En el año en que algunos artistas han decidido publicar obras mastodónticas, difuminando la línea que separa el disco típico de la “antología”, la más extensa de todas (32 pistas) se ha editado sin que prácticamente nadie se haya enterado. ‘Diamond Jubilee’, el tercer disco de Cindy Lee, solo está disponible en descarga gratuita a través de una web desconocida a la que solo llegarás si lees prensa musical o vives en internet. También se puede escuchar en Youtube, pero primero te tienes que enterar de que el disco existe. No lo busques en Spotify o Apple Music porque ni está ni se le espera.
Puede que la estrategia de Cindy Lee responda a un compromiso total con la ética del underground, o puede que Lee esté intentando “fabricar” un disco de culto desde cero. Lo seguro es que a Cindy Lee no le interesa llegar a las masas. De hecho, esta primavera, ha cancelado las últimas fechas de su gira por misteriosas razones. En pleno “hype” por ‘Diamond Jubilee’, ha dicho “hasta luego”.
El revuelo es merecido, y no solo porque Pitchfork le haya plantado un 9,1 sobre 10 al disco, siendo una de sus puntuaciones más altas de los últimos años. Cindy Lee, el proyecto drag y lo-fi del músico canadiense Patrick Flegel, ex integrante de Women, ha facturado una obra inmensa en forma y fondo que se atreve a ir más lejos y a sumergirse más hondo, que muchas obras de su estilo.
En ‘Diamond Jubilee’, que es un disco doble, las influencias reconocidas de Cindy Lee, especialmente de las girl group de los 60, como las Supremes o las Ronettes, pero también de vocalistas como Patsy Cline o Karen Carpenter, en la que dice basar su estilo, son exploradas hasta sus últimas consecuencias. A la vez, en 32 pistas a Cindy Lee le da tiempo de introducir en su imaginario otro puñado de referencias de diferentes décadas de pop y rock n’ roll a cada cual más dispar. Mientras, la estética garajera de Cindy Lee enturbia hasta la más familiar y reconfortante de las melodías, convirtiendo ‘Diamond Jubilee’ en uno de esos trabajos que nos recuerdan que el “indie” sigue vivo: ‘Diamond Jubilee’ es la obra de una artista outsider jugando -soñando- a ser estrella del pop y triunfando -a su manera- en el intento.
En muchos casos las canciones de ‘Diamond Jubilee’ parecen escritas en base a recuerdos de clásicos pretéritos del pop. La estética de Ariel Pink’s Haunted Graffiti puede ser un precedente en el tratamiento fantasmagórico de las voces y, de hecho, su versión de ‘Baby’ de Donnie and Joe Emerson está presente en espíritu en muchas canciones de ‘Diamond Jubilee’, por ejemplo, en la tierna balada doo-wop ‘Baby Blue’ o en la anhelante ‘I Have My Doubts’, donde la dulce melodía choca con un sonido de guitarras afiladas como cuchillos.
En este espacio situado entre la ternura de las melodías y la distorsión de las guitarras -a menudo ensordecedora- las canciones de ‘Diamond Jubilee’ florecen. A veces se empapan de glam, como en ‘Glitz’; que recuerda a los mejores Deerhunter; otras de sirven de teclados psicodélicos, como en la preciosa ‘Always Dreaming’; otras los lengüetazos de guitarra remiten al rock africano, como en la inicial ‘Diamond Jubilee’, un paseo de cinco minutos que precisamente habla de un “recuerdo que desvanece”, mientras la producción efectivamente consigue que la canción suene a recuerdo lejano.
En 32 pistas a Cindy Lee le da tiempo de brillar, pero también de irse por los cerros de Úbeda. En el mejor de los casos su experimentación con diferentes estilos da pie a momentos fascinantes o directamente maravillosos, como el soul clásico de ‘To Heal this Wounded Heart’, las puñaladas sintetizadas de ‘Olive Drab’ o el ritmo -a duras penas- disco de ‘Gayblevision’. Cuando se pone girl group le salen joyas como ‘Kingdom Come’ y, cuando le da por imitar a Elvis Presley o a los Beach Boys, también lo borda, en pistas como ‘Demon Bitch’ que recuerdan a los momentos más anhelantes de estos artistas.
Puesta a experimentar, en el primer CD de ‘Diamond Jubilee’, la nana ‘Wild One’ -conmovedora en sus insistentes «veo a través de ti»- da pie a un experimento new wave, ‘Fresh and Blood’, al cual, a su vez, le sigue la misa gótica de ‘Le Machiniste Fantome’. En el segundo, las cuerdas de ‘Crime of Passion’ suenan a mariposas en el estómago. A Cindy Lee le vale todo y su generosidad invita a seguir descubriendo ‘Diamond Jubilee’ porque nuevas sorpresas aguardan después de muchas escuchas.
Aunque la fascinante travesía de ‘Diamond Jubilee’ se puede convertir en un largo viaje por autopista cuando a Cindy Lee le da por entretenerse tocando jams interminables, como la de ‘Realistik Heaven’, o cuando simplemente las canciones pierden definición. No todas las 32 pistas de ‘Diamond Jubilee’ son igual de buenas. La trotona ‘Dreams of You’, sumergida en la “oscuridad”, está por encima de un capricho como ‘Lockstepp’. El precioso blues de ‘All I Want is You’ hace que ‘Don’t Tell Me I’m Wrong’ suene redundante. Las pistas instrumentales, como ‘Stone Faces’ o la surfera ‘Darling of the Diskoteque’, no aportan más que minutos de sobra al disco. Y no todas las composiciones clásicas funcionan: ‘Golden Microphone’ no es el mejor homenaje a las Ronettes que esta obra ofrece. Por contra, ‘Deepest Blue’ confirma que la mejor Cindy Lee es aquella a la que el amor le pone tierna y melancólica. Cuando más “arde” su “llama”, mejor suena.
Ha sido probablemente intención de Cindy Lee crear con ‘Diamond Jubilee’ una obra generosa pero también complicada, que no siempre lo ponga fácil al oyente. Sobre todo, en ‘Diamond Jubilee’ destacan la dulzura de muchas de las melodías y el gusto de una producción lo-fi que suena extrañamente fuera de tiempo, incluso dentro del contexto alternativo. En una época en que salen más discos de los que podemos asumir, Cindy Lee publica un disco inaccesible que supera las dos horas de duración. El que se atreva a sumergirse en su mundo no querrá volver a salir.