El éxito de Taylor Swift no puede verse como algo casual o incomprensible, como alegan continuamente muchos de sus fervientes detractores. En sus mejores momentos, su música da espacio para vivir o revivir grandes historias de amor y desamor como si fueran propias, su forma de narrar historias tiene la capacidad de calar muy hondo y sus estribillos pueden ser épicos y adictivos. A través de sus canciones, la artista siempre le ha cantado al mundo y sin miedo lo que sentía, algo que la ha llevado a ser continuamente juzgada: por ser demasiado infantil, por ser demasiado directa o por comercializar su vida personal.
Swift ha pasado por todo tipo de experiencias en su imparable ascenso al superestrellato, desde ser vista como un ídolo exclusivo de adolescentes, al escarnio público, hasta su posterior reivindicación como una artista valiosa. En 2024, Taylor Swift tiene más fans y más éxito que nunca. Y no, no es casual: ser swiftie es tremendamente agradecido, porque ninguna estrella de su calibre trata a sus fans con el cuidado y dedicación que ella lo hace. Desde el principio de su carrera, Swift ha sabido que son sus más potentes aliados contra la incomprensión de todos aquellos ajenos a su universo. Con cada nuevo lanzamiento, cada nuevo tuit, o cada pequeño movimiento de la artista, hay algo detrás, un misterio que resolver que lleva un regalo para sus fieles seguidores. Cualquier aficionado sabe que cuando Taylor Swift anuncia un álbum, va a venir con algo más.
Fue el caso de ‘folklore’, lanzado por sorpresa, tras el que llegó, tan solo unos meses más tarde ‘evermore’, también sin anticipación previa. Con ‘Midnights’, la artista sorprendió la misma madrugada de su estreno sacando a las 3 de la mañana ‘Midnights (3am edition)’, con 7 canciones nuevas. En ‘The Tortured Poets Department’, Swift ha llevado esta estrategia todavía más lejos, pues al título anunciado se le añade ‘The Anthology’, con 15 canciones extra, formando así un álbum doble. Pero ¿qué es exactamente ‘The Anthology’? ¿un proyecto aparte? ¿una edición deluxe? La respuesta no se encuentra fácil a lo largo de las 31 canciones que componen el pack completo.
La cantante vuelve a codearse con Aaron Dessner y Jack Antonoff para producirlo, el último especialmente presente en la primera parte y el miembro de The National en la segunda. Es fácil identificar quién ha hecho qué, lo que nos lleva al mayor problema del proyecto: una alarmante falta de definición. Todos los álbumes de Taylor Swift hasta este momento tomaban una clara dirección en su sonido, ya fuera el pop rock de ‘Speak Now’, el giro al electropop de ‘1989’ o el folk “indie” de ‘folklore’ y ‘evermore’. En ‘The Tortured Poets Department: The Anthology’ no encontramos nada que la artista no haya hecho antes (y mejor), hasta el punto de que los 31 temas parecen más bien descartes de ‘Midnights’ y ‘evermore’ reunidos en un mismo proyecto.
No hay rastro de los estribillos ni de los puentes memorables que la caracterizan, ni de nada que haga que estas canciones resalten de alguna manera. Ni siquiera las letras, lo cual es paradójico pues se nota que Swift ha puesto un gran empeño en mostrar sus cualidades como letrista aquí, usando referencias a la cultura pop actual como Charlie Puth, y también a grandes nombres consolidados de la música como Patti Smith o Stevie Nicks, o incluso poetas como Dylan Thomas.
