Cuando Mila se muda con su novio a la casa en la que solía veranear desde niña, comienza a experimentar la incapacidad de sentir satisfacción sexual. No es que le haya dejado de atraer su pareja, sino que el problema aparentemente reside en sí misma.
‘Creatura’, el segundo largometraje de Elena Martín Gimeno tras ‘Júlia Ist’, se empeña en viajar a la raíz de este, hurgando en los recuerdos de la infancia y la adolescencia para intentar encontrar el sentido a ese bloqueo sexual somatizado a través de un alarmante sarpullido que empieza en la vulva y se va extendiendo hasta cada centímetro de su piel. Este elemento corpóreo, casi cronenbergiano, le sirve a la cineasta para retratar el cuerpo como una prisión de la que no se puede huir. El cuerpo como fiel reflejo del alma. En este caso, un alma vapuleada por las crueles dinámicas de una sociedad que limita y reprime la sexualidad femenina desde la más tierna infancia hasta prácticamente anularla.
Martín Gimeno comienza su valiente exploración del trauma con un primer acto misterioso y oscuro. La Mila adulta (interpretada por ella misma), confusa y aturdida ante su dificultad para mantener relaciones sexuales, intenta buscar soluciones junto con su novio (Oriol Pla), pero en cierto momento se da cuenta de que no es en el presente donde encontrará respuestas, sino en edades significativas de su feminidad, representadas a través de flashbacks repentinos. Ahí es donde la película se abre y se expande como un ejercicio de cine meticulosamente atento en su retrato de la experiencia femenina.
La segunda parte, en la que Mila es adolescente (encarnada por una gran Clàudia Malagelada), eleva el ligero didacticismo de la línea temporal del presente a algo más sorprendente e interesante. Martín Gimeno imprime veracidad y tensión a esa etapa de crecimiento tan compleja que es la pubertad de forma similar a aquel luminoso acercamiento a la amistad de ‘Libertad’ de Clara Roquet (aquí, co-guionista junto a la directora). Las primeras fiestas, los primeros ligues, esas conversaciones banales llenas de machismo arraigado que se quedan grabadas o las acaloradas discusiones con los padres están plasmadas en pantalla con una admirable capacidad de observación.
De la misma manera, en el tercer acto dedicado a la infancia, encontramos esa agudeza en la representación de un periodo vital en el que la sexualidad es absolutamente tabú. Martín Gimeno propone aquí un arriesgadísimo ejercicio de valentía fílmica del que sale sorprendentemente airosa. Los primeros descubrimientos sexuales aparecen inconscientemente en la pequeña Mila (Mila Borrás), pero pronto se le enseñará a ignorarlos porque son incómodos y motivo de vergüenza.
El cine de Elena Martín Gimeno da un gran salto con ‘Creatura’ (premiada como mejor película europea en la Quincena de Cineastas de Cannes), un trabajo mucho más complejo y maduro que su predecesor, y que sabe suplir sus carencias (un desarrollo un tanto escueto de la relación de pareja, un discurso demasiado subrayado en ciertas ocasiones) con una puesta en escena sugerente y un tono psicológico inquietante.