Música

La insólita vigencia de Black Eyed Peas

Si dentro de 50 años se hace una película ambientada en los 2000 es bastante probable que para transportar al espectador a esa época utilice una canción de los Black Eyed Peas. Temas como ‘Where Is The Love’, ‘Pump It’ o ‘I Gotta Feeling’ funcionan como una cápsula temporal inmediata a un momento concreto. Sin embargo, su música no está tan anticuada como cabría esperar. Los Black Eyed Peas, que este viernes 19 de mayo actuarán en el Mallorca Live Festival, siguen siendo sorprendemente vigentes y de hecho algunos de los mayores hits de su carrera son del último par de años. El secreto de su éxito consiste en no gustarle en particular a nadie y, a la vez, gustar enormemente a la masa.

Sus dos primeros discos, lanzados a finales de los 90, los presentaban como una versión desdentada de los Fugees: hacían un hip hop inofensivo con influencias de The Roots, De La Soul y A Tribe Called Quest. Aquellos dos álbumes vendieron en torno a 200.000 discos cada uno. Todo cambió en 2003 con el fichaje de la cantante Fergie (la adaptación humana de una Bratz) para su tercer disco, ‘Elephunk’. El éxito global de ‘Where Is The Love’ transformó la ética, la estética y el sonido de la banda y, lo que es más importante, les dio dinero. Mucho dinero. A partir de ese momento, los Black Eyed Peas se convertirían en el grupo que persigue el éxito comercial con más descaro y menos vergüenza de toda la industria del pop americana.

‘Where Is The Love’ era una recreación en clave hip hop del espíritu buenista de Live Aid, una especie de We Are The World para fans de Britney Spears, un himno para la sociedad del United Colors of Benetton. Los variopintos orígenes étnicos de la banda (will.i.am es afroamericano, apl.de.ap es filipino-americano y Taboo es mexicano/nativo americano) encajaban con ese cajón de sastre new age que en los 90 se denominaba “Músicas del mundo”, sencillamente porque ese fue el nombre que le puso El Corte Inglés a la estantería donde colocaba todos los discos que no tenían cabida en el resto de secciones. En “Músicas del mundo” estaban Enya, Enigma, los Cantos gregorianos de los Monjes de Silos. Pues bien, BEP era como si la sección de “Músicas del mundo” se hubiera tomado un vodka con Red Bull. “Un grupo ‘urbano’ puede penetrar en el mainstream cuando el único miembro que resulta amenazante es una chica blanca alocada y los Black Eyed Peas han cimentado su éxito en ello”, observaba la crítica de hip hop Kathy Iandoli.

El mensaje de ‘Where Is The Love’ (“la paz en el mundo” y “el amor lo puede todo”) rompía con el espíritu crítico y antisistema de los raperos de la época, pero al menos tenía un mensaje. El resto del repertorio de Black Eyed Peas no tiene mensaje alguno. Incluso algunas de sus canciones se limitan a a encadenar palabras (u onomatopeyas) sin demasiado sentido semántico con el único objetivo de no ofender, no escandalizar y por encima de todo sonar bien. Son capaces de rimar “I’m interested in the long haul” con “Come on girl, yee-haw!”, “Baby tonight’s like fuego” con “We ‘bout to spend the dinero” o “Ring-A-Ling” con “Ding-A-Ling”. La música de BEP apela al mínimo común denominador de la especie humana. Está concebida para hacer mover el esqueleto a la gente que dice cosas como “juernes” o “yo hasta que no me tomo un café no soy persona”. Es decir, es música para todo el mundo y para nadie.

Un buen ejemplo es el segundo single de ‘Elephunk’, ‘Let’s Get Retarded’ (en su versión para radios, se retituló ‘Let’s Get It Started’): enseguida se convirtió en un gancho para eventos deportivos, fiestas de instituto de películas adolescentes y el iPod de las personas blancas que querían comportarse como negras. ¿Qué clase de persona es capaz de cantar un himno buenista por la paz en el mundo en plan Unicef y a continuación bailar como un energúmeno con una canción titulada «Hagamos el subnormal»? Pues la mayoría de personas, la verdad.

