Música

Christina Rosenvinge / Los versos sáficos

Dos proyectos extraordinarios han ocupado a Christina Rosenvinge en los últimos años. Por un lado, la película ‘Karen’, la cual ha protagonizado, encarnando a la autora de ‘Memorias de África’. Por otro, la obra de teatro ‘SAFO’, donde se ha puesto en la piel de la mítica poetisa griega. El objetivo de Rosenvinge con ‘SAFO’ ha sido “devolver la música” a los versos de Safo de Lesbos, pues, como ha recordado en las entrevistas, Safo era poeta lírica -de hecho, inventó varios instrumentos, como el plectro- y sus obras no se leían, sino que se cantaban. Así que no es ninguna sorpresa ver estas canciones reunidas ahora en un disco, el primero de Rosenvinge en más de un lustro.

‘Los versos sáficos’ no es exactamente el gran sucesor de ‘Un hombre rubio’ (2018) por dos razones. En primer lugar, la mayoría de sus canciones ya se habían estrenado, pues fueron interpretadas en vivo en la mencionada obra de teatro. Por otro, ninguna de ellas encierra esa ambición que es de esperar de la autora de obras maestras como ‘Canción del eco’ (2010). No obstante, todo proyecto de Rosenvinge será de altura, y ‘Los versos sáficos’ no es una excepción.

Porque las nuevas canciones de Rosenvinge mantienen la elegancia esperable de esta autora, porque sus letras vuelven a ser encantadoras y brillantes, ‘Los versos sáficos’ vale la pena. De hecho, los textos de ‘Los versos sáficos’ se han publicado separadamente en un libro, dándoles el valor que merecen: Rosenvinge los ha escrito basándose en una obra que solo sobrevive por fragmentos. Rosenvinge no se ha limitado a interpretar unos textos ya existentes, pues tal cosa era imposible; sino que, por necesidad, los ha adaptado al formato de canción pop que prevalece hoy. Entrando en diálogo con Safo, la ha integrado en su universo.

Y porque no todos los discos del pop tienen que ser un ejercicio de ambición desmedida, que diría C. Tangana, Rosenvinge descarga densidad en estas canciones -probablemente el reto teatral se lo pedía- y suena “ligera como el aire”, como promete en la preciosa canción que abre el largo. Abriendo con poco más que piano y voz, la narradora se prepara para emprender un viaje probablemente sin retorno, pero el lamento suena curiosamente descargado de tristeza; más bien aliviado.

Esto no significa que Rosenvinge renuncie en ‘Los versos sáficos’ a la intensidad guitarrera de sus trabajos inmediatamente anteriores a este. En el cautivador ‘Poema de la pasión’ se imponen las guitarras distorsionadas, mientras Rosenvinge arruga la voz como compungida por su propio deseo erótico (uno de los temas principales de la obra de Safo). Y ‘Fragmentos’ evoca a la PJ Harvey más cruda, para después sumirse en una poderosa melodía que solo se puede calificar de gótica.

Pero los mejores momentos de ‘Los versos sáficos’ suenan felices y despreocupados. Cuando los ritmos se animan, el alivio se convierte en jolgorio, como en la vagamente latina ‘Canción de boda’, en la que Rosenvinge y Maria Arnal -a quien este arreglo le sienta de lujo- armonizan mientras les caen “pétalos y arroz” del cielo; o en el encantador jazz-pop de ‘Hoy duermo sola’, donde Safo reflexiona sobre su propia vejez y el legado que dejará tras su muerte, describiendo -con mucha gracia- el trágico devenir de un «pobre varón» que tomó para sí mismo la peor decisión posible, con gravísimas consecuencias.

Cuando, en ‘Los versos sáficos’, Rosenvinge se atreve a hacer esa cosa de experimentar con la electrónica, convence algo menos. El tecno ligero de ‘Contra la épica’ desorienta como cierre de disco, pero no tanto como ese denso experimento trap-pop llamado ‘Himno a Afrodita’ que suena tan pronto como en cuarto lugar, lastrando la fluidez del largo. No son las composiciones más logradas, como tampoco la más clásica ‘Pajarita’, una de las dos canciones previamente inéditas, junto con ‘Contra la épica’. Con un repertorio desigual, el disco sabe seducir como la mejor de las poetas, pero no satisface tanto como sus obras más redondas.

Sin embargo, Rosenvinge vuelve a ser una letrista lucidísima cuando, usando la metáfora, convierte de manera tremendamente evocadora el amor de la persona amada en una inalcanzable “manzana madura al sol, en lo alto de la rama”, en la preciosa nana ‘La manzana’. Y Christina, también, es una gran intérprete de sus propios textos aunque ella asegure que juega “en la liga de los letristas que cantan” y se quite méritos (o eso parece) como vocalista. Con su voz, da vida a las letras como pocas saben: solo escucharla pronunciar la palabra «lengua» es un regalo.

A pesar de que Rosenvinge -o Safo- se muestra en ‘Los versos sáficos’ en continua búsqueda de esa musa que parece habérsele escapado, la inspiración de la propia Rosenvinge sigue latente en estas nueve composiciones en las que la autora de discos capitales del pop (en cualquier idioma) como ‘Tu labio superior‘ (2008) o ‘La Joven Dolores‘ (2010) vuelve a demostrar que, hablando de ligas, ella sigue jugando en la suya propia, sin más competición. Porque pocas autoras de su categoría hay, en España o en otro lado.

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Publicado por
Jordi Bardají