En un momento en el que no se cuidan tanto las mezclas como en el siglo XX, en el que la gente escucha música en el móvil sin más amplificador, en el que muchos grandes estudios de grabación han ido cerrando porque ya no compensa pagar un pastizal por ellos, el regreso de Peter Gabriel es una rareza.
Cuando algunas de las obras maestras de nuestros tiempos, como ‘My Beautiful Dark Twisted Fantasy’ de Kanye West, presentaron un sonido atroz, cuando abrazamos el «bedroom pop» porque nos ha introducido a artistas con el talento incuestionable de Billie Eilish; el autor de ‘So’ publica 12 canciones de 2 maneras diferentes. Una es la mezcla «brillante», realizada por Mark «Spike» Stent y otra es la mezcla «oscura», a cargo de Tchad Blake. Esto se traduce en que al menos sus seguidores y la prensa especializada hacen algo que no tenían planeado para este 2023: escuchar atentamente los arreglos de un álbum, rebuscar entre los detalles de los temas que han ido saliendo además uno a uno, mes a mes, siguiendo los ciclos lunares. ¿Qué año corría la última vez que descubriste una guitarra o un órgano soterrados, ocultos, en la mezcla de un disco que tenías hacía eones y te sabías de memoria?
Porque hay discos en cuyas capas nunca terminas de bucear, como ‘OK Computer’ de Radiohead, es que merece la pena destacar los últimos trabajos de Steven Wilson o ahora Peter Gabriel. Artistas curtidos en otra era que hacen uso de su conocimiento técnico durante décadas. Y uno de ellos es decidir cuánto quieres que se escuchen los efectos de una extraña percusión entre los minutos 1.00 y 1.10 de ‘Panopticom‘: ¿son esenciales o un complemento? Sin grandes diferencias, excepto en este tipo de subrayados, Peter Gabriel nos está educando sobre la importancia del trabajo artesano en el estudio, sin renunciar a las nuevas tecnologías. Siempre le gustó un buen envoltorio (ver portada).
El artista ha tardado casi 30 años en culminar este proyecto. Es su primer disco de estudio de canciones nuevas y originales desde ‘Up’ en 2002. En medio hubo versiones, orquestaciones y adaptaciones, pero este es el primer largo en el que le escuchamos hablar de sus inquietudes contemporáneas, y algunas ideas proceden incluso de 1995. Esto se traduce en que estamos frente a unas composiciones muy preocupadas por los efectos de internet, los móviles y las nuevas formas de comunicación (la carcelaria ‘Panopticom’ suena un tanto orwelliana), el control de nuestra privacidad (‘The Court’), la religión (‘Four Kinds of Horses’) o el medio ambiente (‘Playing for Time’).
Sin embargo, Peter Gabriel no vuelve para echarnos la bronca: ‘i/o’ es un álbum espiritual, zen, con un enorme sentido de la aceptación, como escuchamos en el corte titular: «simplemente soy una parte del todo». «Hay tanto por lo que vivir, hay tantas cosas que aún podemos dar», repite en ‘So Much’, insistiendo en la misma idea. Mientras ‘And Still’ parece tratar la muerte de su madre, que se produjo en 2016, justo después la final ‘Live and Let Live’ nos propone ir dejando a un lado la era de la crispación: «¿Durante cuánto tiempo quieres odiar, con todo ese enfado que quemar?».
Que quiere propagar el bien, se siente también en unas canciones que resultan tan pop -o casi- como algunas de sus grabaciones más asequibles de los años 80. Además del corte llamado ‘i/o’ va en esa línea la alegría que ni el joven Phil Collins de ‘Olive Tree’, también ‘This Is Home’, y en cierta medida el baladón inspirado en Randy Newman que es ‘Playing for Time’.
El álbum se mueve cómodo entre la electrónica, el pop-rock y un poco el ambient y la new-age más adulta y sobria, recordando al trabajo meticuloso de gente como Tony Visconti. Eso sí, si este fuera un disco de David Bowie, sería más ‘Heathen’ o ‘Reality’ que ‘The Next Day‘. Con alguna salvedad como ‘Love Can Heal’, que contiene a la vez el poder «curador del amor» y el de la música, las canciones son más cabales que definitivas. El Oscar que le darían seguro sería el de Mejor Sonido.