Música

James Blake / Playing Robots in Heaven

Érase una vez un productor de electrónica tan prestigioso, tan prestigioso, que Beyoncé terminó confiándole la apertura de uno de sus discos más importantes, ‘Lemonade‘. James Blake, que había encandilado a crítica y público con dos álbumes relativamente experimentales entre el dubstep y el neo-soul, saboreaba las mieles del estrellato. Y escogió desarrollarse de dos formas: abriéndose al featuring rapero con Travis Scott, Future, Kendrick Lamar o Metro Boomin’, y en el otro extremo, publicando temas más apegados a lo clásico, como ‘Say What You Will’ o la exitosa ‘Dancing in the Park’ con Rosalía.

En su 6º disco, en cambio, James Blake abandona ambos caminos. No hay featurings. ‘Playing Robots in Heaven’ se plantea abiertamente como un regreso a sus raíces. A los días en que sacó sus primeros vinilos en Hessle Audio, Hemlock y R&S Records, antes incluso de su primer EP. Burial y el UK garage vuelven a ser sus puntos de referencia, por ejemplo en ‘Fall Back’, una grabación realizada junto a un productor desconocido de South London llamado Yaw Evans, conocido por remezclar viejo grime a capella con métodos de la vieja escuela.

El resultado es una nueva lucha interior para un James Blake que sigue jugando con la depresión de manera muy teatral, utilizando samples de voces repetidos hasta la saciedad al modo del acecho de los malos pensamientos. «Quedarse atrás (…) Puede que no vuelva de ahí».

Que no haya artistas invitados no significa que no podamos escuchar otras voces en el álbum. Ragga Twins, con cuya música James Blake creció, llevan el single ‘Big Hammer’ al dancehall, justo cuando parecía que la pieza era un homenaje al kraut en sus diferentes formas, de Kraftwerk a Stereolab. La mano de Pharrell está escondida justo después en ‘I Want You to Know’, pues este tema incorpora elementos de ‘Beautiful’ junto a Snoop Dogg. Pero estamos ante un tema de ambient, muy lejos de las voluntades pop que han tenido otros discos de James Blake.

Igualmente hay que destacar la colaboración de Dom Maker de Mount Kimbie en los créditos de la mitad de las canciones, por ejemplo en las tres primeras, las que conducen ‘Playing Robots in Heaven’. James Blake ha concebido el disco como una «experiencia con una droga del subidón al bajón». ‘Asking to Break’, al piano, abre muy poco a poco la puerta de la pista de baile, y ‘Loading‘ y ‘Tell Me’ serían las grandes explosiones catárticas en ese sentido. La primera es un diálogo hipnotizante de voces moduladas, con un clímax celestial, tamaño Caribou; la segunda, otra locura de moduladores como conexiones telefónicas frustradas, con sintetizadores y beats rendidos al club como pocas veces ha querido el bueno de James.

Estas dos producciones son tan mágicas, que la parte «bajón» que se inicia con ‘Night Sky’ y dura 4 pistas – demasiado- no es tan agradecida, pese a los aciertos. James Blake va cediendo paso al ambient, al dream pop, incorporando guitarras y algo parecido a cajitas de música (‘Fire the Editor’ de repente parece una producción de Beach House), dejando cierta sensación de que la coartada conceptual del álbum está un poco improvisada. Como si hubiera dicho «tengo estos cortes bailables y estos otros que no, así que voy a inventarme algo«.

El disco termina con una brevísima canción a piano llamada ‘If You Can Hear Me’ y con una pieza instrumental compartida en redes durante la pandemia, durante la cual le vino a la mente la idea del «organista que lleva los robots al cielo». El título del disco. La verdad es que esa idea, entre lo eterno y lo perecedero, entre la fantasía y la esperanza, estaba plenamente recogida en ‘Loading’. «¿Dónde están mis alas? Se están cargando».

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Publicado por
Sebas E. Alonso