Suena la cuarta canción, ‘Plastic Beach’, y Samuel T. Herring ya está empapado de sudor. Tuvimos la suerte de ver a Future Islands en el primer concierto de su gira, por lo que se encontraban en pleno estado de forma. Esta comenzó de la mejor manera: con un sold out en La Riviera. Esta noche se dará lo mismo en Barcelona, en la sala Razzmatazz.
Tras pedir un aplauso para JOON, que se encargó de abrir el bolo, Herring fue directo al grano: «Me voy a callar la puta boca y vamos a darle a la música». Realmente, el concierto se podría resumir casi totalmente con las tres primeras canciones, desde el protagonismo de ‘People Who Aren’t There Anymore’ en el setlist hasta la atractiva y descarnada energía del vocalista.
Su actitud amable y relajada se desvanece al sonar las primeras notas de ‘The Sickness’ y rápidamente se convierte en un receptor de emociones. Su vena expresiva toma control, la música fluye a través de él y parece que es capaz de fijar sus ojos en todos y cada uno de los asistentes, como si hiciese una sesión de reconocimiento. A base de dramáticos movimientos shakespearianos y golpes en el pecho, Herring deja claro que siente cada palabra que canta.
Con ‘King Of Sweden’, más movida que la anterior, se diferencian todavía más las dos partes que dividen el escenario. La parte delantera, en la que se mueve Herring, sirve de elemento expresivo y foco de atención. En la parte trasera, en la que se coloca el resto de la banda, están a lo suyo. Todo el peso expresivo del show cae en el vocalista, mientras que sus compañeros se limitan a tocar con cara de póker.
Merece la pena comprar una entrada de Future Islands solo para ver a Herring en acción. El problema es que, a menos que disfrutes de todos sus temas, quizás sea la única razón para ver a los de Baltimore en directo. El protagonismo de Herring es tal que la música pasa a segundo plano y, hablando claro, todas las canciones suenan igual.
Pese a tomarse una pequeña pausa entre cada tema, como si cada uno fuese su propia obra de teatro, el estilo crooner del vocalista no ayuda a diferenciar un corte de otro y puede hacerse repetitivo. Ten en cuenta estas notas solo si te gustan un par de temas y dudas si comprar o no tu ticket. Por otro lado, si eres un fan total del grupo, te lo vas a pasar como un niño.
La tercera canción sorprendió a toda La Riviera. Todos recordamos la ya mítica actuación de ‘Seasons (Waiting on You)’ en Letterman, pero tras presenciar la canción en vivo, puedo asegurar que Herring se estaba conteniendo. Si apartas la mirada, te lo pierdes. En lo vocal, Herring adopta en ocasiones un registro de ultratumba, como gutural, y no falla en dejar sin aliento a los presentes. Aquí se dio la primera ovación de la noche, culminando con ‘Long Flight’ y ‘Tin Man’, las dos últimas canciones del set previo al bis.
No sé cómo, pero el frontman es capaz de reflejar en sus bailes y expresiones faciales sea lo que sea que le sugiere la música y de forma totalmente impredecible, desde lo más sensual hasta lo puramente incendiario. A veces, parece que estás viendo a alguien que se está aguantando las ganas de arrancar cabezas, por lo brusco de sus movimientos. Su cara cuenta relatos de dolor, como en ‘Iris’, y de euforia, como en ‘Say Goodbye’. Por ello, todo el público está a su merced. Haga lo que haga va a tener su efecto en los asistentes, siendo capaz de levantar a toda La Riviera con un movimiento de piernas.
Tras casi 20 cortes de botar, el concierto termina con ‘Little Dreamer’, de romperse en mil pedazos. «Esta es sobre alguien que amé una vez hace mucho tiempo y cada vez que la canto, ese momento queda más lejos», contó Herring visiblemente emocionado. Este habló sobre ser joven, estar enamorado, y lo rápido que pasan esos años de oro. Al cantar los primeros versos, Herring se derrumba en el escenario. En un momento dado, el bajo se distorsiona totalmente y el vocalista empieza a retorcerse, como movido por el dolor. Así, en el momento más emocionante de la noche, Future Islands se retiraron.