Beirut ha vuelto a viajar. Su disco de debut de 2006 contenía títulos como ‘Prenzlauerberg’ en honor al conocido barrio de Berlín, ‘Brandenburg’, ‘Postards from Italy’ o ‘Bratislava’. Como Erasmus estadounidense en Europa, fue una especie de Goran Bregovic para el mundo hipster… solo que no era tan hipster después de todo.
Sus siguientes álbumes experimentaron más o menos con la electrónica y las cajas de ritmo, un poco al tímido modo de Magnetic Fields, sin que su marca se terminara de renovar del todo. Entonces llegó 2019 y el mundo se paralizó para Zach Condon, un año antes que para el resto.
Problemas de salud relacionados con su garganta le obligaron a cancelar una gira, y decidió retirarse para pensar. Alquiló una pequeña cabaña en un pueblo al norte de Noruega, se enamoró del órgano que le prestó un vecino, y terminó trasladando allí su estudio de grabación, no sin las consiguientes dificultades logísticas. Más lejos aún, terminó conociendo a un coleccionista de órganos llamado Oddvar que le consiguió colar en la iglesia local, para que pudiera tocar un órgano especial que procedía de principios del siglo XIX. Condon siente que este hallazgo ha sido un «rejuvenecimiento».
‘Hadsel’, cuyo nombre apela a la localidad noruega, es también el tema de apertura en toda su grandeza, suponiendo un inicio carismático y bastante avasallador, que mejora y mucho las expectativas del álbum sobre lo que fue el single 100% Beirut ‘So Many Plans
‘. Era aquella una canción bonita y agradable, pero frente a la que era inevitable contestar: «no, no había tantísimos planes». Esas notas al órgano grabadas en sus reiteradas visitas a la iglesia con sus grabadoras e ideas casan perfectamente con el tono melancólico de su música, aquí próxima al Michael Nyman más grandilocuente.Pero después, el álbum se recuesta casi por completo en el sonido primigenio del artista: el órgano y Noruega no han dejado su marca tanto como se sugiere. Y no es que nadie hubiera querido un disco entero con este instrumento por parte de Beirut, sino que hubiera sido enriquecedor para su repertorio que Hadsel a su vez le hubiera llevado a viajar a más lugares. A alguno que no fuera un pasado tan autocomplaciente como el que escuchamos en ‘Süddeutsches Ton-Bild-Studio’, tema que podría haber estado en su debut (también ha grabado algo de todo esto en su casa de Berlín).
‘The Tern’ y ‘Spillhaugen’ son básicamente sendas canciones de Beach House, mientras los textos nadan en la sencillez más imaginable. «Intenté encontrar un lugar, ya sabes, un lugar al que ir», indica ‘Island Life’, sonando reconfortante son sus guitarra y efectos. Es ‘Hadsel’ un disco adecuado para el recogimiento, y no en sentido figurado. “Al menos siéntate, déjame llenarte la taza” es parte de la letra de ‘Stokmarknes’. ¿Una tacita de chocolate caliente junto a Zach Condon?