En 1979, el compositor y artista de performance checo Milan Knizak publicó ‘Broken Music’, un disco hecho literalmente de “música rota”, compuesto a partir de sonidos extraídos de vinilos cortados y pegados, rallados, agujereados o incluso pintados. “Al reproducirlos una y otra vez”, rememora el artista, “salía una música completamente nueva, impredecible, desgarradora, agresiva e incluso cómica; eran composiciones que podían durar un segundo o, por el contrario, al quedarse el vinilo atascado en la aguja, podían extenderse hasta el infinito”.
La música de ‘Broken Music’ es -francamente- difícil de escuchar y digerir… pero las declaraciones de Knizak le hacen parecer un extraño precedente de Oneohtrix Point Never. Al fin y al cabo, ¿no es “música rota” la que escuchamos en discos como ‘Age Of’ (2018) o ‘Magic Oneohtrix Point Never’ (2020)? En ambos discos parece que Daniel Lopatin ha viajado tanto al futuro del pop que se lo ha encontrado completamente en ruinas. Imagina el busto degollado de Ozymandias, pero es Taylor Swift, o algo así.
La evolución pop de Oneohtrix Point Never (ocurrida a raíz de sus colaboraciones con The Weeknd y de su trabajo en el mundo de la banda sonora), ha producido un repertorio de canciones fascinante, pero de calidad irregular. Se ha echado en falta la chispa de ‘Replica’ (2011) y ‘R Plus Seven’ (2013), dos trabajos que derrochaban ideas e innovación por todos sus poros. Los mejores momentos de ‘Magic Oneohtrix Point Never’, de hecho, eran los abstractos. Y parece que Lopatin está de acuerdo, porque en ‘Again’ tira por ese camino. Aunque, en realidad, ‘Again’ vuelve a ser un homenaje a su creador, en el que se ponen sobre la mesa muchos de sus trucos ya conocidos.
‘Again’ es una “autobiografía especulativa” en la que Lopatin imagina los diferentes caminos que podría haber emprendido dentro de su propia creación musical para “desbloquear” realidades desconocidas. Es una “conversación entre su yo del pasado y el actual” y una “meditación sobre la identidad musical (de Lopatin) durante su juventud vista desde la perspectiva de la mediana edad”. En cristiano, otro disco de Oneohtrix Point Never, para lo bueno y para lo malo.
Para lo bueno porque Oneohtrix sigue siendo capaz de crear una serie de composiciones sublimes y arrebatadoras. ‘Again’, la pista titular, es un fantasía de sintetizadores cósmicos y cuerdas procesadas que sabe tocar la fibra sensible cuando decide despegar hacia el espacio exterior. Completamente sintética, ‘Locrian Midwest’ parte del sonido clásico de Oneohtrix Point Never para crear una nueva maravilla de arpegios sci-fi que pone los pelos como escarpias.
Curiosamente, muchos de los mejores momentos de ‘Again’ contienen cuerdas (especialmente violoncellos), como el “movimiento” clásico de ‘Gray Subviolet’, que pasa del idilio a la tensión máxima; o ‘Nightmare Paint’, un collage fascinante de cuerdas desafinadas, voces operísticas y microbeats que culmina con una explosión digital que sumerge la pieza en una emoción desbordante.
Es evidente que Lopatin sigue centrado en crear piezas impredecibles que sorprenden a cada segundo. Hay algo de esa “música rota” en ‘Memories of Music’, donde la abundancia de texturas es asombrosa, y ‘On an Axis’ suena mal ecualizada a propósito, antes de que toda la metralla digital se imponga.
Pero en algunos momentos sigue faltando algo. ‘Again’ es técnicamente impecable, uno de esos raros discos experimentales que suenan a “blockbuster” comercial. Pero o el efecto sorpresa se ha disipado, o Lopatin no está sabiendo imprimir toda la emoción debida en muchas de estas piezas. Quizá esa filosofía de “música rota” es la responsable de que los momentos más prog del disco, como ‘World Outside’, suenen algo carentes de clímax, y el grunge futurista de ‘Krumville’ falla porque intenta parodiar el pop sensiblero de los 90 pero se olvida del elemento más importante, esto es, escribir una canción que de hecho sea buena, exactamente como esas mismas que parodia.
También hay momentos en ‘Again’ que ocupan un lugar medio, que sin ser composiciones históricas contienen alicientes que vale la pena descubrir. Es el caso de ‘Plastic Antique’ y sus diferentes secciones, entre la emoción orquestal y la explosión digital; o de la electrónica glitch de ‘The Body Trail’, que tampoco renuncia al sonido de las cuerdas. El disco termina con ‘A Barely Lit Path’, que logra ser una de las mejores canciones por su escalofriante uso de un coro infantil. Un buen disco de Oneohtrix Point Never, «otra vez».