Dentro del mundo del country, Zach Bryan es uno de los nombres más importantes de la actualidad. Su forma de escribir, con el corazón en un puño, y su expresiva voz han conseguido auparle a lo más alto de las listas del género. Tan solo un año después de su álbum homónimo con el que se presentó a un público más mainstream, llega ‘The Great American Bar Scene’, el quinto trabajo del prolífico cantautor de Oklahoma.
La estructura es muy similar a la de su anterior proyecto, comenzando con un poema y transitando por diferentes estilos relacionados con el country y americana como el heartland rock o el folk alternativo, y contando con artistas invitados en varias pistas. La colaboración más significativa en esta ocasión es la de Bruce Springsteen, invitado de honor en ‘Sandpaper’ y una de las influencias más evidentes de ‘The Great American Bar Scene’. Sus voces se compenetran con armonía en un corte que logra converger los estilos de ambos con fluidez. Otra de las voces que se unen al viaje de Bryan es John Mayer en ‘Better Days’, una agradable y sentida balada country sobre mantenerse positivo ante la inminente llegada de días mejores.
En ‘Pink Skies’, el dúo Watchhouse acompaña al cantante en una poderosa y devastadora canción de country tradicional sobre asistir al funeral de un ser querido. John Moreland y Noeline Hoffman completan la lista de colaboradores regalando sus voces a ‘Memphis; The Blues’ y ‘Purple Gas’ respectivamente. Esta última destaca por el precioso contraste entre la voz grave de Bryan y la dulzura de Hoffman de forma parecida a su ‘I Remember Everything’ con Kacey Musgraves.
A lo largo de 19 pistas y poco más de una hora de duración, el artista hace gala en numerosas ocasiones tanto de su excelente escritura íntima y pasional como de su buen gusto en las producciones. Las canciones a menudo transitan por lugares comunes del country, pero la manera en la que Bryan narra estas nostálgicas historias de la América profunda es siempre conmovedora y profunda.
En la larga carretera por la que nos lleva el artista, aunque no es continuamente apasionante, encontramos varias cimas bien altas. ‘Oak Island’ es una de las más evidentes, una canción que deslumbra con una narración sobre huidas, persecuciones familiares y peleas de bar. La producción es excelente: una intensa y vibrante aventura con percusiones juguetonas, ligeros toques de violín y frenéticos riffs de guitarra.
La maravillosa balada ‘28’ también ofrece uno de los momentos más emocionales y devastadores del proyecto, donde Bryan reflexiona sobre su traumático pasado y celebra la tranquilidad y el amor que le da su actual pareja. A su vez, es difícil no sentirse conmovido con la melancolía tan sincera de ‘Mechanical Bull’ o de la canción titular. Mientras en ‘American Nights’, el artista se inclina más al rock tipo Springsteen, en una canción que suena tan clásica como contemporánea y que merece ser cantada en grandes estadios.
En ‘The Great American Bar Scene’, Zach Bryan no busca desmarcarse de todo aquello que hizo de su álbum homónimo en un éxito. La fórmula es la misma, pero lejos de agotarse, el artista demuestra el estado de gracia artístico en el que se encuentra. Dentro del proyecto hay canciones más inspiradas que otras, pero el nivel como compositor y letrista que aquí alcanza en sus momentos más álgidos, no deja lugar a dudas de que estamos ante un cantautor destinado a hacer cosas (aún más) grandes.