente que bien merece ser experimentado.

Tras ‘Hereditary’ y ‘Midsommar’, Ari Aster se ha consagrado como una de las voces más mediáticas e importantes del terror contemporáneo. Aquellas películas eran exploraciones psicológicas de los traumas derivados de la opresión de los entornos cerrados. En la primera era la familia; en...Ari Aster salta al vacío en la irregular ‘Beau tiene miedo’