“El primer single de ese tercer disco era ‘Invierno a la vista’ con Xoel López y para mí era pasar de estar con el corazón roto y tener miedo al invierno a estar curada del corazón. Me apetecía el invierno, la reconciliación con el hogar. Mantita, calor, casa, hogar. Bienvenido al universo de los limones”. Así hablaba IZARO de su tercer disco, ‘Limones de invierno’, en una entrevista que concedía a JENESAISPOP en 2020. Era aquel un disco que había escrito en sus “años felices”. En el siguiente, decía, regresaría a sus raíces, a la “terapia” que supuso su primer disco. Sería su “propio ‘Motomami”’.
Algo de todo eso hay en ‘cerodenero’, el nuevo disco de Izaro Andrés Zelaieta. En primer lugar, el invierno está muy presente en la estética del proyecto, representando, quizás, ese “invierno” interior al que IZARO ha tenido que volver para sanar sus propios “traumas” personales (como ha reconocido en una entrevista). ‘Limoiondo’, “limón” en vasco, conecta con esa Izaro Andrés para quien el limón es un símbolo de estabilidad y calma. No extraña que los arreglos de guitarra y percusión de ‘Limoiondo’ terminen construyendo una de sus composiciones más serenas y espirituales.
Lo de ‘Motomami’ no va tanto por el rupturismo sónico. IZARO reconoce que el tercer disco de Rosalía le ha hecho llorar, y ese ejercicio de exorcismo propio (ella lo llama “autojusticia”), de presentarse crudamente ante el mundo, guía las canciones de ‘cerodenero’. En ‘Iparraldera’, Andrés canta que no quiere “seguir yendo en la misma dirección”, que desea “dar la vuelta al mundo” sin “perder el norte”. Como Rosalía, la cantautora donostiarra parece estar comentando su propia fama. Ella lo hace en una canción que suena maravillosamente inspirada en los mejores Cranberries, los de ‘Linger’. Después, encuentra la paz en ‘Udara, udara’, es decir, en el verano.
Esa tensión entre la necesidad de drenaje emocional, y la calma total, parece el fundamento de este disco tan personal que cuenta con “cero” artistas invitados. Se pierde algo de coherencia interna por el camino (no, la voz no es el «hilo» de un disco, a menos que seas Camille) pero el magnetismo de las canciones se mantiene. Estas pueden ser tan épicas como ‘edzddh – ez dakit zenbat denbora daramadan hemen’, donde la euforia pastoral de Florence + the Machine parece poseerla por completo. Pero también pueden ser intimistas y evocadoras de un diario personal, como la preciosa ‘El mundo no es un buen lugar’, donde, nihilista, Andrés reflexiona sobre los males del mundo que le preocupan: la guerra, la contaminación, el origen de su ropa.
Era tremendamente nihilista (o pesimista) IZARO cuando, en aquella entrevista citada anteriormente, aseguraba que al ser humano no le debería quedar mucho más de 200 años para extinguirse… sin que eso fuera malo en absoluto. Curiosamente, ella posee una impresionante voz robusta y poderosa muy apta para aquello que un día se conoció como canción protesta. En ‘cerodenero’ no hay de eso, pero ‘Las llaves de tu casa’ es una canción autoral como la copa de un pino. Y exhibe ese lado naíf que también Andrés tiene: “puedo ver las flores como las ven las abejas, puedo ver las nubes como las ven los aviones”, canta. Da la sensación de que está conectando con su niña interior.
Al fin y al cabo, las emociones de ‘cerodenero’ son primarias, viscerales. Quizá, por eso, la coherencia estética, la fluidez de la narrativa, ha pasado a un segundo plano. “Dame calor en invierno” es una necesidad expresada en ‘aguacero’, un balado pop-rock que las radios españolas ya están tardando en pinchar. En ‘campamento base’ dice “pa fuera lo malo” subida a un ritmo de synth-pop que remite a otra de sus inspiraciones, la última Zahara. Y cuando IZARO construye un “reino a salvo” de esa persona que le ha hecho daño, en ‘x eta besteak’, la atmósfera densa, trap-pop, como influida por Kanye West, pone los ladrillos de ese refugio. Dentro de ‘cerodenero’, el mundo no es tan malo.