Es extraño que el caso de Ryan Beatty no sea más conocido, porque desde luego es una historia con jugo. Chico adolescente que sube versiones es captado por una compañía que intenta manufacturar un producto, concretamente “el nuevo Justin Bieber”, empieza a sacar material propio, los números responden, Radio Disney le ama… pero el chico decide abandonar la música porque su imagen no se corresponde con él mismo, entre otras cosas, por ser gay. Ryan salió del armario motivado por la matanza de Pulse, y volvió a la música en 2018 con el que considera su primer disco real (ciertamente fue su primer largo). ‘Boy in Jeans’ abordaba esa disonancia cognitiva y su depresión, incluyendo también temas más ligeros donde se mezclaban mamadas y skate, y la mezcla de r&b, bedroom pop y rap llamó la atención de Tyler, the Creator, que le escribió por Instagram para colaborar en ‘IGOR‘.
Ryan colaboró tanto con él como con BROCKHAMPTON (en la banda y con sus miembros en solitario), y se abrió más a la electrónica en ‘Dreaming of David’, su segundo disco, pero es con su tercer álbum y su cambio de sonido con el que muchos hemos terminado de descubrirle (en mi caso, por recomendación de TheRubiew, thanks!). De hecho, Holly Humberstone le incluía recientemente en una playlist para NME, y es curioso, porque os hablábamos hace poco de lo bien que había versionado Holly a Frank Ocean, y Frank Ocean es claramente una de las influencias de Ryan en sus anteriores discos… pero no tanto aquí. En ‘Calico’ se ha juntado con Ethan Gruska, el productor principal de Phoebe Bridgers, y el nombre de ella sí que se te puede venir a la cabeza, sobre todo en temas como ‘Andromeda’ o ‘Bruises off the peach’.
Beatty se crió en Clovis, una ciudad de California cercana al Parque Yosemite que tiene casi el mismo número de habitantes que Jaén, y siendo adolescente su familia se mudó a Los Angeles como “sacrificio” por la carrera musical de su hijo. Al igual que esos sureños que en su día renegábamos del flamenco porque éramos “especiales” y hemos acabado viendo que, de hecho, el flamenco es quizás lo más “especial” que hay, Beatty despreciaba la música country y lo que representaba… y, al madurar, ha logrado ver a través del desarraigo. Y lo que ha visto le ha enamorado. Quería que el disco sonase “100% a California” y a “la música que mi padre ponía cuando era pequeño”, citando referentes country y, en general, folk: James Taylor, John Denver y la mismísima Joni Mitchell. Beatty quería rebajar sus expectativas con ‘Calico’, tanto comercialmente como en lo experimental, y se nota en que es un disco aparentemente muy sencillo, que prioriza su voz y se limita a nueve canciones donde, además de Gruska, ha contado con contribuciones instrumentales de Sam Gendel o de, ojito, Justin Vernon / Bon Iver (está acreditado por ejemplo en el ukelele en ‘Little Faith’, aunque el final de ‘Multiple endings’ no puede ser más boniveresco).
Beatty ha preferido esta vez mantener el misterio sobre las letras, negándose a hablar sobre ellas en las distintas entrevistas que, además, ha esperado para hacer (la primera que podemos encontrar tuvo lugar dos meses DESPUÉS del disco, cuando es bastante habitual que se hagan incluso dos meses antes). Y esto no parece ser una estrategia para esquivar el “punto débil”, porque el salto que ha dado como compositor en este ‘Calico’ es tremendo también. “Handprint on a windowpane / like white teeth to a red wine stain / some left, but the right ones stay” es uno de los grandes versos del álbum, perteneciente a ‘White Teeth’, donde también describe la soledad con “I’ve purchased furniture in place of you / I’d have you over / Jenni’s in the other room / but she’ll be leaving in the afternoon”. Hay algún momento de demostración vocal, como en ‘Bruise off the peach’, pero en general la voz está en consonancia con la delicadeza de las letras: en ‘Little faith’ habla de salud mental, de pasos importantes que no quiere dar pero sabe que debe darlos para cuidarse; ‘Multiple endings’ repasa el recurso de las citas esporádicas para olvidarse de una relación y, en ‘Andromeda’, aborda la madurez y la paz que cree sentir al estar de nuevo en su casa familiar tras un tiempo… hasta que le asaltan unos recuerdos que podrían haber continuado hasta el presente, pero no.
‘Cinammon Bread’ empieza contraponiendo la desesperanza de ‘La broma infinita’ y la sensación cálida del pan de canela, y poco a poco vemos que simboliza a un chico lleno de red flags (“could you ever keep me safe? / Like all the men you’ve loved / the women you’ve loved / you tell me we’re in this together / when I know it’s not the case”); red flags que Ryan elige ignorar (“all the men you’ve loved / the women you’ve loved / they all got something to say / they all got something to say / …it couldn’t keep me away”). Aunque quizás la mayor joya es ‘Hunter’, una pieza de siete minutos que él mismo describe como “la canción que siempre soñé hacer”. ‘Hunter’ es desde luego una delicia a nivel melódico, pero la manera en que Beatty te lleva por versos como “you woke from a nightmare / your nightmare woke me up from a dream” lo redondea. Y ya la unión del saxo de Sam Gendel con las cuerdas de Bob Moose (ambos han trabajado con Moses Sumney y ANOHNI, respectivamente) es la guinda del pastel.
Preguntado en una entrevista para Shangay por si iba a aportar “energía twink” a Eurovisión, Olly Alexander respondía a Agustín Cascales con un sarcástico “sí, energía twink a los 33 años”. Más allá del gag, me he acordado de eso con este disco porque es común que los chicos gays vivan una adolescencia retardada/segunda adolescencia… y muchas veces es complicado ver la línea entre eso, y estar en una eterna adolescencia. Empezar a madurar, aunque sea más tarde que otros. Quizás ‘Calico’ es el disco que un cantante que lleva activo desde los 16 años publicaría con 22, y no con casi 30 como es el caso. Quizás también, el que los tiempos de Ryan Beatty hayan sido distintos, y no haya querido forzarlos porque “es lo que te toca”, es uno de los motivos que dan autenticidad a este disco. Ryan, de hecho, es de tomarse su tiempo: después de su segundo disco, estuvo casi tres años sin entrar en redes porque, como explicaría después, quiere “vivir” para tener algo de lo que escribir: “me niego a ser parte de esta era en la que tienes que sacar cosas todo el rato… quizás es posible hacer un arte estupendo de esta manera, pero a mí no me funciona”. Cierra ‘Hunter’ diciendo “I’ll be gone for a while / and I don’t wanna be found”, así que es posible que quienes le hemos descubierto ahora no volvamos a saber de él en un tiempo. Pero, si es para traer más canciones así, que se tome su tiempo.