Música

Nick Cave & The Bad Seeds / Wild God

¿Tenía que ser Nick Cave, uno de los más macabros de los autores que conoces, quien te despertara más curiosidad por la Biblia? Le fascinó en un formato de cuero que tenía su abuela cuando descubrió el libro a los 9 años, se encaprichó del Antiguo Testamento, después le recomendaron el Evangelio según San Marcos, y actualmente es difícil imaginar un disco suyo sin esta referencia. El autor que hizo un llamamiento a la «misericordia» en la era de la cancelación ha barajado como posibles títulos de su 18º álbum junto a los Bad Seeds cosas como ‘Joy’ y ‘Conversion’, decantándose finalmente por ‘Wild God’.

La aproximación de Nick Cave a la religión trasciende iglesias, ortodoxias y frases manidas sobre ser o no «practicante». Le atrae la belleza de los rituales, las rarezas del cristianismo, su devenir. El personaje del «Dios salvaje» de la canción titular de este álbum es un Dios que sufre, no uno «omnipotente y omnisciente que esté fuera del mundo», sino uno que lo recorre buscando desesperadamente a alguien que crea en él.

Por eso esta canción, ‘Wild God’, culmina elevada buscando fe «en la cuna de África, en Rusia, en China y en Estados Unidos», al tiempo que emerge uno de los muchos gospels de este disco. Pero el personaje tiene matices, de nuevo inspirados en los tiempos que corren. «Hubo violaciones y saqueos en el pueblo de los retirados / pero en su mente él era un hombre de gran virtud y coraje». De este modo, cualquiera buscando por aquí un disco espiritual inspirado en la muerte de los dos hijos de Nick Cave, en un plazo de 7 años -Arthur Cave a los 15 en un acantilado y Jethro Lazenby a los 31- se estará quedando en la superficie.

Algo de eso hay, por supuesto. Ni Nick Cave ni ningún padre podrá superar nunca algo así. En tu primer acercamiento al disco es posible que te preguntes qué hace un spoken word como pista 4, pero esta canción, la llamada ‘Joy’, con un final digno de Sufjan Stevens, es una de las que más estremece cuando aparece un niño en forma de fantasma para afirmar: «Ya hemos tenido pena suficiente, ahora es el momento de la felicidad». «Niños en el cielo saltan por la felicidad» dice otra de las canciones, ‘Frogs’.

No son los únicos «fantasmas» que aparecen. ‘O Wow O Wow (How Wonderful She Is)’, una canción con un Autotune en la estela de Bon Iver, está inspirada en la muerte de su ex amante y colaboradora Anita Lane, y se cierra con una grabación de voz suya. Se equipara su belleza con la de Dios, y el relato de Anita logra arrancarnos una sonrisa: «¿Recuerdas que nos lo pasábamos realmente, realmente bien? Porque éramos nosotros mismos, haciendo el tonto, relajados, sin presión. Por eso supongo que hacíamos buenas canciones (…) y ni siquiera me daba cuenta».

La mención a los «panties» está llena de humor, por no hablar de la que se hace de Kris Kristofferson en ‘Frogs’ portando «una camiseta que no ha lavado en días». Por algo ya se está hablando de ‘Wild God’ como un disco alegre, especialmente en contraste con cosas como ‘Skeleton Tree‘ o ‘Ghosteen‘, el álbum que parecía hablar de la muerte de Arthur y el que hablaba sobre aquella horrible caída, de hecho. Lo que no quiere decir que ‘Wild God’ no esté plagado de lamentos y arreglos inspirados en la hecatombe.

‘Final Rescue Attempt’ se arrastra entre pianos y sintetizadores en busca de una salvación para «no ser herido más», mientras plantea: «¿Quiénes son esos Dioses que ahora defiendes / Y qué propósito tienen ahora al final de los tiempos?». ‘Conversion’ también es reptante en su aproximación al blues. Esto es un disco de Nick Cave & The Bad Seeds. Uno con guiños a diversas épocas, de ‘No More Shall We Part’ a sus austeros últimos álbumes, pasando por ‘Abattoir Blues’.

Y sin embargo, en muchos sentidos, es uno de sus discos más inmediatos. Que Kanye West no llegue hasta la última pista, ‘As the Waters Cover The Sea’, la de «paz y buenas nuevas para la Tierra», porque querrá samplearla para uno de sus discos. Por supuesto, sin permiso. ‘Song of the Lake’ abre con unos arreglos más propios de Mercury Rev y Flaming Lips, a lo que contribuye la mezcla de Dave Fridmann (la producción es de Warren Ellis, en verdad). En ella, un hombre observa a una mujer bañarse en el lago en una de esas imágenes tan Nick Cave, tan poéticas como problemáticas, a sabiendas de que se disolverá si la sigue, y si no, también.

Y luego está ‘Long Dark Night’. La canción de Nick Cave más ‘Into My Arms’ desde ‘Into My Arms’, reflexionando sobre la búsqueda del amor, se inspira en el poema ‘Noche oscura del alma’ de San Juan de la Cruz. Hay una persecución de la belleza en este disco; la teoría de que el amor es aún posible en este mundo sobrevuela todas estas canciones tan dispares como enriquecedoras.

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Publicado por
Sebas E. Alonso