El siguiente single, ‘Hey Mama’, sampleaba una de las canciones más famosas del mundo, ‘Mais que nada’ de Sérgio Mendes, e inauguraba un rasgo característico de la música de los BEP: sus samples no eran pequeños detalles sutiles, sino la base machacona toda la canción. La tradición del hip hop insertaba segmentos de canciones antiguas para recontextualizarlos y darles otro significado, en un ejercicio posmodernista que además contenía una intención social simbólica: a través el uso de samples, se reescribía la historia y se la aplicaba al presente. Pero los BEP no. Ellos los espoleaban, los metían a cholón y los convertían en el gancho principal de su canción. Esto se observa claramente en el single del siguiente álbum de la banda, ‘Monkey Business’: no es que ‘Pump It’ recontextualize elementos de ‘Misirlou‘, el clásico surf rock de Dick Dale repopularizado por Pulp Fiction 10 años antes, es que directamente lo explota de manera histérica.

El tercer single, ‘My Humps’, ha sido tachada por varios críticos como una de las canciones más estúpidas de la historia del pop. Se trata, esencialmente, de una oda al culo de Fergie (lo de hump, la joroba de un camello, es un símil) y su estribillo consiste en repetir “my hump, my hump, muy hump, muy hump” hasta la extenuación. Fergie se muestra encantada de que los tíos le miren las jorobas, de que le compren cosas caras y que le pregunten: “¿Qué vas a hacer con todo ese culo, todo ese culo dentro del vaquero?” (la respuesta es: “Voy a hacer que te lo curres”). En un momento dado, ella celebra que “a los chicos les encantan mis bultos de chica”.

La discográfica no tenía previsto lanzarla como single, pero desde el principio fue una de las canciones más descargadas de ‘Monkey Business’ en iTunes (algo similar a lo que ocurriría después con ‘Someone Like You’ de Adele). Y así, internet democratizaba el mercado discográfico. Alanis Morissette hizo una brillante parodia de ‘My Humps’ y, en cierto modo, aquel hit supuso el punto álgido (o todo lo contrario, según se mire) de la cultura dosmilera del hip hop obsesionado con los culos, el dinero y la fiesta que se regodeaba en el machismo, el capitalismo y la apropiación cultural. Cada vez que se quiere caricaturizar aquel fenómeno, como Lily Allen en «Hard Out Here For a Bitch», el principal referente es ‘My Humps’, excepto porque en realidad ‘My Humps’ ya parece una parodia.

El cuarto single, ‘Don’t Lie’, era un medio tiempo reggae que confirmaba que ‘Monkey Business’ no era tanto un álbum como una playlist en la que había un poquito de cada cosa para todo el mundo. El arte visual del libreto del CD consistía en fotos de los contratos de la banda, sus exigencias (agua a temperatura ambiente) y sus extractos bancarios (¡de cero dólares a 250.000 en solo 10 años!), además de una explicación del título del álbum: “La gente pasa de verte como una persona a verte como un producto”. Vaya, ¿por qué será?

Esa falta de vergüenza es una constante en la trayectoria de los BEP. Hacia finales de los 2000 el hip hop parecía de capa caída y ellos saltaron sin pudor como las ratas que abandonan un barco hundiéndose: en 2009, su quinto disco ‘The E. N. D.’ saqueó los sonidos electrónicos que triunfaban en Europa gracias a Djs-productores como David Guetta o Calvin Harris y un género que entonces empezaba a llamarse EDM.

(Inciso: las siglas EDM, electronic dance music, ya existían antes de los 2000, pero el crítico musical de The Guardian Simon Reynolds las aplicó a un nuevo tipo de dance: ese que había saltado de las discotecas a los estadios. Su energía era mucho menos minimalista, más sentimental y más orientada al subidón. Aunque coge estructuras y acordes del pop, el EDM se desmarca de la canción tradicional porque el momento álgido no es el estribillo sino la explosión de ritmo. Ejemplos obvios son ‘We Found Love’ de Rihanna o ‘Work Bitch’ de Britney. El máximo representante del EDM acabaría siendo Avicii).

