Uno de los grandes estrenos del pasado 2022 en la ficción estadounidense fue la aclamada ‘The Bear’, que este verano volvía con una segunda temporada aún mejor que la primera. Christopher Storer, hasta ahora detrás de especiales de Bo Burnham como ‘Make Happy’, y productor tanto del interesantísimo debut como director de Burnham ‘Eight Grade’ como de la excelente ‘Ramy’ (la mejor dramedia que no estás viendo) daba el salto como creador con una serie centrada, a priori, en el día a día de un restaurante. Solo que, evidentemente, ‘The Bear’ no va de un restaurante.
El protagonista es Carmy Berzatto, un chef de alta cocina que se ve obligado (más o menos) a dejar su trabajo y ponerse a cargo del bar de bocadillos de su familia, un local que llevaba su hermano Michael… hasta que se suicidó. Carmy se encuentra un lugar caótico y que se cae a trozos, con un equipo destrozado por el suicidio de Michael y que lleva el duelo como puede. Lo que podría ser un drama contemplativo sorprende, en cambio, por la rapidez de sus diálogos, que, a medida que avanza la trama, traen consigo una naturalidad pasmosa en el uso de chistes, piques varios y cambios entre lo dramático y lo cómico. El retrato que se hace de la cercanía de estos trabajadores entre sí resulta tremendamente realista, al igual que el que se hace del duelo, que está presente en todos los episodios y personajes sin que tenga que ser una pieza central.
La dirección se la reparten entre Storer y Joanna Calo (hasta ahora guionista de series tan recomendables como ‘Bojack Horseman’ o ‘Hacks‘), con el “cameo” de Ramy Youssef (creador, protagonista y, básicamente, genio de la mencionada ‘Ramy’) dirigiendo un estupendo episodio de la segunda temporada. Entre ellos consiguen usar la cocina para hablar de temas como lo importante que es tener un propósito, o la satisfacción que se puede tener “sirviendo” pero también liderando. De las dificultades de ese liderazgo y las dificultades a la hora de sacar adelante un proyecto aun queriendo hacerlo como Dios manda. De cómo el ascensor social y la cultura del esfuerzo son una mentira (aquí hay muchísimo curro, pero es que además hay rollos mafiosos y hasta cierto deus ex machina para poder hacerlo posible). De inseguridades, del autosabotaje y de cómo puedes usar el trabajo para no pensar, para moverte y moverte y no pararte a observar una realidad que puede ser una mierda.
Y esto consigue hacerlo ayudándose de un protagonista (Jeremy Allen White, a quien le costó aceptar el papel por ambientarse, como ‘Shameless’, en Chicago) impecable y de un reparto donde no hay grandes estrellas sino, metáfora del restaurante de nuevo, un equipo en el que funcionan todos a una para que lo engranajes conecten: Ebon Moss-Bachrach (te sonará por ser aquel novio bohemio-insoportable de Marnie en ‘Girls’), Ayo Edebiri, Lionel Boyce y Liza Colón-Zayas son quizás quienes más se lucen, pero, de nuevo, nadie está fuera. De hecho, la serie ganó mucha popularidad entre el gremio de actores, y eso explica el plantel de estrellas invitadas en la segunda temporada, donde las intervenciones puntuales de Oliver Platt también se incorporaron de manera fija. Jamie Lee Curtis es desde luego el as en la manga al respecto, pero es que se pasean por sus episodios gentecilla como Olivia Colman, Bob Odenkirk, Sarah Paulson, Gillian Jacobs, John Mulaney y Will Poulter.
Y nos queda otro punto fuerte de la serie que es especialmente reseñable en esta web: su banda sonora. El propio Storer es el encargado de seleccionar, junto al productor ejecutivo Josh Senior, una selección exquisita de temas de rock de los 80, 90 y 00 que mezclan lo mainstream y lo alternativo, con gran presencia de bandas de Chicago como Wilco, y alguna que otra sorpresa. Realmente no hacen falta descripciones, el listado quita el hipo: R.E.M., Radiohead, Pearl Jam, George Harrison, Sufjan Stevens, Van Morrison, Lindsey Buckingham, Otis Redding, Nine Inch Nails, AC/DC, Pixies, Beach Boys, David Byrne y Brian Eno, LCD Soundsystem, Smashing Pumpkins, Brian Wilson,Counting Crows, Fine Young Canibals, Mavis Staples, The Pretenders, Crowded House, Weezer, The Decemberists, Ramones, The Psychedelic Furs, Refused, Genesis, The Breeders, John Mayer, The Replacements, Tangerine Dream, Serengeti… y hasta Taylor Swift.
No es todo positivo, claro. El principal problema como espectador es, precisamente, lo eficaz que resulta ‘The Bear’ retratando su atmósfera: ver la serie puede ser bastante agobiante, el estrés traspasa la pantalla, y las nulas habilidades de comunicación de sus personajes tampoco ayuda. El montaje y la dirección de fotografía también van en esta dirección, con un estilo similar al de los hermanos Safdie (‘Uncut Gems’) que tiene sus fans, pero también sus detractores, aunque aquí pueda entenderse más su función.
El guión también presenta algún que otro recurso facilón (la nevera en el final de la segunda temporada, las mencionadas latas de tomate en el de la primera) y un abordaje un tanto unidimensional de algunos personajes femeninos, como el de Natalie (algo mejor en la segunda temporada) y, sobre todo, el de Claire, que roza peligrosamente la manic pixie dream girl. Si solucionan estos problemas, la tercera temporada (no confirmada aún, pero casi segura viendo el éxito de crítica y público) puede ser fácilmente la mejor, al haber servido esta segunda para darle más profundidad a sus personajes y hacer que nos estresáramos por ellos aún con el restaurante cerrado.