1993: ‘Modern Life Is Rubbish’ (enorme título), el segundo álbum de Blur, no acabó de triunfar lo esperado. Los chicos se fueron de gira a EEUU y ahí les pilló la explosión grunge. En contraste, comenzaron a fantasear y a recrear su Inglaterra natal, con ironía y sarcasmo, pero también con cariño. Y fabricaron el artefacto más británico y pop que se les pudo ocurrir. Once meses después, en abril de 1994, apareció ‘Parklife’.
No extraña que ‘Parklife’ fuera uno de los disparos de salida de eso que se llamó brit-pop: es orgullosamente británico, pero sin caer en el chovinismo. Porque es un homenaje y una demostración de que, al fin y al cabo, si hablamos de pop, el Reino Unido fueron los padres del invento. Blur no ocultan sus referencias, las muestran con desfachatez: Beatles, Kinks, The Jam, XTC quizás los que más (especialmente palpable en ‘Tracy Jacks’ y ‘London Loves), Bowie (en ‘Jubilee’ parece que se vayan a arrancar a cantar ‘Moonage Daydream’). Los que descubrimos el disco en 1994 no reconocíamos algunos de esos referentes entonces, estábamos aún por llegar a todos esos nombres. La preciosa portada de ‘Parklife’ fue para algunos la puerta de entrada a todo ese universo.
Pero, ¿sigue funcionando el disco fuera de este contexto? ¿En 2023? La respuesta es: sí. A día de hoy, ‘Parklife’ continúa sonando como un tiro de pop clásico, una colección modélica de canciones, que son fáciles de escuchar, que se enganchan de mala manera. Más allá de su importancia como hito generacional, es una sucesión de hits. Su valor intrínseco es altísimo. Es fresco, es descarado, es divertido, es emotivo. Y casi 30 años más tarde, se mantiene terso y lozano.
El inicio de ‘Parklife’ es un torbellino, con todo lo que son singles (y no singles, pero casi) concatenados, sin respiro: ‘Girls & Boys’, ‘Tracy Jacks’, ‘End of a Century’, ‘Parklife’… Rodajas de pop británico perfecto. ‘Girls & Boys’, ya nació como clásico. Incluso los Pet Shop Boys saludaron así la canción: no sólo se encargaron de su remezcla, sino que la incluyeron en el repertorio de su gira de 1994. ‘Girls & Boys’ la machacaron en todas las discos indies desde el minuto uno, y sigue sonado a día de hoy. La acidez con la que se retratan las vacaciones baratas de beber y follar sin criterio en Magaluf, el poso de vacío posterior, se disfraza en una brillante oda disco, de endiablado estribillo: “Girls who are boys who like boys to be girls / Who do boys like they’re girls, who do girls like they’re boys”. Alex James la resumió como “baterías disco, guitarras desagradables y el bajo de Duran Duran”. La canción más célebre de todo el brit-pop (con permiso de ‘Common People
’ de Pulp).La jocosa crisis de la mediana edad de ‘Tracy Jacks’ nunca fue single, aunque lo parezca. De crisis a crisis, a la de pareja que retrata ‘End of a Century’ recreando a los Beatles más solemnes, fue el cuarto sencillo del disco. La epopeya cotidiana en el parque que narra Phil Daniels (el protagonista de ‘Quadrophenia’) eleva a la enésima potencia el espíritu del disco: no puede ser más inglés y, a la vez, no se pueden reír más de lo inglés. Todo presentado en una canción exultante y juguetona, gracias al contraste entre el recitado chulesco de Daniels y su encantador estribillo.
Es tan apabullante el arranque de ‘Parklife’, que quizás lo que viene después se desinfla… Bueno, en realidad no: ‘Bank Holiday’ es punkismo acelerado y adictivo, ‘Badhead’ es preciosa y melancólica, la brevísima ‘Far Out’ es toda una extrañeza a cargo de Alex James… Pero es que encima, casi a la mitad viene la mejor canción (y eso es mucho decir): ‘To the End’, la gran excepción a la regla de que en el disco todo sea tan británico, una adaptación del pop yeyé orquestal francés. Una maravilla en que Laetitia Sadier de Stereolab da réplica a Damon Albarn, que emociona lo indecible en su estribillo desafinado y arrebatado.
Pero aún hay más: el riff ochentoso y lo más XTC de ‘London Loves’, que contiene otro estribillo brillante que se engancha como loctite (y van…). Pero es que hasta piezas aparentemente menores como ‘Trouble in the Message Center’ o ‘Clover Over Dover’ son pepinazos de pop sesentero y adictivo. Y si el tramo final parece que afloja, entonces salen con otro de sus grandes clásicos: ‘This Is a Low’, la gran balada del disco, una fantasía sobre navegar por los mares que rodean una Gran Bretaña mitificada, que, a su vez, actúa también de metáfora sobre la depresión.
Podemos discutir que si Blur en verdad eran unos niños bien que se reían de la Inglaterra proletaria, que si se dedicaron a plagiar todo lo plagiable, que si el brit-pop fue un coñazo que se llevó por delante lo más prometedor de los años 90 en Reino Unido, ese rock fusionado con música de baile que apuntaba al infinito y más allá, pero que quedó fulminado por el éxito de un rockismo patriótico e inmovilista… Pero no podemos discutir el valor de ‘Parklife’: Brillante, adictivo. Perfecto.