2021 fue un año espectacular para los hermanos Mael: Edgar Wright les rindió pleitesía total en el documental ‘The Sparks Brothers’. Se estrenó ‘Annette’, el heterodoxo musical de Léos Carax, con guión y música de Sparks: un largo sueño se había hecho realidad al fin. Y, para culminar un año fantástico, los hermanos ganaron el premio César a la mejor música original por la película.
Toda la alegría, energía y entusiasmo generados por estos proyectos, han cristalizado en el disco número 25 (26 si contamos el de ‘FFS’, 27 si incluimos la BSO de ‘Annette’) de Sparks. Y quizás este sea el más divertido y fácil de escuchar del dúo. Sparkcididad al 200%, en la línea de ‘Hippopatamus’ o ‘A Steady Drip, Drip, Drip’, pero aún más heterogéneo e inmediato. Como bien dice Ron Mael, han usado todo su bagaje en beneficio de cada canción, empleando el género y los arreglos que más se ajustaran en cada caso. El resultado es un abigarrado y desbordante muestrario de todo lo que son Sparks. Si en las críticas de ‘Hippopotamus’ y de ‘A Steady Drip, Drip, Drip’ destacábamos que eran buenos álbumes para introducirse en el peculiar mundo de Sparks, este es más perfecto todavía.
Sin embargo, es curioso que, entre tanta vorágine, la canción inicial, y single principal, ‘The Girl Is Crying in Her Latte’ casi, casi sea la más “floja”. ¡Pero menuda “flojez”! Porque es un pepinazo obsesivo sobre la tristeza generalizada que observan en la actualidad. Ella está aparentemente bien, pero no para de llorar sobre su café.
Pero no es tristeza lo que encontramos precisamente en el disco. ‘Veronika Lake’ es fría quietud electrónica. ‘Escalator’ recuerda a los tiempos de Moroder y ‘Nº1 Song in Heaven’. ‘Nothing Is As Good As They Say It Is’ es una divertida pieza de glam rock de lo más pegadiza, repleta de poderosos guitarrazos, como recién venida de 1974… Sólo que es de 2023. ‘The Mona Lisa’s Packing, Leaving Late Tonight’ con su fanfarria de trompetas y sintetizadores, no puede ser más efectiva. Las cosquillitas pop de ‘You Were Meant For Me’ y su bajo tan sexy contrastan con el pop barroco y épico a la Scott Walker de ‘Not That Well-Defined’ y la pesadilla orquestal ‘We Go Dancing’, prima hermana de ‘The Rythm Thief’.
‘Take Me For A Ride’ es un número musical loquísimo, que tanto te lleva a un hipotético film de Tim Burton como a una desatada actuación de rock eurovisivo. Y para cerrar, la parodia pero también homenaje a Bowie que es ‘It Doesn’t Have To Be That Way’, orquestal, pomposa y emotiva. En la final ‘Gee, That Was Fun’, parece que se vayan a arrancar con ‘My Way’ (¡al fin su oportunidad de cantarla!). Pero por suerte, dicen, no hemos de leerla como despedida
En ‘The Girl Is Crying in Her Latte’ todo sigue intacto. La extraordinaria voz de Russell, la imaginación de Ron, el humor y el cariño que desprenden todas las canciones, ese fino equilibrio entre la burla y la ternura que distingue a los Sparks. ‘The Girl Is Crying in Her Latte’ es un disco donde todos los temas son singles potenciales, claros “Sparks Hits”. Pero no solo eso: también desborda entusiasmo y alegría por los cuatro costados. Que una banda tan veterana suene con tantas ganas y tan lozana es maravilloso.