‘The E. N. D.’ arrancaba con la voz computerizada de will.i.am explicando: “Todo lo que te rodea está cambiando. Nada permanece. Esta versión de mí mismo no es permanente. Mañana seré diferente. La energía nunca muere”. El disco incluía ‘Now Generation’, un canto a la necesidad de los millennials de conectar con los demás: “Búscame en iChat, me flipa todo lo http, Myspace es tu espacio, Facebook es el nuevo lugar, Google es mi profesor, búscalo en Wikipedia”. Puede considerarse un mensaje o, como en la mayoría de canciones de los BEP, puede considerarse una retahíla de palabras.

«Si las estrellas del pop fueron vistas durante décadas como marionetas de la industria, ahora se habían convertido directamente en robots»

‘Boom Boom Pow’ fue el primer single de ‘The E. N. D.’ y el primer número 1 de los Black Eyed Peas en Estados Unidos, posición que ocupó durante 12 semanas. Es una canción en la que todas las voces están explícitamente manipuladas digitalmente y en la que las letras importan mucho menos que la base rítmica. Es una canción que, al escucharla, te muestra sin tapujos el proceso de laboratorio que hay detrás de ella. Si las estrellas del pop fueron vistas durante décadas como marionetas de la industria, ahora se habían convertido directamente en robots (el paradigma de esto fue Nelly Furtado, que en una transacción faustiana, renunció a su identidad artística para colaborar con Timbaland y conseguir un puñado de hits que, sin embargo, hundieron su carrera porque los podía haber cantado cualquiera). Por eso ‘Boom Boom Pow’ representa el cambio de paradigma que el pop estaba viviendo en aquellos años: las voces, las melodías y las letras perdían importancia respecto al sonido de la canción. Esto hizo que ahora el productor fuese la estrella y por eso muchos oyentes casuales, y no especialmente melómanos, empezaron a familiarizarse con nombres como Red One, Timbaland, David Guetta, Neptunes, Max Martin o Calvin Harris, que hizo historia al exigir crédito titular como artista junto a Rihanna en ‘We Found Love’. Esta preponderancia del productor se ha mantenido hasta hoy con figuras como Bizarrap o Jack Antonoff. Y entonces llegó ‘I Gotta Feeling’.

Ugh.

‘I Gotta Feeling’ es una canción extrañísima. En ningún momento queda claro qué parte es estribillo y qué parte es estrofa, pero eso tiene una sencilla razón: ‘I Gotta Feeling’ no es una canción. Es un jingle publicitario, un estado de ánimo, un bucle de TikTok antes de que TikTok existiera siquiera. Está en todo momento a punto de ser una canción, pero nunca lo es. ‘I Gotta Feeling’ entendía cómo el público consumiría la música en la década siguiente, en la que la gente iría poco a poco dejando de escuchar música en la soledad de su habitación y los beneficios económicos estarían en los eventos, los festivales y las macrodiscotecas. Es una canción que tiene sentido escuchar si estás rodeado de cientos de personas.

«‘I Gotta Feeling’ no es una canción. Es un jingle publicitario, un estado de ánimo, un bucle de TikTok antes de que TikTok existiera siquiera»

‘I Gotta Feeling’ reemplazó a ‘Boom Boom Pow’ en el número 1 estadounidense y pasó allí 14 semanas. Aquel verano era imposible escapar de ella. ‘I Gotta Feeling’ sonaba en discotecas, en bodas, en centros comerciales, en verbenas, en manifestaciones, en el iPod de los runners, en el Orgullo, en partidos de fútbol, en ferias, en reality shows, en tiendas de ropa, en fiestas universitarias, en flash mobs y en Kiss FM. Y tenía el poder de causar el mismo efecto en las pistas de baile de Los Ángeles, Bombay o Segovia. Era el equivalente a ‘Viva La Vida’ si ‘Viva La Vida’ tuviese un conejito de Playboy tatuado en la ingle. La canción más “lolorololo” en no incluir un “lolorololo”. Aunque sea un uptempo, es imposible de bailar porque no está concebida para bailar: está hecha para que todo el mundo, los que saben bailar y los que no, se vengan arriba; está hecha para ese punto de la noche en el que vas tan borracho que no eres capaz de mantener el ritmo pero sí de gritar “¡Mazel Tov!” como si no fueras de Palencia.

