Los franceses se han equivocado. Como cuando nosotros enviamos ‘Los lunes al sol’ por encima de ‘Hable con ella’, y en EEUU ignoraron a León de Aranoa pero acabaron nominando ellos (y premiando) a Almodóvar, este año Francia decidió no enviar ‘Anatomía de una caída‘ sino ‘A fuego lento’. En EEUU no son muy de Rosana y pasaron de esa peli, pero sí que les dio fuerte por ‘Anatomía de una caída’, y ha acabado nominada a CINCO Oscar (película, dirección, guión, actriz y montaje).
¿Por qué Francia hizo eso? Las malas lenguas cuentan que viene de lo ocurrido en el Festival de Cannes de este año. Allí se presentó ‘Anatomía de una caída’, que narra la historia de Sandra Voyter, una mujer que se ve señalada como sospechosa tras la muerte ¿accidental? de su marido, y que cuenta en el reparto con la excelente Sandra Hüller, pero también con el buen hacer de Samuel Theis, el niño Milo Machado (tremendo), Swann Arlaud o Jehnny Beth (sí, la líder de Savages). Y con su perro, por supuesto. Porque el perro se llevó la Palm Dog (sí, existe), en algo que complementa el gran triunfo de la película en esta edición: se llevó la codiciada Palma de Oro. ¿Y dónde está aquí el problema?
Por hacer un resumen: se organizaron manifestaciones y revueltas en varias zonas de Cannes como protesta por la subida de edad de jubilación a 64 años, y tanto directores como actores eligieron no mojarse y no mencionar nada de las protestas durante el Festival. Muchas veces nos tragamos políticas neoliberales por el miedo a la alternativa de ultraderecha (recordemos la fuerza de Le Pen en Francia), y podría haber sido también el caso de Justine Triet. Pero no. En su discurso de ganadora, la directora habló de la represión de Macron contra estas protestas, y criticó los recortes y las “medidas neoliberales” del gobierno francés, al que acusó de “mercantilizar la cultura” y destruir la “excepción cultural” de Francia. Ahí es nada. La Ministra de Cultura y varios diputados de Macron entraron al trapo y, casualidad o no, la película no fue elegida para los Oscar, pese al éxito internacional de crítica y público que estaba teniendo.
Y lo de los Oscar es solo lo más sonado. Además de esto y de la ya comentada Palma, ‘Anatomía de una caída’ viene de estar nominada a 7 BAFTA, de ganar dos Globos de Oro (mejor guión y mejor película extranjera) y de llevarse los cuatro premios principales de los EFA (película, director, guión y actriz). El de actriz es curioso, porque Sandra Hüller se convirtió en la primera actriz en ser nominada a los EFA por dos películas a la vez: iba con ésta y con ‘La zona de interés‘, y finalmente se lo llevó por la película de la que estamos hablando. Y no es para menos: uno de los pilares de ‘Anatomía de una caída’ es la impresionante interpretación de Hüller. Ya nos conquistó en ‘Toni Erdmann‘, pero aquí está todavía mejor, consiguiendo una muy difícil combinación: ser gélida y a la vez magnética. Tiene aún más mérito pasar el escrutinio cuando hablamos de un rol ante el que el espectador va a estar sobreanalizando cualquier gesto, porque – a priori – de eso trata la peli, de si ella es culpable o no.
Como podéis imaginar: no, no trata de eso. Justine Triet comentaba que quería abordar la cuestión legal con todos sus detalles pero sobre todo las relaciones de pareja y la convivencia, que lo legal era una excusa para “diseccionar cada aspecto de sus vidas”. Hacer el guiño a ‘Anatomía de un asesinato’ con el título y con que la caída sea la causa de la muerte tiene aún más sentido si piensas que la “caída” de la que Justine Triet está haciendo una autopsia es la caída de esta pareja. O, incluso, la caída moral de esta protagonista. Triet viene de la divertidísima ‘El reflejo de Sybil’ (muy recomendable si no la habéis visto), y ‘Anatomía de una caída’ supone un giro tremendo en el tono. Sigue parte del humor, por ejemplo en esos zooms, pero la película va por otros derroteros, haciendo las delicias de los amantes del cine de juicios… sin realmente ser parte de ese “cine de juicios”.
Porque, como decimos, el guión (escrito entre ella y Arthur Harari) usa el misterio de si lo hizo o no como un mcguffin. No estamos ante un drama judicial en sí, Sandra no es una inocente (¿o sí?) con quien queremos que se haga justicia, ni una culpable (¿o sí?) que queremos que se salve. No interesa cuál es la verdad, sino qué es la verdad. La verdad depende de la interpretación que le demos a la historia, de la imagen que tengamos de su protagonista, y de nuestros propios prejuicios y experiencias, y eso es lo más estimulante de ‘Anatomía de una caída’. Como se dice en un momento de la película, “a veces, cuando no sabemos si algo es verdad o no, lo que tenemos que hacer es decidir cuál es la verdad para nosotros”.
Triet juega con la verdad durante todo el metraje y, de hecho, se negó a responder a la propia Huller cuando le preguntaba una y otra vez en el rodaje si su personaje era culpable o no. “La Verdad”, como concepto, sobrevuela toda la película. Como el a menudo falso “juro decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad” ante los tribunales, o como la canción de Fangoria. “La verdad, qué más da, quién la tiene y dónde está” es lo que podría cantar Triet (y González Sinde) presentándonos esta historia. Qué más da la verdad, desde luego, cuando te sale un peliculón.