El primer disco de Guillem Gisbert, cantante y letrista de Manel, en solitario no es en absoluto un retorno a la sencillez del debut de Manel de 2008. Eso podría haber sido lo revolucionario de ‘Balla la masurca!’ después de dos discos que conquistaron y dividieron a los fans de Manel a partes iguales como ‘Jo competeixo’ (2017) y ‘Per la bona gent’ (2019). También habría sido, de todas las decisiones que podría haber tomado Gisbert en su lanzamiento en solitario, probablemente la más “complaciente”, una de las palabras más importantes de ‘Balla la masurca!’, precisamente contenida en su pista titular, que habla del oficio del artista y de su necesidad de complacer al público, de dejarse querer por él, en definitiva.
En ‘Balla la masurca!’ conviven un viejo de Varsovia, pues la mazurca es un baile típico de Polonia, “luminarias de la patria” y “funcionaros de alto rango” y todos coinciden “invitados” en una gala “de gente importante”. Las imágenes son clásicas e incluso anacrónicas, no tanto el uso de sintetizadores y autotune en esta canción que se viste de sonidos electrónicos aunque en el fondo se pudiera desnudar a una canción típica “de autor”.
Pero Gisbert es un compositor demasiado curioso como para no explorar a fondo todos los caminos que se le ponen por delante. Y ‘Balla la masurca!’ es, en este sentido, un trabajo tremendamente ambicioso, que no le hace ascos a casi nada ni a nadie: este no es un disco producido entre dos o tres personas, sino entre muchas más. Jak Aron, habitual productor de Manel, pero también a Anxo Ferreira -productor de Sen Senra– y El Extintor, el dúo de David Soler y Marcel Bagés
, asoman en los créditos. Y son solo unos pocos de los nombres que aparecen por aquí aportando ideas: solo ‘Les aventures del general Lluna’ anota hasta cuatro productores diferentes, y no es ninguno de los mencionados.Aunque en ‘Balla la masurca!’ desborda sobre todo la imaginación de Gisbert a la hora de contar historias y arreglarlas. En ‘Les dos torres’, la pista de apertura, Gisbert pone a dialogar a dos de los edificios más emblemáticos de Barcelona. La canción empieza pianística y tabernera, pero termina “creyendo en el progreso”, definitivamente, en un lugar más robotizado de lo que esperas. En el tramo medio del álbum, las voces adulteradas y “cheesy” de ‘Waltzing Matilda’ y los teclados de la preciosa ‘Cantiga a Montse’ apuntan a la faceta “pastiche” del disco apuntada por el propio autor. El disco se atreve a acabar con un bluesazo épico de 8 minutos, ‘Les aventures del general Lluna’, que recupera el tema del oficio del artista… añadiendo una armónica; y la guinda del pastel la pone una graciosa tuna llamada ‘Estudiantina’ que cierra el disco evocando de nuevo a los “estudiantes sin vocación” a los que Gisbert ha recordado previamente.
Lo ha hecho en ‘Miracle a Les Planes’. Una de las composiciones más clásicas del disco, dotada de un sonido orquestado y mediterráneo, nos sitúa en Bellaterra, sede de la Universidad Autónoma de Barcelona, en el recuerdo de Gisbert, un lugar poblado de jóvenes “bloqueados por el miedo al futuro” que desconocen su vocación. La orquesta tampoco se le resiste a Gisbert. Fácilmente ‘Els Gegants de la Ciutat (Oli sobre tela)’ es una composición apabullante en este sentido, en la que un acorde descendiente de guitarra a lo The xx deja paso a un arreglo orquestal escalofriante que se va haciendo notar poco a poco hasta dejarte noqueado. Tan impresionante es el arreglo que los diferentes personajes de la letra corren el riesgo de quedar en un segundo plano. Aunque sean “monstruos con cabeza de caballo” o “ángeles trompeteros”.
El costumbrismo de Manel sigue formando parte del imaginario de Gisbert, como lo ha hecho durante toda su carrera, contado en letras que ponen un pie directamente en la poesía, aunque él no se considere poeta en absoluto, sino «escritor de canciones pop». Rafael Azcona es el protagonista de ‘Un Home realizat’ durante una estancia del escritor en un hotel de Roma. La imagen de un autor falto de inspiración, irónicamente, inspira esta encantadora composición que emprende por sí misma una excursión por sonidos lo-fi y electrónicos. Y ‘Hauries hagut de venir’ ya se atreve a mezclar lo azucarado de las voces filtradas con el drama de las cuerdas, demostrando que no existe mezcla ni camino que Gisbert tema recorrer.