Es un pop agresivamente festivo, irritantemente pegadizo y ridículamente contagioso. Fíjate la próxima vez que la escuches en una discoteca (y, a pesar de ser de hace 14 años, es probable que te ocurra en las próximas semanas) y observarás que ‘I Gotta Feeling’ consigue que todo el mundo entre en un trance eufórico como en una especie de éxtasis tribal. ‘I Gotta Feeling’ consigue que te rindas por completo a ella, electrificando una parte del sistema nervioso humano que hasta los mayores hits del pop se conforman con cosquillear.

La clave de todo esto es la filosofía misma de los Black Eyed Peas. Para ellos, la fiesta en un fin en sí mismo. Y por tanto su música tiene que ser inmediata, no complicada. Son tan literales que tienen una canción titulada ‘Party All The Time’. Sus oyentes potenciales son todo el mundo, pero especialmente la gente que dice “fiestuki” o “fiestón”. Hacían música eufórica para años eufóricos, para la época en la que Barack Obama empezaba su primer mandato y el happy pop de Katy Perry ponía banda sonora al entusiasmo colectivo pre-crisis.

Will.i.am, cuya inspiración creativa era tan desbordante que produjo hits para Britney Spears, Cheryl Cole o Pussycat Dolls, incidía mucho en la importancia de los negocios y la tecnología. Él era, por encima de todo, un emprendedor. Y ‘The E. N. D.’ no era tanto un disco como una empresa, en la que mezclaba todo lo que hubiera que mezclar para seducir a las masas: pop, hip hop, dance, funk, r&b, disco, soul, bollywood. Lo que hiciera falta. Durante los 2000 la juventud todavía estaba fragmentada en tribus urbanas (emos, heavies, bakalas, raperos, poperos, gays fans de divas), pero grupos como BEP ofrecieron un hilo musical homogeneizador: al darle a todo el mundo algo que le podía gustar, hicieron que a todo el mundo le gustase lo mismo. Durante décadas, la popularidad del pop se medía en base a las ventas del mercado, pero ahora que no se vendían discos el éxito necesitaba otros parámetros. Los BEP entendieron que el nuevo concepto del éxito radicaba en convertirse en el fondo de armario. No influyeron en el cambio de paradigma, pero supieron adaptarse a él: el pop ya no es banda sonora de los cambios sociales, sino un artefacto para evadirse de ellos.

‘The E. N. D.’ arrasó de tal manera que al año siguiente el grupo lanzó ‘The Beginning’, una colección de descartes liderada por ‘The Time’. Normalmente los artistas que sampleaban trozos de cantantes antiguos recurrían a canciones poco conocidas, pero ellos no. Los Black Eyed Peas se sacaron la chorra y reprodujeron el estribillo de una de las canciones más famosas del siglo XX, ‘(I’ve Had) The Time Of My Life’ de la banda sonora de ‘Dirty Dancing’. Hoy esa es la norma. En el pop comercial samplear ya no consiste en extraer unos segundos para darles otro sentido, sino coger tal cual melodía de efectividad comprobada y plantarla en el estribillo para no tener que componer un estribillo. Si Hollywood lo hace constantemente con los remakes, ¿por qué no hacerlo también con la música pop?

