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‘El Sucesor’: si te estoy haciendo daño, lo aprendí de ti

“Por qué deberías ver ‘El Sucesor’”, podríamos haber titulado este artículo, o más bien “por qué deberías ver ‘El Sucesor’ y no leer nada sobre ella antes de entrar en la sala”. Lo cual incluiría esta reseña, sí. Pero voy a intentar no estropearte nada. Comencemos por el principio, porque el primer cortometraje de Xavier Legrand, ‘Avant que de tout perdre‘, fue nominado al Oscar y le valió su primer César. Su salto al largo con ‘Custodia compartida (‘Jusqu’à la garde)’ no decepcionó, llevándose los premios a Mejor Dirección y Mejor Ópera Prima en Venecia, y cuatro César, incluyendo el de Mejor Película. Pero Legrand se ha tomado su tiempo para volver: ‘El Sucesor’, su segunda incursión en el largometraje, nos llega 7 años después. Y, si su intención era asegurarse de impactar para no sufrir ningún “síndrome de la segunda película”, se puede decir que lo consigue.

‘El Sucesor’, coescrita con Dominick Parenteau-Lebeuf, es una adaptación de la novela de Alexandre Postel ‘L’Ascendant‘. Nos presenta a Ellias Barnès, un diseñador que acaba de ser nombrado director artístico de una reputadísima firma francesa, y que celebra este triunfo pero a la vez lo sufre, con ansiedad y pequeños “sustos” en forma de dolores en el pecho que le recuerdan que su corazón no está muy allá, algo que parece haber heredado de su padre. Pero no es el único recuerdo de su progenitor: coincidiendo con este dulce momento profesional, le comunican que su padre ha muerto, y que debe coger un avión y cruzarse el océano hasta Montreal para encargarse de las gestiones del funeral. La cosa es que hacía décadas que no se hablaba con él.

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Una vez allí, y debido a la mala relación que tenían y a que al fallecido no le iban a dar el premio a Padre del Año precisamente, Ellias tiene intención de despacharlo todo lo más rápido posible y volver a París, organizando incluso una jornada de puertas abiertas en la casa de su padre para que gente necesitada se vaya llevando todo lo que ha heredado. En mitad de todo esto, aparecen diversos vecinos, entre ellos el mejor amigo de su padre, y las historias bonitas que le cuenta sobre él no casan con los recuerdos que tiene Ellias. Hasta aquí, podríamos estar hablando de un melodrama familiar, con un lindo relato de reconciliación… pero aquí es donde se inicia la locura que es ‘El Sucesor’ y que, como sugiere su título, tiene mucho que ver con la herencia, pero no la económica.

Porque heredamos en el sentido genético pero también en cuanto al aprendizaje durante la infancia y adolescencia, y en la herencia entra lo bueno que pueden tener nuestros padres, pero también lo malo. “Cuando hablamos de los lazos de sangre, está claro que ese concepto lleva implícito un condena, no los puedes borrar, tienes que asumirlos. Cuando alguien nos ata de manera inevitable a la violencia, a la monstruosidad, a la dominación, ¿cómo haces para construirte a ti mismo?”, reflexionaba Legrand recientemente en una entrevista para La Razón, donde añadía que “todo el mundo tiene capacidad para dejarse llevar por la oscuridad, por las sombras, por la violencia, algunos lo eligen y otros no. Y dentro de la gente que lo elige, hay quien consigue esconderlo”.

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Además de esta herencia de padres a hijos, ¿tenemos los hombres una especie de “herencia” ancestral respecto a nuestro papel en la sociedad y en la violencia que se ejerce? ‘El Sucesor’ se hace también esta pregunta, pero no te creas que se organiza aquí ningún simposio: más bien se trata de un espectáculo que puede recordar a Lanthimos, Haneke o al punto juguetón de Brian de Palma, un thriller mamarracho que incluye grandes dosis de comedia negra mientras Legrand dice haberse inspirado en la tragedia griega. El desfile con el que abre la película guarda un pequeño guiño sobre lo que vamos a acabar viendo, y la verdad es que la atmósfera gélida del mundo de la moda (al principio es inevitable acordarse de ‘The Neon Demon‘) y de la rigidez de su protagonista rema totalmente a favor de la obra.

Esta rigidez tan frágil está representada de manera excepcional por Marc-André Grondin, que debería haberse llevado el premio a mejor actor en el Festival de San Sebastián (‘El Sucesor’ formó parte de la Sección Oficial este pasado 2023 y fue una de nuestras preferidas, como comentamos en la crónica). Si te suena Grondin probablemente sea porque en su día te flipó ‘C.R.A.Z.Y.‘, la película con la que Jean-Marc Vallée (‘Big Little Lies’, ‘Sharp Objects’) dio el salto internacional, y donde el actor daba vida a aquel adolescente. En este sentido, ‘El Sucesor’ es una especie de “what if” turbio con ese padre y ese chaval, y Grondin se marca una interpretación dificilísima en la que consigue esquivar la autoparodia. En definitiva, ‘El Sucesor’ confirma que la carrera de Xavier Legrand hay que seguirla de cerca, que el gran público puede acercarse al llamado “cine de autor” sin miedo a quedarse dormido, y que, a veces, un relato divertido y mamarracho es una manera estupenda para reflexionar sobre cualquier tema, por serio que sea.

“Por qué deberías ver 'El Sucesor'”, podríamos haber titulado este artículo, o más bien “por qué deberías ver 'El Sucesor' y no leer nada sobre ella antes de entrar en la sala”. Lo cual incluiría esta reseña, sí. Pero voy a intentar no estropearte...'El Sucesor': si te estoy haciendo daño, lo aprendí de ti