‘El color de las cosas’, por Martin Panchaud
Ahora que el ruido y la sobreestimulación de imágenes tienen tanto protagonismo, no solo en las redes sociales, se habla mucho del silencio como alternativa. Jim Woodring, Max y Olivier Schrauwen han trabajado en esa dirección, siendo el lector quien tiene que encargarse de completar huecos. ¿Pero qué sucede si llevamos un thriller a planos vectoriales, con unos personajes con círculos cromáticos en lugar de caras y una acción que transcurre como si se tratara de una toma hecha por un dron? Que el lector habrá de llenar huecos similares.
‘El color de las cosas’ es, por su valentía e inteligencia, uno de los mejores libros de lo que va de año. El suizo Martin Panchaud no prescinde de diálogos, como otros compañeros de profesión, pero sí acaba componiendo una partitura en un papel visualmente similar al musical. Esa representación de símbolos evitando expresividades, flechas e indicaciones gráficas sobre un plano, genera un discurso tan directo, refinado y minimalista que hacen innecesarios los gritos y los ademanes. 8,5.
‘En el limbo’, por Deb JJ Lee
Una de las cosas de las que habla la autora Deb JJ Lee -nacida en Corea y criada en Estados Unidos- es de “fingir que es una persona extrovertida”. Toda una declaración lenguaraz y escalofriante, porque si en un principio parece revelar un lado personal más simpático, no deja de esconder una carencia afectiva o cierta exclusión social.
Este escaparate se queda corto, pues no solo encontraremos situaciones exclusivamente dramáticas. ‘En el limbo’, el primer trabajo de Deb JJ Lee, presenta un tono confesional más profundo, escenificando sin tapujos ni autocensura la rutina de su protagonista: toda una cadena de obstáculos que de primeras se suponían inabordables. Con un dibujo amable, en tonos azules, cincelado al detalle en sombreados, las imágenes se suceden con una naturalidad que impone una empatía intensa hacia Lee. Un camino de sanación para mejorar la salud mental. 8
.‘Torpe de nacimiento’, por Yaro Abe
El prestigio de Yaro Abe quedó muy arriba tras ‘La cantina de medianoche’, un manga que disecciona al milímetro la sociedad japonesa, y que fue catapultado internacionalmente al ser adaptado como serie para Netflix, con bastante acierto. Si en «La cantina» se daba la confluencia de personajes muy dispares, que comparten menú en la barra de un restaurante, en este ‘Torpe de nacimiento’ desaparece ese cruce de caminos. Abe teje -mirando al pasado, sin nostalgia y con humor-, un paño recargado de ternura a través de anécdotas de su padre. Por fortuna reniega de crear una figura heroica o gloriosa. Simplemente, y al igual que el dibujo y el trazo, se limita a no destacar en un relato con el peso justo para poder prescindir de demostraciones técnicas. 7.