«Habrá quien considere a los Black Eyed Peas un Whopper, pero en realidad se parecen más al pollo: siempre están ahí, pegan con todo y sin ser la comida favorita de nadie, nunca molestan»

La colaboración de BEP con J Balvin, ‘Ritmo’, es un ejemplo de esto (samplea ‘The Rythm Of The Night’ de Corona), pero también ocurre con ‘Mamacita’ feat Ozuna (‘La Isla Bonita’ de Madonna) o ‘Vida Loca’ feat Nicky Jam (‘U Can’t Touch This’ de MC Hammer). Los dos últimos discos de BEP, ‘Translation’ y ‘Elevation’, están llenos de colaboraciones con artistas latinos como Shakira, Maluma, Daddy Yankee, Anitta, un volantazo teniendo en cuenta que durante sus dos primeras décadas de carrera el grupo no colaboró con ningún artista latino. El motivo no es sutil. La música de BEP siempre ha sonado al resultado de un estudio de mercado, hacían hip hop cuando ese género era el que más vendía, se pasaron al dance con el auge del EDM y ahora se han empollado las estadísticas de Spotify y saben que la música latina es la más escuchada del planeta. Habrá quien considere a los Black Eyed Peas un Whopper, pero en realidad se parecen más al pollo: siempre están ahí, pegan con todo y sin ser la comida favorita de nadie, nunca molestan.

En 2009 se viralizó el mash up de DJ Earworm en el que mezclaba en cinco minutos las canciones más exitosas del año. ‘I Gotta Feeling’, claro, era una de las principales. Y da la sensación de que los BEP llevan desde entonces haciendo música con el objetivo de encajar en el mash up anual de DJ Earworm. En Double D’z, una secuela de ‘My Humps’ centrada ahora en las tetas, repiten “Holy Fuck” mil veces antes de proclamar “Ese cuerpo tuyo es absurdo, voy a necesitar ver ese cuerpo, haz twerking para mí”. En ‘Jump’ emplean la “voz de texto” que está tan de moda en TikTok. En ‘In The Air’ repiten hasta la saciedad “Put your hands in the air”. Porque los Black Eyed Peas son lo que son. Son un grupo que, en su última gira, animaban a los asistentes a descargarse una app que al abrirla te permitía ver el concierto a través de la pantalla del móvil llena de filtros de corazones y pirámides. O sea, Andrés Calamaro pide que por favor no saquen los móviles y disfruten de la experiencia estando presentes en el momento, mientras que Black Eyed Peas crean una app para que todo el mundo saque su móvil. Se trata de un grupo que hace música para ese tipo de persona. Esa que se pasa el concierto grabando vídeos en una calidad de mierda que jamás volverá a ver y que solo sirven para que la gente que está detrás de ella no vea nada.

«Black Eyed Peas parece un grupo creado por una inteligencia artificial al que le han metido las palabras pop, dance y hip hop»

En 2014 fui al concierto de los Black Eyed Peas en el Vicente Calderón, con David Guetta como telonero. Resultaría imposible clasificar a los asistentes. Había familias, chonis, machirulos, pijos, parejas que parecían sacadas de un sktech de Pantomima Ful, grupos de chicas con actitud de despedida de soltera, maricas de 20 años, maricas de 50 años, gente tatuada, gente repeinada. En aquel momento Fergie todavía era la cantante de BEP, pero tras su marcha en 2017 la trayectoria del grupo apenas se ha visto alterada: entre sus cinco canciones más escuchadas en Spotify y en YouTube, hay dos de su última etapa (‘Ritmo’ con J Balvin y ‘Girl Like Me’ con Shakira), porque BEP ya existen por encima de cualquiera de sus miembros (excepto el productor will.i.am), los Black Eyed Peas son un concepto en sí mismo. Un grupo que parece creado por una inteligencia artificial al que le han metido las palabras pop, dance y hip hop.

En el mundo de BEP todo es abstracto. La paz. La discoteca. Las personas. Todo es una idea que reemplaza al original. Y por eso se puede aplicar a cualquier sociedad, a cualquier discoteca y a cualquier persona. ¿Dónde está esa discoteca tan chula sobre la que siempre cantan? Pues donde tú quieras. Es posible que la música de los Black Eyed Peas vuelva a la gente más tonta, pero también más feliz. Y sí, sus canciones sobre estar vivo suenan artificiales, ¿pero acaso estar vivo en el siglo XXI no se siente profundamente artificial?

Juan Sanguino es autor de 3 libros sobre cultura pop que podéis comprar en la tienda de JENESAISPOP.

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Publicado por
Juan Sanguino