Nada suena lo orgánico que a ella le gustaría. Su admirada Lana Del Rey tiene facilidad para que este tipo de cosas le salga bien, y esa manera de utilizar sus canciones como diarios encaja perfectamente en su universo. Swift simplemente no es ese tipo de autora. Para un disco tan recargado con palabras, sorprende no encontrar prácticamente ninguna idea potente en esas frases y, en cambio, sí escuchar varias que hubiera sido mucho mejor dejar en borradores, como “Mis amigos solían jugar a un juego donde elegíamos una década en la que desearíamos vivir en lugar de esta, yo diría 1830 pero sin todos los racistas” en ‘I Hate It Here’; “Tócame mientras tus “bros” juegan al Grand Theft Auto” en ‘So High School’; o la inenarrable “Declaramos que Charlie Puth debería ser más famoso, te rasco la cabeza y te duermes como un golden retriever tatuado” en ‘The Tortured Poets Department’.
La letra de ‘Who’s Afraid Of Little Old Me?’ también sorprende en el peor de los sentidos, donde Taylor reflexiona sobre lo negativo de la fama y la visión que el mundo tiene de ella pero de una manera tan afectada que la falsa agresividad con la que está escrita llega a límites sonrojonates (“Era dócil, era amable hasta que la vida del circo me volvió malvada, «No se preocupen, le quitamos todos sus dientes» ¿Quién tiene miedo de mí? Porque deberías”). Si quería que esto fuera su alegato definitivo contra sus haters, el efecto que provoca es más bien el contrario.
No obstante, esto no quiere decir que todas las canciones estén mal escritas, también las hay más que decentes, aunque realmente nunca alcancen la calidad de sus mejores trabajos. Taylor las compone, como siempre ha hecho, abriendo su corazón y poniendo todos sus sentimientos sobre la mesa. Cuando las creó, la cantante había terminado recientemente su relación de seis años con el actor Joe Alwyn, quien al parecer, nunca pudo acostumbrarse a su estratosférica fama. Fiel al canon “swiftie”, la canción número 5 vuelve a estar reservada a un momento de intensidad emocional. ‘So Long, London’ comienza con el sonido de campanas de boda, que no tardan en ser interrumpidas. En ella confiesa que “Cada día del romance, cada respiro se sentía como el más extraño, cuando no sabes si él quiere estar ahí” y que “Tú jurabas que me amabas, pero ¿dónde estaban las pistas? Morí en el altar esperando la prueba”. En ‘Fresh Out the Slammer’ parece indicar que tras esa dolorosa ruptura, Taylor “sabe a quién va a llamar primero”: Matty Healy.
Pero el impacto sentimental nunca aparece, a menudo por culpa de una producción desganada y muy poco inspirada que no es capaz de elevar las composiciones ni lograr ese presunto desgarro emocional que Swift intenta describir. ‘loml’ podría haber sido una bonita balada sobre la pérdida del amor, pero se ahoga en su cadencia letárgica, muy en la línea de los últimos de The National. Algo similar puede decirse de la monótona ‘The Black Dog’, donde Swift revive los flashbacks de una relación que ya se ha terminado y describe desde el dolor cómo su expareja ya ha encontrado a alguien nuevo. ‘Florida!!!’, su colaboración con Florence Welch, se queda cerca de ser una buena canción gracias a la química entre ambas, pero nunca llega a ser lo explosiva que debería.
El mejor momento es ‘Guilty as Sin?’, donde por fin la voz de Taylor puede lucirse en una producción minimalista que juega a su favor ensalzando la melodía angelical del estribillo. Tampoco es nada desdeñable ‘Fortnight’, su colaboración con Post Malone, que cuenta con una bonita progresión de acordes y una letra simpática sobre un amor torturado.
Pero a nivel general, tanto ‘The Tortured Poets Department’ como ‘The Anthology’ evidencian que a Taylor Swift le vendría muy bien tomarse un descanso. Por mucho que quiera contentar a sus fans con material nuevo, las canciones suenan hechas con molde. Las letras son supuestamente muy personales pero no hay un ápice de pasión en ellas, algo que nunca había sucedido en ninguno de sus discos. Para los aficionados a la prensa rosa puede ser divertido intentar adivinar cuál de ellas está dedicada a Joe Alwyn y cuál a Matty Healy, pero artísticamente es un proyecto que suena inerte y decepcionante. Todos sabemos que Taylor puede hacerlo mucho mejor.